lunes, 17 de junio de 2013

Felicidad: La que define lo que somos y no lo que tenemos


"La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos". Benditas palabras las tuyas, Henry Van Dyke. Tú, tan amante de la escritura y reflexivo como yo, encontraste tu propia definición de felicidad. Yo, con trece largos años a mis espaldas, soy un simple novato en busca de ella. En busca de la felicidad. Ese sentimiento tan invisible como la grandeza de los dioses, a los cuales todos idolatran sin haberlos llegado a ver. Así es la felicidad, todos hablan de ella sin haberla conocido. Todos creen que se encuentra en el ser ajeno, cuando la poseemos nosotros mismos. Porque si no somos felices con nosotros mismos, ¿quién nos va a hacer? Pero, ni está tan lejana como creemos ni tan cerca como nos dicen. Dentro de un corazón feliz, han de haber lágrimas que resaltaran en la oscuridad. Dentro de una sonrisa, han de haber existido miles de llantos y lamentos. Porque para alcanzar la gloria, se ha debido probar millones de veces las mieles del fracaso. Y en ella, es esa felicidad, se encuentra nuestra paz, nuestra armonía. Bendita libertad que nos hace disfrutar de cada uno de los momentos que nos dejan sin aliento. Libertad acompañada de esclavitud, luz acompañada por la oscuridad. Así es la felicidad, libre y singular. La que define lo que somos y no lo que tenemos.

Son los deseos aquellos que me hacen felices. Son los sueños utópicos los que me hacen sentir libertad e ilusión por la vida. ¿Para qué contarlos? Simplemente hay que creer en ellos, nunca decirlos. Secreto de la felicidad lo llaman. Benditas picardías las suyas. Echo la vista atrás en el tiempo, recuerdo todo lo sentido por mi alma y veo que la felicidad es un simple juego de niños, como un escondite. Siempre está presente en nosotros, en nuestras almas, pero escondidas. Escondida, como sus secretos. Pero siempre permanece, como el Sol cuando se pone en esos románticos atardeceres que solo los enamorados se detienen a observar. Siempre ha de existir un lado pícaro en nuestras mentes terrenales, capaces de encontrar la felicidad. Como un juego de niños, como un divertido juego de niños. Paradójico, ¿verdad? Sin embargo, en ocasiones sus escondites son excesivamente inaccesibles o perfectamente ocultos entre la negra oscuridad de un alma atormentada. Dejamos de creer, dejamos de soñar. Todo al limbo, todo al olvido. Ni siquiera las señales de la naturaleza nos permiten descifrar las pistas en el misterioso camino hacia la felicidad. Cuestión de fe, lo llamamos. Pero al igual que creemos en los dioses, no creemos en nosotros. Curioso, creer en lo invisible y no confiar en nuestra propia realidad. Cosas del sentido común, el menos común de los sentidos. 


Así llega nuestro miedo a amar, nuestro miedo a ser felices. Estúpidos, ilusos, pesimistas. Malditos acomplejados que rehuyen la mirada por cobardía. Somos esclavos de nuestros sueños, sabiendo que la felicidad es la libertad de imaginar lo inimaginable, de soñar con lo aparentemente imposible. Pero lo único imposible es lo que creemos que no podemos lograr. Nos sentimos inferiores a nuestros deseos, frágiles ante la grandeza del objetivo que queremos cumplir. Pero no hay límites entre la libertad, en el camino de los sueños que simplifica una sonrisa sincera. Todo depende de nosotros, de cómo y cuánto creamos en nuestras fantasiosas almas. Grandes, grandiosas almas. Ya está bien de falsas modestias y resignaciones impotentes. David (honrando a mi nombre) derrotó a Goliat, nosotros derrocamos a nuestros sueños. Y los cumplimos, y sufrimos. Pero lo conseguimos. Estúpidos, ilusos, pesimistas. Son aquellos que emplean más empeño en aparentar que son felices más que en serlo. Son aquellos que dicen haber tocado el cielo sin ni siquiera haber logrado disfrutar de una pisada en la Tierra. Son aquellos mentirosos que aparentan ser lo que no son, son aquellos que ponen más empeño en su disfraz externo (algunos lo llamáis cuerpo, yo lo llamo la gran farsa de las personas superficiales que somos) que en la realización de sus conquistas mediante la belleza interna. Porque lo externo es llamativo, lo interno es conquistador. Y es lo interno, lo que somos, lo que define realmente nuestra propia felicidad. 


Seguramente pocas personas creerán en sí mismas, leerán esto e ignorarán mis palabras, sin saber la grandeza de cada uno de mis sentimientos. Seguiremos creyendo que amor, libertad, felicidad, valentía y demás son palabras con un significado simple y común. Pocas propondrán cambiar su forma de pensar, lo sé y lo admito. Pero cada una de estas humildes palabras, cada letra que este blog expresa, siente una enorme carga de sinceridad y esperanza que algún día se verá recompensada. Cuando todos los valores dejen de ser algo más que palabras. Mientras tanto, seguiré creyendo, seguiré soñando en que estos párrafos influirán en la conducta de cada ser que lo lea, y que cambiarán sus temores para siempre. ¿Quién no sueña por caminar en el Elisio, felizmente junto a su princesa? Mientras ella acaricia tu piel, se recuesta en el hombro del hombre y recorre suavemente tu dulce mejilla con sus labios de fresa, todo eso recordando que no es el pasado quien construye los sueños del futuro, que no es la cobardía la mayor de las valentías. Que sin sufrimiento no hay gloria. Que sin fe no hay objetivo, que sin andar no hay camino. Nos sonreímos y recordamos la belleza de esos momentos que nos dejan sin aliento, de esos segundos que demuestran que la felicidad se mide por instantes en nuestro destino, y no por épocas. Por sonrisas sacadas y no por lágrimas derramadas. Solo así seremos libres, solo así seremos felices. 


PD: Espero que esta entrada vuelva a influir tanto en vuestros corazones como una de las últimas que publiqué sobre la anorexia. Insisto, solo busco la identificación de vuestros sentimientos en los míos, y que sintáis la belleza y sinceridad en mis palabras. Espero que todo lo comentado en estos párrafos sirva para modificar vuestra conducta y, quien sabe, si para ser más felices en el futuro. Espero que sí. Un saludo a todos y recordad que la felicidad no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. 




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