martes, 19 de marzo de 2013

Amor de Padre: Inalterable e inmortal


Tarde del 19 de marzo. Bajo este anochecer grisáceo, recuerdo que hoy es el Día del Padre. No soy partidario de estos días "comerciales" para muchos, donde un objeto material es suficiente para cualquier hijo que en su mente ingenua e inocente no es capaz de apreciar la grandeza del Amor de Padre. No vale más un reloj de 300€ que un susurro al oído de nuestro papá diciendo suavemente "te quiero". Ni mucho menos. El Amor de Padre es mucho más que un regalo, es un abrazo que paraliza el tiempo ante todo el Universo. Es un beso que deja sin aliento la sonrisa de nuestros progenitores. Son estos párrafos que voy a dedicarte, Papá, y con los que quiero que te sientas orgullo e identificado. Este es mi regalo, va por ti y por tu incesante amor. Gracias Papá.

"Un buen padre vale por cien maestros", afirmó en su día el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau. Todos tenemos padre, que por mucho que creamos en nuestras alocadas mentes, no hay nadie equiparable a él. En cada foto, en cada viaje, en cada comida... él siempre está ahí. Podrán venir miles de personas a nuestro lado, pero un padre es insustituible, imprescindible. A veces no lo valoramos, pero en nuestra profunda soledad melancólica, él siempre tiene un hueco para abrir una sonrisa en nuestras almas. Él es quien madruga cada mañana para traernos (junto con nuestras madres) el sufrido pan de cada día. Él es quien cada día nos besa extenuado al llegar del trabajo mientras su corazón late con la fuerza de un huracán. Y él es quien cada noche, sentado en nuestra cama, cogía nuestro cuento favorito y nos lo leía con tal ternura que nuestros ojos no eran capaces más que de cerrarse con una sonrisa para no volver a abrirse hasta el día siguiente. Pero hay algo más que multiplica más si cabe la figura de un padre: su Amor. 

Amor de Padre, único entre todos e inmortal entre los humanos. Desde que llegamos a este mundo, jamás notamos su ausencia. Siempre nos acompaña, desde que empezamos a gatear por los pasillos de nuestra casa hasta que pronunciamos nuestras últimas palabras. Ninguna figura simplifica el Amor de un Padre, es algo que se lleva en nuestro corazón en el pecho como seña de nuestra identidad. En él guardamos todos los grandes recuerdos al lado de nuestros papás. Esos días de pesca cogidos de la mano, esos innumerables cumpleaños soplando velas año tras año, esos paseos bajo la lluvia, esas noches frías de invierno acurrucados a su lado para calentarnos... Solo de recordarlo se pone la piel de gallina. Podemos reír o podemos llorar, podemos gritar de alegría extasiados o podemos derrumbarnos desolados ante esos recuerdos, pero siempre queda el orgullo. Y el Amor. No hay lugar para las discusiones ni para los enfados. Al final solo perduran los grandes momentos, breves pero intensos. Esos que al mirar por la ventana, por muy negro que esté el día, parecen hacer que el Sol alumbre nuestras caras entre la lluvia. Pienso cómo en ocasiones podemos ignorar la magnitud de la figura de un Padre, y me arrepiento. Y me avergüenzo de cómo puedo contradecir cada una de sus sabias palabras. No hay nada más sabio que la palabra de un padre, porque en sus afirmaciones solo hay amor. Y donde hay amor, hay sinceridad, lealtad y confianza. 


¿Cuántas habrán sido las charlas con nuestros padres, verdad? Siempre perdurarán en nuestras almas cada vez más envejecidas, como las Pirámides de Egipto se mantendrán inamovibles escoltando las puestas de Sol de El Cairo. Bendita figura la de un Padre, cuya ausencia es la más sentida de todas por los indefensos corazones. Duro es vivir del recuerdo de esos inolvidables momentos al lado de dichos progenitores nuestros mientras miramos al lado de nuestro sillón y no tenemos nadie con nosotros. Es en este momento cuando quiero acordarme de todas aquellas personas que sienten la ausencia de sus padres, a los que ya no pueden disfrutar a su lado. Realmente un padre jamás está ausente. Su Amor inalterable siempre tendrá un hueco en cada una de las almas y de los corazones de los mortales vivientes, y como afirmé al inicio, el Padre siempre tendrá una sonrisa en el interior de su estimado hijo. Entonces y solo entonces, miraremos al cielo donde las estrellas brillantes formarán una penetrante sonrisa que ni la Alquimia sería capaz de explicar el porqué de su formación. Amor de Padre, simplemente. No hay nada que explicar. Sentirlo en el alma y sonreír es suficiente. Razones del corazón: aquellas que la razón no entiende ni jamás comprenderá. Tampoco merece la pena entenderlas si las sentimos. Cualquier presente empeñado en responder preguntas del pasado perderá las expectativas de su futuro, así que siempre hacia delante, sea cual sea la consigna. Siempre con el Amor de un Padre.


Finalmente, acabando con esta emotiva entrada para mí, quería centrarme especialmente en la figura de mi padre. Durante 13 años (y los que quedan) puedo decir orgulloso que has sido una de las personas más influyentes para mí, el gran apoyo entre todos los que he tenido y sin duda alguna el mejor amigo que un hijo como yo ha podido disfrutar. Me has criado, me has cuidado como un príncipe y has luchado como pocos por darme lo mejor para mi. Me has hecho la persona que soy hoy en día y estoy francamente orgulloso de ello. No cambiaría nada de lo vivido contigo, aunque estoy seguro de que lo mejor está por llegar. Tened hijos no convierte a uno en padre, es como si uno por comprarse un piano ya es considerado un pianista. Pero tú has superado con creces la expectativa que un hijo puede tener sobre un padre. Cosas de tu Amor, cosas de tu pasión. ¡¡¡Te quiero Papá!!!


PD: Como siempre, espero que estas líneas os hayan gustado ante todo y como siempre, que os hayan emocionado y os hayan hecho reflexionar sobre el Amor de los Padres hacia nosotros. Amemos a nuestros progenitores como nunca antes lo hemos hecho, y disfrutemos día a día de cada segundo que estemos con nuestros familiares. Hoy era un día muy especial y no podía dejar pasar la oportunidad de escribir. Antes de finalizar, quiero hacer una dedicatoria especial a esas personas que no tienen a sus padres hoy en vida. Aunque estén aquí presentes, su Amor siempre estará con vosotros. Tenerlo presente, va por vosotros.





domingo, 17 de marzo de 2013

La mentira: La única verdad universal


Solo existe una verdad universal: y es que en este Universo todo está conspirado por las mentiras. Nadie puede afirmar con certeza que jamás ha mentido, y el que lo haga ya estará engañándose a sí mismo. Mentiras, aquellas farsas que un día creímos (o nos hicieron creer) que eran verdaderas. Mentiras que dijeron que eran por nuestro bien, mentiras que solo trataban de ocultar un secreto certero, mentiras que buscaban tapar otras mentiras... Todas son descubiertas en el alma del hombre y todas poseen su lado de culpabilidad. Ningún corazón indefenso y frágil ignora la mentira. Porque mentir conlleva a traicionar, y traicionar no es más que una simple muestra de falta de honor dignidad. Muchas veces anteponemos lo sencillo ante nuestro honor, olvidando valores como lealtad, orgullo y dignidad. Eso es la mentira: olvidar los valores vitales y hundirlos en el refugio de la cobardía. En estas líneas me centraré a repasar lo que viene a ser este concepto absoluto, tan dañino en cada uno de los corazones humanos con miedo y cobardía.

Mentir, por cuantas y cuantas cosas habremos engañado, ¿verdad? Mentiras por amor, mentiras por dinero, mentiras por envidia... Todo por cobardes. Por miedo a no decir la verdad. Tantas y tantas veces habré hablado del miedo en este blog que no merece la pena ni mencionarlo. No hace falta recordar que el cobarde no triunfa en la vida más allá de hundirse en sus arrepentimientos internos. Huir de las verdades ocultándolas con mentiras. Como un borracho entristecido que no para de beber únicamente para olvidar sus verdades. Solo así la mentira se convierte en nuestra verdad, inalterable como el tiempo. Mentiras que se convierten en una espiral de problemas que no tienen salida alguna, como un laberinto enrevesado. Mentiras que nos hunden en la miseria, como el borracho que ocultó su verdad bajo el alcohol y que convirtió a este en su cruda realidad. Mentiras que explotan y nos mandan al infierno, mentiras que hacen que no tengamos ninguna credibilidad en nuestros rostros. Mentiras que conspiran en las mentes malignas y terrenales de los humanos. Maldita sea, ¿cómo podremos ser tan retorcidos y desgraciados para traicionar a nuestra propia especie? ¿Cómo podremos tirar nuestros valores y nuestra propia vida por un simple bien que nunca llega? La mentira solo tiene un logro, golpearte con la cruda realidad. Empecemos por las mentiras de amor.


Para siempre. Me río de esa afirmación tan estúpida como hipócrita. Si ni siquiera nosotros somos eternos o infinitos, ¿cómo podemos atrevernos a desafiar a lo inmortal con un "para siempre"? Maldita farsa que curiosamente todos nos creemos. Y nos lo seguimos creyendo, aún conociendo los límites de nuestra vida. "Tú dices que amas a la lluvia, sin embargo usas un paraguas cuando llueve. Tú dices que amas el Sol, pero siempre buscas una sombra cuando el Sol brilla. Tú dices que amas el viento, pero cierras las ventanas cuando el viento sopla. Por eso es que tengo miedo cuando dices que me amas". Así definió Bob Marley nuestras mentiras sobre amor. Reflexionemos sobre ello. Decimos amar a alguien a quien abandonamos a los tres días por "pena". Decimos amar a alguien cuando llamamos "princesa" a otras miles de chicas. Decimos amar a alguien cuando nuestros labios han saboreado otras lenguas. ¿Sabemos realmente lo que es amar? Nadie realmente lo sabe. Amar es querer a alguien cuando más le odian, es sonreír a otra persona cuando ella llora, es calentar el cuerpo frío de nuestra amada con un abrazo, es recordarla lo que es un beso cuando el olvido ha enterrado sus mejores recuerdos. Eso es amar. Mientras sigamos pensando que somos imperfectos y nos quedemos estancados en no querer tocar el cielo, seguiremos siendo tan mediocres como siempre. Mientras sigamos teniendo miedo, seguiremos mintiendo. Así hasta el final de los días, el "para siempre" continuará siendo una estafa universal y el "te quiero" una frase sin significado alguno. 


Todos sabemos que tenemos un príncipe o princesa que conseguir y que el destino nos brindará un amor "eterno". Pero preferimos deshonrar nuestra voluntad por no querer seguir las exigentes y complejas señales de nuestra vida. Preferimos mentir y llorar como niños. Al fin y al cabo, la única cosa que sabemos hacer los humanos desde que nacemos es llorar. Sin embargo, muchos nos limitamos a no aprender ni siquiera a sonreír. Por cobardía, por miedo. Pero olvidamos nuestros principios de lealtad y fidelidad, si es que alguna vez los tuvimos. Somos frágiles y débiles ante todo, y el amor es demasiado grande para nosotros. Quien sabe amar podrá tocar el cielo. Esa es la única manera de alcanzar la eternidad que un día Dios Padre le prometió a Jesucristo. Pero mentimos.

Y mentimos por dinero o por cualquier elemento material. Mentimos porque creemos que la traición nos traerá una recompensa, cuando en realidad no hay dinero que pueda recuperar nuestro orgullo, nuestra lealtad, nuestro honor y nuestra dignidad destruidos entre los engaños y las traiciones. Ni Roma ni la vida paga a los traidores por sus acciones, solo los castiga el diablo en el infierno. Y todo por falta de lealtad, el primer valor que los hombres olvidan. Y es que la grandeza de las personas se mide por la lealtad de sus corazones y la humildad de sus almas. Curioso, que pocos conocen el verdadero significado de estos dos valores que creerme, nada ni nadie pueden pagar. Ni muchos menos un billete o una insignificante moneda de oro. Todo porque el precio de nuestros principios es tan infinito que es imposible catalogarlos con un simple número.

PD: Siempre lo digo, espero que si os habéis molestado en leer estos párrafos, ante todo deseo que os hayan gustado y que os hayan hecho reflexionar. Si he podido influir en que os sintáis identificados con la entrada, sería un honor y un placer para mí. Ante todo, me gusta que disfrutéis con esta breve lectura, tanto como disfruto yo al escribir en mi blog. ¡¡¡Un placer y un abrazo para todos!!!



martes, 5 de marzo de 2013

Miedo: el peor de los temores

 
"No temas ni a la prisión, ni a la pobreza, ni a la muerte. Teme al miedo". Puede sonar contradictoria la frase de Giacomo Leopardi, pero no hay nada de falso en esta afirmación. Miedo, ese estado de agustia y nerviosismo que ninguna mente cuerda es capaz de superar. Miedo a amar, miedo a fracasar, miedo a la muerte, miedo a sufrir... Nada es más fuerte que el propio miedo que se apodera de nosotros. El miedo es silencioso, no se expresa con facilidad. Nos controla, nos posee, nos hace esclavos de nuestros propios corazones. No hay control de nada, solo pensamientos de horrible sufrimiento. El miedo nunca sale de nosotros, es el compañero más fiel. Jamás te engaña para marcharse con otro. Es como un doloroso cáncer sin cura que se reproduce cuando uno menos lo espera. Temer al miedo, el peor de los temores. Con esta reflexión inicial comienzo esta entrada sobre esta terrible emoción y este estado de ánimo que todos padecemos, y que no todos somos capaces de superar.
 
Miedo. Todos lo tenemos, por alguna circunstancia o por otra. Algún trauma, alguna imaginación conspirativa procedente del infierno, algún espíritu maligno... Malditos los demonios que traen el miedo a nuestras almas. Puros mentalistas que nos controlan a su antojo, como quieren y cuando quieren. Cosas de la vida, tan incomprensible como eterna. Tan grandiosa como inalterable. Solo ella escribe nuestra historia, que nosotros debemos padecer e interpretar. Empecemos por el miedo a lo desconocido. El más complejo y general. No saber el porvenir que nos espera, cuál será nuestro futuro... Millones de preguntas desesperadas que no encuentran respuesta en el alma. Angustia, impotencia, rendición y mucho, mucho sufrimiento. El miedo a sufrir, aquel peor que el propio sufrimiento. Temer sufrir ya es sufrir temor. Inevitable no rendirse ante el poderío de nuestro mundo. Al fin y al cabo, somos eternamente vulnerables, nadie puede negarlo.
 
 
 
Y caemos sobre nosotros mismos, buscando esa dichosa respuesta por el callejón negro de la tormenta, entre los destellos de los relámpagos que iluminan nuestra angustiosa alma. Entonces y solo entonces, podemos ver la sonrisa del miedo entre nuestros órganos, como si del malvado Jóker se tratase. Tal es nuestra imaginación, que hasta nosotros mismos nos asustaríamos de saber lo que podemos llegar a soñar. Miedo a lo imposible le llaman, o mejor dicho, miedo a fracasar en el intento. Cuantas veces habremos tenido un objetivo que nuestro propio orgullo no se ha atrevido a emprender. Tal vez nos arrepintamos cuando llegue el día de partir hacia el cielo, pero mientras somos seres terrenales, solo podemos dejar aparcados los sueños utópicos. Y todo por el miedo a fracaso: el único que impide el cumplimiento de cualquier sueño. Maldita sea nuestra mente cuerda y maldita sea nuestra locura del alma por hacernos soñar con lo aparentemente irreal. Cualquiera que lea estas líneas entenderá lo que digo. Mientras os rendís ante la evidencia, buscareis la razón de vuestro miedo y tratareis de deciros a vosotros mismos que luchareis por cumplir ese gran sueño. Pero os engañais, sabeis que no lo hareis. No luchareis por ese sueño tan imposible solo por no querer fracasar. Al fin y al cabo tampoco es tan relevante, ¿verdad? Mejor vivir con la ilusión de imaginar que con la certeza de intentar todo por sentir lo imposible. Porque lo único imposible es lo que no se intenta. Somos débiles y cobardes, porque todos sabemos que el miedo es natural de los prudentes, pero es de valientes saberlo superar.
 
 
Miedo a fracasar, miedo a amar. Van instintamente relacionados. Olvidamos el verdadero sentido del amor, perdemos la percepción de los corazones. Ignoramos que no hay nada como la pasión de conquistar el cuerpo de una princesa. Y todo por experiencias pasadas. Nos rendimos, hincamos la rodilla en el suelo como Boabdil al perder Granada en manos de los Reyes Católicos. Y lloramos, sin saber que a nuestro alrededor tenemos las señales que nos guiarán al camino del amor fraternal, ese que se guarda en las frías y melódicas calles de Filadelfia. Pero instintivamente, tememos a que nos rompan el corazón otra vez, dejando pasar miles y miles de trenes. No habrá época para arrepentimientos, no habrá sitio para los cobardes. Y estos no tendrán una chaqueta para ocultar sus avergonzados y melancólicos rostros bajo la lluvia. El éxito consiste en ir levantándose de cada fracaso, aprendiendo de cada experiencia. Podremos tener miles de desengaños amorosos, que solo serán caminos que nos lleven hacia nuestra persona ideal. No habrá lugar para los miedos y el sufrimiento. Solo existirán valerosos hombres en la batalla del amor, solo los más impredecibles y románticos conquistarán los eternos corazones de las doncellas. Por entonces, cualquier caballero sentirá miedo a perder, miedo a caer en el intento, pero jamás lo mostrará. Solo así nuestro orgullo superará la temible amenaza de la vida, el miedo. Como hizo William Wallace derrotando a los escoceses o David con Goliat, el orgullo pudo al miedo: el peor de los temores.
 
 
PD: Espero como siempre que os hayan gustado estas humildes líneas para vosotros. Me hubiese gustado que os identificaseis con la entrada, porque es el principal fin de estos párrafos. Siempre es un placer escribiros, y más sobre estos sentimientos tan comunes entre todos los humanos. Comentad si os ha gustado, me encanta que opineis. Y recordad que cualquier sueño se puede hacer realidad si dejamos a un lado el miedo a fracasar.