sábado, 22 de septiembre de 2018

Endimión

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¿Recordabas aquel cosquilleo en el estómago? ¿Recordabas aquellas noches en vela en las que dormías despierto como Endimión? Te pasabas las horas bajo las tinieblas esperando ese crepúsculo que iluminara tus ojos y acariciara tus labios. No parabas de contemplar las estrellas tratando de recrear esa primera vez. Las dudan te invaden. ¿Cómo fuiste capaz de armarte de coraje para intentarlo entonces? Maldita la madurez que te cohíbe. ¿A qué tienes miedo, pequeño? Decía Drew Barrymore que, si no tomas riesgos, tendrás un alma perdida. Quizás la mía haya estado deambulando sin rumbo durante demasiado tiempo. Suplicaba, ansiosa, que un barco la rescatara de navegar a la deriva. Años de naufragio, de "te quieros" perdidos entre el temor al rechazo y el complejo de inferioridad. Infinidad de días, de minutos y de segundos devorando mis entrañas como un despiadado caníbal. Al final del horizonte, solo Caronte se ofrecía a dar un digno rescate a mi ánima difunta. 

Pese a ello, sigo aquí. Si existe todavía algún recoveco intacto en mi corazón indefenso, Cupido ha decidido conquistarlo. La bandera del amor vuelve a ondear en un planeta inerte desde los años más intrépidos de la pubertad. Ella ha descubierto vida en mí sin darse cuenta. Apareciste como la Luna que acompaña mi movimiento incesante desde la lejanía. Ni siquiera en tus días de novilunio dejas de ser más brillante que todas las estrellas. Tú, hija de titanes, reencarnación de Diana, has logrado reflejar la luz en la opacidad de mi hermética coraza. ¿Qué es lo que te hace tan especial? Ninguno de los que me conocen dicen que eres la más hermosa del lugar. Pero yo sé que se equivocan. Vaya si se equivocan. Ilusos ellos que piensan que la belleza que atrae coincide con la belleza que enamora. 

Mis sentimientos no van por fuera; se han afincado dentro de mí. Ellos te quieren por lo que eres, no por lo que tienes. No veneran una esbelta figura. Tampoco anhelan los dorados cabellos de la Venus más espléndida de Boticelli. Ni siquiera buscan una atezada piel. Les basta con contemplar tu presencia menuda, tu pelo rojizo y tu pálida tez. ¿Alguna vez alcanzaste la plenitud junto a una persona? Eso es lo que tú me haces vivir. Cada sonrisa, cada palabra, cada confesión, cada carcajada, eriza el vello de mis brazos. ¿Sabes lo que es encontrar la afinidad y la complicidad con alguien? Yo nunca tuve esa posibilidad. Quizás fueron demasiadas las ocasiones perdidas. Ya no valen los lamentos. Las espinas siguen clavadas como puñales que me desangran. Sin embargo, tu mirada me arranca hasta la última astilla. 

Es extraño. Mi atracción hacia ti la forjaron las palabras. No hubo flechazo alguno que me encandilara. Fue el día a día quien me brindó la oportunidad de abrir el tesoro más deslumbrante que jamás había contemplado. Paradójicamente, ninguno de los soliloquios que te dedique me acercará hacia ti. Seguramente me leas sin saber que es a ti a quien te hablo y es a ti a quien te reclamo. O, quién sabe: lo mismo nunca sepas de ellas. Solo los hechos me llevarán hasta tus brazos. Una voz me dijo que debía ser yo quien diera el primer paso. Es probable que fuera la tuya. Perdóname si doy la zancada equivocada, pero estoy preparado para volar. Fuera miedos, fuera complejos. Basta de amores silenciosos y reprimidos. Ya comprendí que la vida no se da, se comparte. Y yo quiero compartirla contigo. Sé que pronto llegará el día en el que deje de ser aquel pastor anónimo de Caria para convertirme en el protector de tus sueños durante mi vigilia. Y créeme: no habrá dioses en el cielo ni humanos en la Tierra que puedan detenernos.