viernes, 1 de julio de 2016

Duele





Duele. Duele porque uno no comprende que el suelo de su casa se inunde y las paredes se cubran de humedades mientras al otro lado de la ventana el Sol luce radiante. Duele porque contemplas tu rostro descompuesto, magullado por unas cicatrices invisibles que todos conocen, pero que ninguna persona es capaz de encontrar. Duele porque la barba crece a borbotones tan pronto como cae, pelo a pelo, sin que nadie la añore. Todo lo que de ella ignoran es que fue lo último de ese amor fugaz. Y duele. Duele que la historia sea cíclica y de eterno retorno. Duele que vivamos infinitas veces sin saberlo y padezcamos las mismas penurias. Duele que el intelecto enferme de aburrimiento como el corazón de melancolía. Duele que no haya cura para la falta de voluntad. Duele que en un planeta lleno de agua sucia y corrompida la del Leteo no sea más que un anhelo de la imaginación y no un bálsamo para los menesterosos. Duele morir ahogado o sediento, duele morir de hambre o de exceso. Y duele. 

Duele nacer volando con las hadas. Duele crecer escuchando los cantos de las sirenas. Duele la niñez deshechizando a una bella durmiente con un beso. Duele una infancia donde la peor pérdida sea un zapato de cristal. Duele criarse en el país de Alicia. Duele ser rey en la piel de un principito. Duele sentirse diferente y creerse el más bello de los cisnes. Y duele. Duele porque la gravedad golpea nuestro vuelo con la fuerza de la caída. Duele porque las musas que encandilan con su canto corrompen los sentidos, manipulan los latidos y asesinan el amor que reside en las entrañas del impenetrable Ulises. Duele una madurez donde Judas otorga el beso más pasional. Duele una pubertad en la que los trenes no ofrezcan billetes de vuelta. Duele despertar del sueño de Carroll y derrumbarse como sus naipes y los castillos. Duele una vejez en el trono sin cordura y sin corona, como Lear. Duele ser un patito de otro plumaje y que sus alas de gigante le impidan caminar en soledad. Y duele.

Duele que nada sea como lo pintaron el primer día. Duele que las mejores virtudes sean los peores defectos. Duele que el mayor pecado sea la bondad. Duele ser asesinado por dar vida a mucha gente. Duele que la cura sea peor que la enfermedad. Duele que aquello que es para siempre sea lo más volátil. Duele que el odio sea lo más cercano a amar. Duele que lo perverso y satánico sea más seductor que lo divino, más bello que lo ideal. Duele buscar la abstracta eternidad en la sencillez de cada instante. Duele un "no siento lo mismo", la amargura de tus labios al probar el veneno del efímero placer. Duele el miedo al desengaño más que la consumación del mismo. Duele tirar la toalla y volver a intentarlo una vez más. Duele la opacidad de tu mirada en la penumbra de tu interior. Duele que tus ojos no brillen como la primera vez. Duele la rutina, la magia perdida. Duele fingir que todo está bien mientras te echo menos. Duele que el tiempo pase y a la vez ver que no pasa sin ti. Duele explorar tus sentimientos y encontrarlos vacíos, maniatados por la persuasión de una voz endemoniada. Duele saber que no eres dueña de tu destino. Duele que los cuerpos que un día se fundieron condensen sus pieles por separado lejos del epitafio de su tumba. Y duele.

Duele que todo termine de repente, sin un cómo ni un porqué. Duele que hasta el novelista más realista cree un final sublime para su historia, cuando nuestra existencia no permite ni una coma para culminarla. Duele querer cambiar de libro sin ser capaces de pasar página. Duele pedir explicaciones sin poder comprender. Duele escuchar sin querer oír. Duele aceptar tras ser rechazado. Duele el día del sí. Duele el enorme peluche con el que no te pude abrazar. Duele la París que no pudimos conquistar. Duele el Sena que no cerramos con un candado decorado con nuestros nombres. Y duele. Duele reaccionar sin estar preparado. Duele reorganizar el mañana sin superar el hoy ni olvidar el ayer. Duele modificar todo y hacer que no pasó nada. Duele recuperar la vista tras la ceguera y mirarse al espejo. Y duele. Duele porque uno comprende que el suelo de su casa inundado y las humedades de las paredes son las lágrimas que ha derramado y que han tatuado su cauce en cada mejilla. Duele contemplar con claridad que las cicatrices del rostro descompuesto y magullado son las heridas de tu amor. Duele que la barba que cae desaparezca por el desagüe para borrar las marcas de tus labios. Duele, porque la historia como el amor es cíclico. Duele porque volviste a ser tú, maldito Cupido, disfrazado de femme fatale. Duele que me hagas preso acusándome de un crimen que yo no cometí. Duele porque volví a darte todo hasta quedarme sin nada. Duele más, encima, porque me haces sentir culpable de tu insensibilidad. Duele que tus flechas clavadas como astillas me hayan vuelto a desangrar. Duele, porque toca volver a empezar. Y duele, porque volveré a caer de nuevo.