lunes, 31 de diciembre de 2012

Memorias de un inolvidable 2012

 
Todo comenzó con aquellas doce campanadas en la Puerta del Sol de Madrid el 31 de diciembre de 2011. Todo terminará con esas mismas doce campanadas hoy, 31 de diciembre de 2012. Un año bisiesto, 366 días han pasado desde aquella señalada fecha en la que empezó un largo 2012, un año de alegrías y tristezas, de trabajo y de satisfacción, de recuerdos inolvidables. Puedo decir orgulloso que ha sido uno de los mejores años de mi vida a pesar de algunos malos recuerdos que haya podido tener. He conseguido nuevas amistades, he crecido como persona, he experimentado nuevas sensaciones y he tenido a mi lado siempre a mi familia. Estas son las memorias de un inolvidable 2012.
 
1 de enero de 2012. Recuerdo una mañana grisacea y fría en Cuenca, como el día de hoy, pero no por ello era un día triste. El viento soplaba con dulzura en mi ventana, y golpeando mi feliz rostro, avecinaba un año fantástico para mis intereses. Y la sabia madre Naturaleza nunca falla en sus predicciones. Los primeros meses fueron duros, hubo que trabajar y estudiar mucho, pero ya se sabe que todo esfuerzo tiene su recompensa. Y vaya si la tuvo. Unas grandiosas notas (siete dieces y dos nueves en la evaluación final) y a disfrutar de las vacaciones. En medio de todo ese duro trabajo quedaba en mi memoria un curso escolar especial, era mi primer año en el instituto y puedo decir que el mejor de mi corta vida. Todos mis amigos eran magníficos, te acompañaban las risas y te consolaban las penas, nada malo que decir sobre ellos. Como no recordar aquella excursión de mayo al Guijo de Ávila (Salamanca) donde todos nos hicimos un poquito más amigos. Como no recordar aquella vez que volcamos la canoa. Como no recordar aquella excursión al Castillo de Zafra cuya ruta parecía más larga que el desierto del Sinaí. Tantos y tantos inolvidables recuerdos de aquel curso en primero no podían quedarse sin relatar en esta entrada.
 
 
Llegaba el ansiado mes de junio, atrás quedaba mi primer año como jugador de fútbol tras cuatro años en el fútbol sala (grandes recuerdos que tengo de mi primera experiencia al pisar un campo de césped con mis primera botas) y mi cuarto año como socio abonado del Atlético de Madrid. Y es que al hablar del Atleti se me pone una sonrisa de oreja a oreja. No podía olvidarme de mencionar en esta entrada al sentimiento más grande que recorre mi cuerpo. Ese que tantas veces me ha hecho sufrir en el Calderón y ese que me hizo estallar de alegría cuando ganamos por 3-0 al Athletic de Bilbao en la final de la UEFA Europa League en Bucarest. Nunca podré olvidar ese día, volvimos a ser campeones, y mi teléfono se llenó de llamadas emotivas de mis amigos colchoneros, aunque la mejor de todas fue la de mi abuelo, el que nunca se olvida de nosotros. Cada año que pasa les quiero más, y cada año que pasa siento que notaré más su ausencia cuando se vayan.
 
 
 
Así comenzaron las vacaciones de verano, en las que viví la mejor experiencia que jamás antes había conseguido experimentar. Día 26 de junio de 2012; mi padre, mi madre, mi hermano y yo nos subimos en el coche dispuestos a comenzar en Sarria el Camino de Santiago. La llegada a tierras gallegas fue especial, me sentía enrarecido entre los bellos paisajes que había en la comunidad gallega (donde, por cierto, nos trataron fenomenal) pero ilusionado de comenzar cuanto antes nuestra andadura hacia la hermosa capital de Galicia. Aunque el Camino no empezó nada bien (llegué extenuado a Portomarín y con una contractura en el hombro izquierdo) poco a poco comenzamos a coger el ritmo y a acostumbrarnos a las largas etapas que se nos proponían. Recuerdo con alegría la enorme paz que tenían todos esos lugares fértiles por donde pasábamos, incomparables con las secas llanuras de Castilla-La Mancha. Todo era diferente a lo visto antes por mis penetrantes ojos, incrédulos ante lo que veían. 
 
 
A medida que pasaban los días mi ilusión por llegar a Santiago se incrementaba. No quise ver en ninguna foto la espectacular fachada de la Catedral, porque quería tener una imagen imborrable de la primera vez que mis pies pisasen la Plaza del Obradoiro. Y vaya si la tuve. Pero antes de llegar a la ciudad compostelana, quedaban unos cuantos kilómetros por recorrer, imposibles de superar sin los enormes bocadillos de bacon que nos íbamos comiendo en cada bar por el que pasábamos. Aún guardo un recuerdo buenísimo de esos deliciosos bocadillos que nos ponían, casi de lo mejor del Camino. Porque lo mejor llega al final, cuando entre gaitas y estatuas vivientes, crucé los arcos que daban acceso a la Plaza del Obradoiro. Giré mi cabeza hacia la izquierda y allí estaba. Era la enorme Catedral de Santiago, la más bella de todas las que hay en España. Ni la de Sevilla, ni la de Cuenca, ni la de Burgos. Jamás vi un edificio tan bello como este. En medio de la alegría, mientras me quitaba mi pesada mochila, no dudé en hacerme cuanto antes esa ansiada foto que llevaba buscando desde mis primeros pasos por los caminos de Sarria.
 
 
Siempre con mi bandera de España a las espaldas (cabe destacar que ese 1 de julio en el que llegamos a Santiago se jugaba la final de la Eurocopa) entramos en el interior de la enorme Catedral, una maravilla para los ojos. Como una maravilla fue también el abrazo al apóstol Santiago (vaya, cuando le di una palmadita en su "espalda" pensé que me lo había cargado), una joya de la arquitectura. Más pendiente de observar cada rincón de la Catedral que de la misa, rememoré el esfuerzo que habíamos realizado hasta llegar a la capital gallega. Algo único e incomparable. Seguí pensando en ello mientras volvíamos a Sarria pasando por Lugo, donde estuvimos un pequeño rato descansando. Al llegar a la localidad donde empezó todo, solo nos quedaba disfrutar de la final de la Eurocopa. Y vaya si lo hicimos. Con un contundente 4-0, España venció a Italia y se coronó por segunda vez consecutiva en campeona de Europa. La guinda a un día inolvidable que terminaría a las 5:00 de la mañana cuando llegamos ya a Guadalajara en medio de un enorme cansancio pero con la satisfacción del trabajo bien hecho.
 
No dudé en contar mi experiencia a los amigos, con los que pasé numerosos días en la piscina. Fijaos que a mí no me gusta nada ir a la piscina, pero estas vacaciones la habré pisado más que en toda mi vida. ¡Qué grandes tardes hemos vivido allí! Dignas de una novela de Paulo Coelho o Miguel Delibes. Todo esto ocurrió a lo largo de un genial mes de julio, en el que salir por las tardes se había convertido en una maravillosa rutina.
 
 
Entonces tocaba irse al pueblo, la típica visita que siempre hacíamos a nuestros abuelos en verano. Una semana en tierras conquenses, donde hicimos de todo menos aburrirnos. ¡Si había hasta Internet! Así era imposible que uno se aburriese. Y es que en los pueblos todo cambia, no se trata de estar casa sino de no estar jajaja. He de decir que no soy muy rural, pero siempre está bien disfrutar de unas semanas fuera de la estresante y agotadora ciudad. Pero sin tiempo casi para volver a Guadalajara, tocaba visitar a los otros abuelos, como siempre en época de fiestas. Y en las fiestas de los pueblos no se puede ni descansar un segundo, entre bailes, juegos, innumerables partidas de cartas... Y más con los grandes amigos que tengo allí, en ese diminuto pueblo llamado Collados. Aún recuerdo esas carreras de karts que echábamos todos (madre mía la velocidad que cogió el kart la primera vez que le pisé a fondo) y esos concursos de disfraces en los que uno se partía de risa con los disfraces del resto. Y es que las fiestas de los pueblos son incomparables.
 
Sin embargo, llegaba el momento de volver a casa. Si, era el momento de regresar a Guadalajara, ese 27 de agosto en el que nada más regresar a nuestro dulce hogar, nos tocaba ir rumbo a Madrid. Volvía el Atleti, bendito Atleti. Menuda alegría me dio cuando ganaron 4-0 al Athletic, aunque mayor fue el éxtasis de la Supercopa de Europa donde, alucinado, disfruté como un enano de la exhibición de los de Simeone ante el Chelsea. Eran días de celebración y no era para menos. Agosto fue otro mes inolvidable en el que solo me quedaba decir ¡¡¡Gracias Atleti!!!
 
 
Ya quedaba poco para volver a la rutina, así que solo nos quedaba disfrutar al máximo de los últimos días de vacaciones. Entre ellos se encontraba el más especial de todos, ese mágico 6 de septiembre en el que yo había llegado a la vida 13 años atrás y en el que no nos quedaba otra que disfrutarlo con la familia y los amigos. Y es que los cumpleaños no se producen todos los días... Por lo que pasarlo bien se hace imprescindible.
 
 
Justo el día después de mi "cumple" empezaban la fiestas de Guadalajara. Nunca las había vivido tan intensamente como este año, donde nuestra nueva peña me hizo disfrutar de lo lindo día sí y día también cada vez que salíamos a la calle. Creo que no hay nada como pasarlo bien con los amigos, y en estos días eso era una maravillosa constumbre. Tal vez fuesen las dos mejores semanas del año junto con la semana final de junio, porque nunca había disfrutado tanto como esos 15 días. Aunque no todo fueron alegrías, ya que un maldito virus me hizo pasar las peores 24 horas en mucho tiempo. Vómitos, fiebre, dolor de cabeza... no quiero recordarlo. Dio la casualidad que me ocurrió justo en el primer día de instituto. Será que no me sentó nada bien volver a la rutina...
 



Maldita rutina, pensaba mi cabeza. Se acabó la fiesta, tocaba volver a empezar, volver a trabajar duro para obtener éxitos. Tres meses largos hasta las Navidades actuales. No me puedo quejar de lo vivido este trimestre, largo por los estudios, divertido por las numerosas anécdotas que me han ocurrido: la vuelta a los entrenamientos de fútbol, esa excursión magnífica a Las Rozas, los numerosos cumpleaños de mis amigos, la creación de este maravilloso blog, la visita de mi amiga Sara desde Pamplona... Son tantos y tantos los momentos vividos, tantas y tantas las personas conocidas, que en este 2012 no puedo quedarme con una sola experiencia vivida. No todo han sido alegrías: mi familia ha tenido sus problemillas, nos ha dejado gente muy querida a la que conviene recordar, he sufrido (como casi siempre) desengaños amorosos de los que se debe aprender... En definitiva, ha habido días muy tristes, momentos de soledad profunda, de ánimo melancólico... Pero haciendo balance, en este 2012 las sonrisas han superado a las lágrimas. Y esto ha sido gracias a todos los que cada día haceis posible que el Sol alumbre con sus rayos vuestras profundas miradas.
 
No soy una persona que piense en el futuro más lejano, pero para este 2013 deseo ante todo salud (que es lo más importante y sin ello no se puede vivir), poder mantener las notas que he sacado durante este año, que mi Atleti gane algún que otro título y, ante todo, deseo sentirme tan querido por todos vosotros como en este 2012. En definitiva, quiero disfrutar de un 2013 con todos vosotros (como espero que vosotros disfruteis de mi). ¡¡¡Feliz año 2013!!!
 
 
 
 

 
 
 


martes, 25 de diciembre de 2012

Navidad: una nube de recuerdos


Hoy es 25 de diciembre, hoy es Navidad. Para algunos es un día muy especial, para otros es un día familiar y para otros es un día cualquiera. Pero la Navidad es única, más allá de que podamos considerarlo como un día comercial. Navidad es una nube de recuerdos alegres de la infancia y tristes del presente, pero que se sumergen todos en el dulce aroma de la ternura y la cordialidad. Navidad es estar con la familia, y poder disfrutar con ellos un año más, sin saber qué pasará al año siguiente. Navidad es, simplemente, Navidad.

Miro atrás en el tiempo mientras escucho una emotiva canción de Perales. Recuerdo todos esos 25 de diciembre pretéritos y no puedo evitar sacar una sonrisa. Eso felices recuerdos de niño, esa Nochebuena en la que no podía dormir soñando con ver alguna vez la aparición de Papá Noel, pero que siempre acababa sucumbiendo en mis sueños fruto del cansancio. Recuerdo esas madrugadas en las que mi padre, ilusionado, me levantaba mientras que yo, casi sin abrir los ojos, corría por los pasillos de mi casa en busca de esos ansiados regalos que un día había pedido. Recuerdo con alegría como mi madre me hacía fotos con todas esas cosas que había pedido, y recuerdo como mi padre montaba cada artilugio de Playmobil que me pedía. Qué bonitos recuerdos, asomarse por la ventana y ver esa fría pero soleada mañana en la que solo se observaba a los niños estrenando sus juguetes con una sonrisa que no cabía en su oreja. Qué bonito era sentirse el chico más feliz del mundo con esos regalos tan simples pero tan valiosos. Qué emotivos esos recuerdos, qué bonita era nuestra infancia.

Pero Navidad no es todo alegría, solo hay que mirar un presente que jamás mejorará el pasado. Nos miramos ahora, tristes por hacernos mayores, y solo vemos nuestra ilusión perdida entre los años. Solo vemos esa envidia que nos da observar como ese hijo del vecino de 5 años saca su triciclo con la mayor ilusión del mundo mientras nosotros nos levantamos, sin pena ni gloria de la cama, rememorando esos tiempos en los que ese mismo triciclo era nuestro mayor tesoro. Solo en ese momento, valoramos lo que tuvimos, porque nunca valoraremos lo que tenemos hasta que no crezcamos más y más. Y nunca seremos felices hasta que un día, cuando todo vaya a terminar, nos arrepintamos de todos esos momentos que nunca disfrutamos de verdad. Es Ley de Vida, como que cada año se vaya algún ser querido, al que recordemos en esas cenas maravillosas de Nochebuena con toda la familia. Cada vez disfrutamos menos de esas reuniones familiares, que solo se producen una vez al año y en las que cada año se discute más y los problemas son mayores. La vida cambia, a veces se entristece, pero Navidad es Navidad. Y todos los problemas se olvidan, y solo se disfruta de la cordialidad y del cariño de la gente.
 
Porque no todos los días nos reímos tanto como cuando uno de la familia intenta descorchar el champagne, o no todos los días ponemos tanto empeño en hacer la cena como en Nochebuena. Y es que, queramos reconocerlo o no, la Navidad es más que un regalo. Es amar y recordar a los desdichados, ser amado por los misericordiosos, y olvidar las diferencias entre todos para poder brindar un año más mostrando la unión entre todos los miembros de una familia. Y es que en un brindis se diluyen todos los problemas de la vida, insignificantes cuando tenemos a los nuestros cerca. Brindemos no por una bicicleta o por una camiseta, sino por la unión de nuestros corazones que siempre estarán juntos, estemos donde estemos. Un brindis por todos vosotros. ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
 
 
 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Si el mundo acabase mañana...

 
Como si de mi último artículo se tratase, empezaré estas sensibles y tiernas líneas de palabras hablando del tema más incandescente de estos días: el fin del mundo. Improbable para algunos, real para otros. Estos párrafos van dedicados a todas aquellas locuras que cualquier ser humano y terrenal como yo estaría dispuesto a hacer antes de la llegada de la trágica Apocalipsis. Solo se muere una vez, así que debemos hacerlo con honestidad.
 
Si el mundo acabase mañana querría que las armas quedasen enterradas bajo las enormes capas de tierra del Desierto del Sahara. Pueden haber peleas, discusiones, alegrías, tristezas... pero nada hace más daño que las armas. Cuantas tragedias vividas por estas máquinas de matar, cuanto dinero perdido entre el viento de un frondoso bosque por la fabricación de estas lacras. Muchos han soñado con el fin de esta sangría, pero nadie lo ha conseguido. Siempre habrá guerras y siempre habrá muertes. Y es que la guerra sólo comprueba una cosa: que el ser humano sigue siendo un inhumano. No lloremos por un mundo que lucha, luchemos por un mundo que llora.
 
 
 
Si el mundo se acabase mañana querría que todos fuésemos iguales y que nadie fuese marginado por su raza, religión o sexo. Muchos lo intentaron, pocos lo lograron. En el recuerdo están Luther King o Mandela (personas admirables en mi corazón) que unificaron una idea y un sueño, la igualdad entre blancos y negros. Aunque, por desgracia, muchos no entienden que solo existe una única raza que es la humana. Da rabia pensar que el humano sea tan estúpido de pelearse contra sí mismo, pero esa es la realidad. Pero algún día, esa realidad cambiará por completo (de hecho ya lo está haciendo).
 
 
 
 
Si el mundo acabase mañana querría que el hambre no existiese en nuestro diccionario y que el cáncer fuese un simple signo del zodiaco. Resulta sorprendente que las personas simples como nosotros seamos recordadas como héroes sin valorar las penurias de la vida mientras que aquellas personas grandiosas que sufren cada día por sobrevivir son olvidadas por una horrenda sociedad. Nunca llegaremos a valorar nuestra suerte, la que nos permite poder recordar a esta gente resguardados bajo un techo y un plato de comida mientras estamos 100% sanos. No lo entendemos y nunca lo haremos. Y espero que ojalá, alguna vez, nadie pueda entender lo que es pasar hambre y sufrir las penurias de enfermedades tan trágicas como el cáncer. Y es que si alguna vez deseais morir, recordar a los que lo hicieron sin desearlo.
 
 
 
 
Si el mundo acabase mañana, me gustaría contar todos mis secretos y hacer realidad mis sueños. Secretos, aquellas palabras que susurramos en los oídos ajenos con la esperanza de que no se difundan. Nadie quiere contarlos, todos quieren saberlos. Paradójico pero verdadero. Sí, sé que puede resultar complicado de explicar y hacer pero debemos cumplir nuestros secretos antes de que llegue un momento que sea demasiado tarde. Vivir nuestro sueño y hacerlo realidad, es el objetivo por el que cada persona se levanta día a día. Y sí, yo tengo mis sueños, como el de encontrar a mi dulce princesa con la que viajar y formar una familia. Pero esos son otros temas, cuestiones de fé e ímpetu, pero relacionadas con esto. Podría contar millones de deseos, pero me quedaría sin párrafos para ello. Lo que si hay es tiempo para cumplirlos (y mucho).
 
Hay tantas cosas que me gustaría cumplir antes de que todo terminase mañana, pero no acabaría. Y es que no busco el mundo perfecto, sino mi mundo perfecto. Porque la perfección global no existe, pero sí la de uno mismo. Y el que crea encontrar lo perfecto, será el más imperfeccionista de todos. Si el mundo acabase mañana, querría deciros antes que os quiero con mi alma, y que disfrutaría de vosotros allá donde estuviese. Espero que os haya gustado y sensibilizado el artículo. Hasta siempre.
 
 

martes, 11 de diciembre de 2012

Imaginar o soñar: La esencia de una corta vida

 
 
Este sábado no fue un día cualquiera, como cualquier 8 de diciembre que se celebra desde 1980, aquel año en el que Mark David Chapman asesinó a John Lennon (un genio de la música y un referente en la paz mundial). No fue un día normal porque entre mis sábanas calientes como un apasionado beso bajo la luna, mis oídos se levantaron escuchando cada una de las notas que conforman aquella maravillosa melodía que Lennon maquinó en su cabeza allá por los '70, esa melodía llamada Imagine. Hoy un genio como él no está con nosotros (comprensible, porque los genios solo se van jóvenes hacia los altares dorados del cielo), pero donde quiera que esté, estos humildes párrafos basados en los sentimientos de mi corazón van dedicados a él. Descanse en paz, Mr. Lennon.

domingo, 25 de noviembre de 2012

"Cómete el mundo Pablo"

 
 
Antes de iniciar estos humildes y emotivos párrafos que te quiero dedicar, quería mencionarte Pablo en esta introducción de dicho texto. Me gustaría recordarte que todo lo que te escriba aquí es únicamente tuyo, y que espero que cada palabra que escriba mi desdichado corazón llegue al tuyo en forma de una emoción muy fuerte y sobre todo, en forma de sonrisa. Esto es para ti, querido amigo mío.

Como tú bien sabes, la vida es muy dura, ya que nuestro pasado marca el futuro. Por eso, cuando nos sentimos solos, tristes y abandonados, miramos en el tiempo, y recordamos esos tiempos en los que teníamos una sonrisa en nuestros labios. No hacía mucho tiempo que ocurría eso, pero actualmente parece que eso sucedió en otro siglo. El mundo cambia muy rápido y nadie nos asegura que el día de mañana estemos aquí para disfrutar de esta maravilla que es la Tierra. Por eso, debemos intentar disfrutarla. Pero el pasado marca. Duele recordar esa época en la que disfrutábamos con ciertas personas que ya no están aquí, que nos han dejado para ascender al glorioso cielo de los inmortales. Dios siempre se lleva el cuerpo de los seres terrenales más grandes, pero su alma es inmortal. Nos quitó a Gandhi, a Luther King, a Michael Jackson, a Freddie Mercury... Siempre nos quitan a las grandes personas. Pero esa gente vivió para hacernos felices, y no se fueron para hacernos llorar. Sé que cuesta contener las lágrimas al recordar a alguien al que ya no puedes abrazar ni besar, pero entenderás que él siempre está ahí en cada amanecer, en cada atardecer, diciéndote "Cómete el mundo Pablo".
 
 
 
¡Qúe duro me resulta decirte todo esto! Es emotivo hasta para mí recordar esos tiempos en los que éramos unos niños y nada nos preocupaba, veíamos a nuestra familia feliz y solo nos dedicábamos a soñar y a disfrutar. A jugar y a jugar. Pero todo eso ha pasado, y lo pretérito ya no cuenta en esta vida. Cuesta asimilar que ya no somos esos inocentes críos que jugueteaban por los pasillos de su casa y que los problemas y el estrés de nuestras vidas va cada vez en aumento. Pero nuestros sueños se mantienen intactos, y por muy difíciles que sean, nunca cambian, y son los que guían nuestra vida. Siempre digo que la única diferencia entre los hombres es la espontaniedad de cada corazón, hacer lo que nuestros sentimientos digan en cada momento. Y tú tienes muchos sentimientos y sueños que cumplir, y entre ellos todos los que tu padre no llegó a lograr en persona. 
 
Y es que la vida es muy larga, y siempre recibiremos más reveses que alegrías. Pero en esos momentos de hundimiento, de tristeza profunda, es cuando toca levantar la cabeza, mirar hacia el Sol radiante y ver la sonrisa de un padre que nunca te dejará solo, y que siempre te acompañará día a día, susurrándote al oído en voz bajita "Cómete el mundo Pablo". No tengas miedo a hacer nada y cómete el mundo, porque puedes demostrar lo gran persona que tu padre te hizo en esos días en los que podís abrazarle y reirte a su lado. Cómete el mundo, porque en los momentos de máxima dificultad y cansancio siempre vas a tener ese espíritu de superación y grandeza que te otorgó tu padre antes de marcharse al cielo dorado. Y cómete el mundo, porque tu padre te crió para ello, y él desde los altares de la eternidad, estará observando todo lo que tú hagas, y seguro que ahora mismo estará sonriendo al ver lo orgulloso que te sientes por él. El alma no muere, y los sueños del corazón tampoco. Lucha por él, y "cómete el mundo Pablo". Hazme caso, cuando peor te sientas, mira por la ventana, observa el cielo moviendo las grisaceas nubes y repite junto a tu corazón, al grito del viento, "Cómete el mundo Pablo". Entre esas nubes grises, estará tu padre mirando como le intentas encontrar y se sonreirá, y mientras tú le buscas convencido, él repetirá como si fuese tu eco "Cómete el mundo Pablo". 
 
 
 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Paradojas de la vida: Ganas de reír y motivos para llorar

 
Paradojas de la vida. Hoy es uno de esos días donde el corazón solo tiene motivos para llorar, para sacar todos los sentimientos melancólicos que lleva en su interior, en cada latido. Miras a la calle, apoyado a la barandilla de tu balcón, y lo único que encuentras es el aire moviendo las nubes que tapan el Sol y los árboles sin hojas que añoran tiempos pasados donde las flores daban color a nuestro mundo. ¿Dónde han quedado esos tiempos en los que sonreír era una rutina? Ahora están por el aire, yéndose lejos, muy lejos, a un lugar donde nunca los volveremos a encontrar. Las penas se ahogan en cada lágrima que sale de nuestros ojos, tan bellos cuando el alba los ilumina, y tan desoladores cuando el mar de la tristeza los ahoga. Entonces esas lágrimas empiezan a escribir palabras y a buscar una simple respuesta a miles de preguntas que descomponen nuestra cabeza.
 
Desgraciadamente, esa respuesta nunca se encuentra. Y esos sueños que un día parecían tan reales se diluyen en la brisa triste que produce una soledad profunda. No hay pasado que se pueda recuperar, ni esperanzas de futuro que parezcan una realidad. Parece el fin, ese punto de no retorno donde solo queda la melancolía de un corazón indefenso. Las ganas por mostrar nuestras perlas que tenemos en la boca en forma de una gran sonrisa se ahogan en un presente desolador. Solo queda cerrar nuestros ojos y no volver a llorar, para soñar con nuestra princesa que nunca podremos encontrar. Tantas cosas que la mente puede imaginar y tantas cosas que no se pueden expresar. Otra paradoja de la vida.
 
Hay razones del corazón que la razón no entiende. Qué gran frase, ¿verdad? Tantos sentimientos que tenemos y que hemos tenido al encontrarnos con una bella chica y que nunca hemos sabido expresar por miedo a perder, a ser ridiculizado. Ahora recordamos ese pasado, esas oportunidades perdidas por no querer fracasar, cuando en realidad lo único que nos esperaba era la gloria. Tan cerca y tan lejos de tener al lado a nuestra chica perfecta, con la que algún día habíamos soñado con recorrer juntos las frías calles de Filadelfia o las amorosas calles de París.
 
 
En ese momento, los sueños pretéritos vuelven a sacarnos una sonrisa entre el mar de lágrimas en el que seguimos sumergidos. Pero donde hay una sonrisa, hay esperanza. Y en el amor lo último que se pierde es la fe. Así es como otra vez, mientras la Luna intenta hacerse un hueco entre las nubes, recuerdas la mirada limpia y tierna de aquella princesa que conquistó ese humilde corazón. Y vuelves a soñar con esa dulce voz que decía tu nombre todas las mañanas, y vuelves a sentir ese cosquilleo en el estómago que te daba el cruzarte con ella. Mientras ocurre todo esto, el cielo se despeja y las brillantes estrellas colorean un ennegrecido cielo. Una de ellas clava su mirada en la tuya, y entonces es cuando observas el rostro de aquella Diosa de la que te enamoraste (como un día hizo el romano Marco Antonio con la egipcia Cleopatra) y te dice "ven conmigo, aún es posible".
Probablemente todo esto sea como un sueño (pensamientos que parecen inalcanzables para un ser terrenal) pero la fe mueve montañas y a través de la fe nacen nuevos sueños, por lo que si los sueños son tan grandes como las montañas ¿por qué no pueden ser reales? La vida son constantes estados de ánimo, y mientras nos hundimos en nuestras lágrimas, nacen nuevos sueños que podrán sacarnos una sonrisa. Así es el amor. Paradójico, pero real =D