sábado, 17 de marzo de 2018

Oasis

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Despiertas. Te miras al espejo y no ves al más bello del reino. Te sientes pequeño, vulgar. Tus ojos no hacen más que observar a un tipo feúcho y menudo. Una barba descuidada oculta los granos que sangran por el cuello al afeitar. Tus labios se llenan de pellejos y heridas por el frío del alba y la ausencia de tu boca. Tu pelo, casposo y escaso, cae lento pero imparable obedeciendo a los estándares de la genética. Tus dedos, callosos de tanto escribir y sin uñas que morder, tratan de acariciar los últimos vestigios de suavidad de cada mejilla. Tu tez, áspera y mugrienta, anhela sin esperanza una yema que la recorra. Tus dientes, sucios y amarillos, buscan en la oscuridad de sus pupilas un destello de pureza. Debió ser un resplandor tan efímero que resultó hasta imperceptible. Quizás nunca existió. Unos lo llaman imposible. Otros lo llaman amor.

Nunca lo sabré. Mi vida, la de ese cuerpo mustio y frágil, se ha convertido en un ejercicio de distopía. Un puñado de supuestos e hipotéticos sucesos llenan mi cabeza vacía de certezas. Sueños insustanciales, situaciones irreales. Demasiado para un corazón indefenso. No te confundas, te quiero tal y como eres. Me gusta mi apariencia. No siento complejo ni vergüenza, solo frustración. Créeme, sé que eres especial. Lo percibo en cada susurro, en cada palabra. Eres capaz de erizar la piel de cualquiera que lea una de tus líneas. Has visto llorar a tus seres queridos con cada una de tus cartas. Has sacado enormes sonrisas en momentos de miseria. Un silencio sepulcral retumba cada vez que tu voz empieza a hablar. Pero, ¿cómo convencer a alguien de que eres diferente? ¿Cómo hacerles ver que detrás de ese envoltorio se esconde el más hermoso de los tesoros? 

Acéptalo. Hasta el más devoto necesita evidencias. Creemos en lo que vemos, pero algunos son tan ciegos que solo ven unos ojos cuando nos miran a la cara. ¿Cuántos habrán pisado las ruinas de Tenochtitlán sin reconocer su grandeza? ¿Cuántos habrán visto molinos en una tierra habitada por monstruos? Resígnate. Esto no es para ti. No es hogar para mentes que tocan el alma. No es lugar para corazones que hacen 'proesía'. No es mundo para los que dicen "te quiero" con la mirada. No es tierra para los que contemplan con nitidez aquello que es invisible a los ojos. No es la casa para los que perciben en este texto algo más que palabras. Asúmelo. La vida es un proceso de desaprendizaje. Cumples años y te das cuenta de que no hay príncipes azules ni cuentos de hadas. Que los Reyes son los padres y el lobo no es el malo en el cuento de Caperucita. Y no, lo de Magritte tampoco es una pipa. 

Admítelo. Ni siquiera crees en tu propia existencia. No hay Descartes que pueda persuadirte de ello. Quizás Dios tampoco existiera. Quizás nunca lo hizo. Quizás fueras tú quien lo matara. Te comprendo. Sientes que todo es una mentira. Incluso ese imposible llamado amor, esa verdad impuesta con la que te apuñalaron hasta desangrarte. Te abrasaron las retinas con esas caricias, esos besos, esos cuentos. Te secaron los ojos. Te los arrancaron. Le gritaste a los cuatro vientos que la amabas. ¿Y dónde está? Ya no la encuentras por ninguna parte. Por estos lares la lluvia ya no moja y el fuego ya no quema. Te has hecho resiliente a su abandono, y eso que nunca estuvo en tu regazo. Y, sin embargo, naufragas por el desierto de la deriva en busca de ese oasis que te haga despertar de este sueño llamado vida. 

Ella, mi oasis. Esa agua bendita del Leteo que convierta mi cordura de manicomio en un atisbo de locura quijotesca. Jamás la vi, y aun así la sigo buscando. Pero mírame. Ni Molly Bloom desvarió tanto mientras yacía con Leopold en su cama. No hay soliloquio que pueda acallar esta tristeza. Mi pequeñez eclipsa la inmensidad de mi ingenio. Mi resignación apaga cualquier resquicio de pasión. No, no existe brillo en este envoltorio. No busques manos que lo abran, porque nadie te espera. Solo tú. Tú y tu circunstancia, en busca de encontrar en ti mismo el cariño que no te darán. Porque solo tú eres la excepción que confirma la regla. Solo yo soy mi oasis de paz.