sábado, 29 de junio de 2013

Silencio: El más fuerte y expresivo de todos los ruidos


Lento el viento sopla, veloz el tiempo vuela. Callado tras mi ventana, busco el profundo horizonte nocturno en silencio, mientras soy esclavo de mis palabras. Bella forma de describir mi estado actual, similar a la escena inicial del videoclip de November Rain. Pero ni existe lluvia de noviembre en este pequeño lugar, ni pastillas que curen depresiones de amores no correspondidos, ni tormentas que se avecinan para aterrorizar nuestras almas sensibles y miedosas. Es el silencio quien empapa mis oídos de lágrimas, similares a las gotas de agua que calan las calles de mi añorada ciudad de Londres (cuánto deseo tus calles, cuánto añoro cumplir ese sueño tan cercano y ahora tan lejano de pisar tus charcos, de volar tus edificios, de sentir tu aire). Es el silencio quien se convierte en la medicina de esas aventuras amorosas que nunca emprendí, pero que siempre me arrepiento de no haber realizado. Como buen ser humano, como buen hombre idiota, valoro más lo que nunca he realizado por encima de lo logrado. Como buen amigo, es el silencio también quien hace mis oídos estallar ante el más atronador de los ruidos. Con su infinita fuerza, me susurra y me recuerda que el silencio es la virtud de los locos, como ya mencionó en su día el filósofo británico Sir Francis Bacon. Maldito sea el destino por concederme el defecto de ser esclavo de mis palabras, y no el rey del silencio: el más fuerte y expresivo de todos los ruidos. 

Inquieto pues me encuentro, escuchando como Slash interpreta los dulces acordes de su guitarra en plena lluvia de noviembre, mientras Axl Rose contaba la historia de su boda y el suicidio de su mujer durante nueve minutos. Nueve eternos minutos en los cuales no corre el tiempo. Imborrables, maravillosos. Y sin embargo, es la lluvia de noviembre, aquellas dichosas gotas por las que todo fanático suspira, las que lo expresan todo. Las palabras no dicen nada. Y entonces me recuerdo que todo humano es preso de sus sueños, esclavo de sus palabras. ¿Tal es la grandeza del silencio que es capaz de convertirse en la expresión de los bondadosos desamparados y en la peor mentira de los traicioneros ocultos? Suspiros angustiados se escuchan detrás de las paredes. El silencio es angustia, el silencio es indiferencia. Sufrir en silencio. Qué dichosa sensación. Soportar los sollozos y los apretones permanentes de nuestro pecho, sin pronunciar ni una sola palabra. Ni una maldita palabra. Todo por ti, dichoso amor. Siempre presente en la vida de los terrenales, bien para darnos momentos de éxtasis o penuria, de énfasis o lujuria. De alegría y odio, de la nada al todo. Qué paradójico. Todo en silencio, desde los besos más soñados y apasionados en esa fría y emotiva lluvia de noviembre hasta la soledad más eterna y profunda. 


Es el silencio, aquel que ríe y llora, aquel que se impone en la alegría y la tristeza, el mejor de los aliados ante el dolor. Dolor, aquel que padecieron los judíos ante el Holocausto, aquel que padecieron los negros en el Apartheid. Terror, miedo, pavor recorrieron las almas de esos sufridores. Pero siempre simplificados en el silencio. Fue en silencio cuando Nelson Mandela, en su celda de la cárcel de Robbie Island, compuso esos dieciséis versos que le acompañarían en la posteridad, durante sus 27 años de calvario en la prisión sudafricana. Fuerza, confianza, honor ocuparon el alma del gran Madiba en ese período imborrable de la historia. Siempre simplificados en el silencio. Bendito o maldito, ángel o demonio, pero siempre presente. Siempre susurrando al oído, siempre estallando nuestros sentimientos, nuestros indefensos corazones. "Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena", afirmaba un hombre tan sabio como la vida misma, Mahatma Gandhi. Bombas, cañones y pistolas atronaban las noches en vela de Auschwitz y Nagasaki, así como las prisiones de negros en Durban. Solo el silencio se apoderó de las temerosas almas de los inocentes y torturados. Aquel silencio que reinó en el fin de la guerra. No se necesitaban palabras, una mirada bastaba, un paisaje sobraba. Era el silencio, el más fuerte y expresivo de todos los ruidos. 


Recuerdo lo que es pasear libremente por el Elisio, silencioso y solitario, despoblado y deshabitado, como Russell Crowe a su muerte en Gladiator, y pienso en el valor del silencio. Elisio por el que camina Kurt Cobain desde hace 19 años, cuando decidió morir feliz que vivir en pena (aquel que afirmó aquello de que los silencios dicen todo y las palabras no dicen nada), aquel por el que andará Mandela en breve, si el Dios que fuere le permite descansar con la paz que merece, la que Kurt no tuvo en vida. Seguro que antes de eso, Madiba tendrá un sueño, en silencio. Como aquel que tuvo hace no muchos años, el de unir a blancos y negros. En silencio, como estos humildes y expresivos párrafos que estoy escribiendo a cada segundo, a cada instante. En silencio, como mis deseos de comerme el mundo, y de ser correspondido a mis romances.  Como mis sueños de ver el cáncer como un simple signo del zodiaco, o guerra como un simple juego de cartas, o de globos de agua si cabe. Agua de lluvia, de lluvia de noviembre. La que añora Slash con su guitarra, la que reclama Axl Rose con su letra melancólica y enternecedora. Así anochece, así sonrío. Sin nada que decir, porque está todo dicho. En un segundo de placer, en una vida llena de paz. En silencio: el más fuerte y expresivo de todos los ruidos.


PD: Como siempre suelo comentar en cada una de mis post-datas finales, espero y deseo que os hayáis emocionado y sentiros identificados con cada una de mis palabras. Ha sido una entrada bastante emotiva y especial de escribir, puesto que me he inspirado en varios gustos de mi vida que me llegan al corazón. Gustos como es mi admiración hacia Nelson Mandela o mi predilección por los Guns 'n' Roses y esa maravillosa canción que es November Rain. Con ella quiero dejaros, seguro que la habéis escuchado en varias ocasiones. Os recomiendo la lectura de su letra, tan impactante y emotiva como la canción, tan fuerte y expresiva como el silencio. Un saludo y ser felices.








domingo, 23 de junio de 2013

El tiempo: El único ejecutor de su propio destino


"El amor hace pasar el tiempo, el tiempo hace pasar el amor", afirmaba un sabio proverbio italiano. El tiempo, tan caprichoso como el destino, tan abstracto como el propio amor. Quizá sea uno de los temas más interesantes que he tratado jamás. Caprichoso, porque se para cuando suspiramos, cuando dejamos todos nuestros alientos desgarrados en busca de ese momento amoroso inolvidable para nuestros corazones. Caprichoso, porque pasa tan rápido que en el mínimo instante que lo dejamos marchar, nunca lo volveremos a recuperar.  Abstracto, porque todos hablan de él sin comprender la magnitud de su grandeza y relevancia. Las manijas del reloj son solo la simplificación de un juego que varía tanto como quiere, aunque siempre en la misma dirección. Así es el tiempo, el único ejecutor de su propio destino. 

Miro atrás en el tiempo y confieso que tengo miedo, mucho miedo. Me resulta terrorífico recordar todo lo que fuimos y no somos ahora, todo lo que pudimos llegar a ser y no llegamos, todo lo que prometimos y no cumplimos. Terrorífico, porque todavía existen pedazos de aquellos sueños que ahora parecen tan insignificantes que ni siquiera cobrarían su importancia bajo las arenas del desierto. Miro hacia el futuro, y siento temor. Temor por no conocer el destino que me depara, por pensar que si todos mis sueños pretéritos fueron enterrados, por qué no van a ser olvidados los de ahora. Confieso que el tiempo ha cambiado mis percepciones, sin olvidar todo lo que pensaba en antaño. Y esos cambios, tan imperceptibles como la llegada de la noche y el día en la Tierra, me asombran. Y me entristecen. Quizá antes tuviese más ilusión y rebeldía por conquistar el tan deseado amor por cualquier hombre. Ahora solo soy una caricatura de ese chaval pequeñito, iluso e inocente. Son solo trece años, pero los suficientes para alcanzar madurez y experiencia en mí mismo. Cómo cambian las cosas en mí, cómo cambian las cosas a mi alrededor. Malditos caprichos del tiempo.


"La gente joven está convencida de que posee la verdad. Desgraciadamente, cuando logran imponerla ya ni son jóvenes ni es verdad". Algo similar a lo que afirmó Jaume Enrich nos ocurre en esta sociedad imperfecta. Amor fraternal, honestidad, sinceridad... El tiempo se encarga de enterrar todas las mentiras. ¿Qué es un 'para siempre' en el tiempo, cuando ni siquiera nuestras vidas son eternas? ¿Qué es la verdad sino un cúmulo de grandes engaños? Hace un tiempo que supe que una buena vejez es un pacto honrado y sosegado con la soledad. Confieso en este tiempo eterno que prometí un día no abandonar la soledad si no era por ese amor fraternal que quizás no exista ni en las calles de la ciudad que lleva esa denominación. Ni Filadelfia es ya la 'Ciudad del Amor Fraternal', aunque siempre nos quedará París. ¿O quizá tampoco? Estúpidas reflexiones las mías, que hacen llevar mi cordura hasta este punto de locura debido a que veo pasar el tiempo por mi ventana, entre nubes de tormenta que iluminan con rayos y magnifican con la lluvia un beso de dos enamorados. Y yo aquí sigo, viendo pasar el tiempo en mi ventana, esperando señales de la Alquimia que nunca llegan, o que se disuelven en el olvido. Quizá sea la distancia la que martirice todo, pero eso ya es otra historia. 


Sin embargo, la vida como los sueños son un ciclo permanente. Nacen unos, se desarrollan otros y finalmente acaban muriendo. Pero, el tiempo, como la Mano que lo dictamina todo, siempre encuentra un final perfecto para nosotros. Porque si ese final no ha sido el adecuado, es que todavía no ha terminado nuestra historia. Porque solo triunfa en el tiempo aquel que cree en la belleza de sus sueños, porque solo el tiempo permite resarcirnos de aquellas decisiones inadecuadas del pasado. Y en ese intento de cumplir todo lo que un día enterramos, en ese intento de recordar que el humano es el único ser terrenal que con sus actos en vida puede alcanzar la eternidad, aquí sigo. Soñando, como un niño maduro. Ocultando mis intenciones, sonriéndome por dentro sabiendo que lo mejor está por llegar. Por mucho que la frustración nos golpee, seguimos siendo presos de nuestros sueños. Caprichos del tiempo. Caprichos, como que me otorgue el don de seguir escribiendo, aún a sabiendas de que aquellos enamorados que se besaron bajo mi atenta mirada alegre y entristecida, honesta y algo envidiosa, nunca me leerán. Aún a sabiendas que pocos guardarán estas líneas en su recuerdo. Aún a sabiendas que esa chica que quiero que el tiempo ponga a mi alcance en una sola oportunidad de cumplir mis sueños ni siquiera sabrá de mi objetivo. Así pasa mi vida, soñando y pensando en el futuro, porque es el lugar donde pasaré el resto de mi vida. Así pasa el tiempo, el único ejecutor de su propio destino. 


PD: Espero que hayáis leído esta entrada y que os haya gustado e identificado, que es lo importante. He intentado mezclar confesiones mías con el tema a tratar, aunque siempre con el fin de que os sintáis como si fuesen vuestros propios sentimientos. Durante este verano espero escribir bastante por este blog, ahora que tengo tiempo libre. Me encantaría que os pasaseis siempre que podéis, ya que escribo con la finalidad de ser leído y de influir en vuestros pensamientos. Finalmente, como reflexión sobre este tema tan abstracto que es el tiempo, os voy a dejar unos versos del poeta estadounidense Walt Whitman que espero que os sirvan en el futuro. Como conclusión final, nunca desistáis en vuestros deseos, porque el tiempo siempre dará la oportunidad de cumplir nuestros objetivos. Un saludo y ser felices.



lunes, 17 de junio de 2013

Felicidad: La que define lo que somos y no lo que tenemos


"La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos". Benditas palabras las tuyas, Henry Van Dyke. Tú, tan amante de la escritura y reflexivo como yo, encontraste tu propia definición de felicidad. Yo, con trece largos años a mis espaldas, soy un simple novato en busca de ella. En busca de la felicidad. Ese sentimiento tan invisible como la grandeza de los dioses, a los cuales todos idolatran sin haberlos llegado a ver. Así es la felicidad, todos hablan de ella sin haberla conocido. Todos creen que se encuentra en el ser ajeno, cuando la poseemos nosotros mismos. Porque si no somos felices con nosotros mismos, ¿quién nos va a hacer? Pero, ni está tan lejana como creemos ni tan cerca como nos dicen. Dentro de un corazón feliz, han de haber lágrimas que resaltaran en la oscuridad. Dentro de una sonrisa, han de haber existido miles de llantos y lamentos. Porque para alcanzar la gloria, se ha debido probar millones de veces las mieles del fracaso. Y en ella, es esa felicidad, se encuentra nuestra paz, nuestra armonía. Bendita libertad que nos hace disfrutar de cada uno de los momentos que nos dejan sin aliento. Libertad acompañada de esclavitud, luz acompañada por la oscuridad. Así es la felicidad, libre y singular. La que define lo que somos y no lo que tenemos.

Son los deseos aquellos que me hacen felices. Son los sueños utópicos los que me hacen sentir libertad e ilusión por la vida. ¿Para qué contarlos? Simplemente hay que creer en ellos, nunca decirlos. Secreto de la felicidad lo llaman. Benditas picardías las suyas. Echo la vista atrás en el tiempo, recuerdo todo lo sentido por mi alma y veo que la felicidad es un simple juego de niños, como un escondite. Siempre está presente en nosotros, en nuestras almas, pero escondidas. Escondida, como sus secretos. Pero siempre permanece, como el Sol cuando se pone en esos románticos atardeceres que solo los enamorados se detienen a observar. Siempre ha de existir un lado pícaro en nuestras mentes terrenales, capaces de encontrar la felicidad. Como un juego de niños, como un divertido juego de niños. Paradójico, ¿verdad? Sin embargo, en ocasiones sus escondites son excesivamente inaccesibles o perfectamente ocultos entre la negra oscuridad de un alma atormentada. Dejamos de creer, dejamos de soñar. Todo al limbo, todo al olvido. Ni siquiera las señales de la naturaleza nos permiten descifrar las pistas en el misterioso camino hacia la felicidad. Cuestión de fe, lo llamamos. Pero al igual que creemos en los dioses, no creemos en nosotros. Curioso, creer en lo invisible y no confiar en nuestra propia realidad. Cosas del sentido común, el menos común de los sentidos. 


Así llega nuestro miedo a amar, nuestro miedo a ser felices. Estúpidos, ilusos, pesimistas. Malditos acomplejados que rehuyen la mirada por cobardía. Somos esclavos de nuestros sueños, sabiendo que la felicidad es la libertad de imaginar lo inimaginable, de soñar con lo aparentemente imposible. Pero lo único imposible es lo que creemos que no podemos lograr. Nos sentimos inferiores a nuestros deseos, frágiles ante la grandeza del objetivo que queremos cumplir. Pero no hay límites entre la libertad, en el camino de los sueños que simplifica una sonrisa sincera. Todo depende de nosotros, de cómo y cuánto creamos en nuestras fantasiosas almas. Grandes, grandiosas almas. Ya está bien de falsas modestias y resignaciones impotentes. David (honrando a mi nombre) derrotó a Goliat, nosotros derrocamos a nuestros sueños. Y los cumplimos, y sufrimos. Pero lo conseguimos. Estúpidos, ilusos, pesimistas. Son aquellos que emplean más empeño en aparentar que son felices más que en serlo. Son aquellos que dicen haber tocado el cielo sin ni siquiera haber logrado disfrutar de una pisada en la Tierra. Son aquellos mentirosos que aparentan ser lo que no son, son aquellos que ponen más empeño en su disfraz externo (algunos lo llamáis cuerpo, yo lo llamo la gran farsa de las personas superficiales que somos) que en la realización de sus conquistas mediante la belleza interna. Porque lo externo es llamativo, lo interno es conquistador. Y es lo interno, lo que somos, lo que define realmente nuestra propia felicidad. 


Seguramente pocas personas creerán en sí mismas, leerán esto e ignorarán mis palabras, sin saber la grandeza de cada uno de mis sentimientos. Seguiremos creyendo que amor, libertad, felicidad, valentía y demás son palabras con un significado simple y común. Pocas propondrán cambiar su forma de pensar, lo sé y lo admito. Pero cada una de estas humildes palabras, cada letra que este blog expresa, siente una enorme carga de sinceridad y esperanza que algún día se verá recompensada. Cuando todos los valores dejen de ser algo más que palabras. Mientras tanto, seguiré creyendo, seguiré soñando en que estos párrafos influirán en la conducta de cada ser que lo lea, y que cambiarán sus temores para siempre. ¿Quién no sueña por caminar en el Elisio, felizmente junto a su princesa? Mientras ella acaricia tu piel, se recuesta en el hombro del hombre y recorre suavemente tu dulce mejilla con sus labios de fresa, todo eso recordando que no es el pasado quien construye los sueños del futuro, que no es la cobardía la mayor de las valentías. Que sin sufrimiento no hay gloria. Que sin fe no hay objetivo, que sin andar no hay camino. Nos sonreímos y recordamos la belleza de esos momentos que nos dejan sin aliento, de esos segundos que demuestran que la felicidad se mide por instantes en nuestro destino, y no por épocas. Por sonrisas sacadas y no por lágrimas derramadas. Solo así seremos libres, solo así seremos felices. 


PD: Espero que esta entrada vuelva a influir tanto en vuestros corazones como una de las últimas que publiqué sobre la anorexia. Insisto, solo busco la identificación de vuestros sentimientos en los míos, y que sintáis la belleza y sinceridad en mis palabras. Espero que todo lo comentado en estos párrafos sirva para modificar vuestra conducta y, quien sabe, si para ser más felices en el futuro. Espero que sí. Un saludo a todos y recordad que la felicidad no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. 




lunes, 10 de junio de 2013

Historias de una amiga muy especial


Pongo mi música, preparo todo otra noche más, y respiro. Respiro para dejar mi mente en blanco, para activar mi memoria que tanto y tanto recuerda, y tanto y tanto olvida. Lo hago para contar una bonita historia, digna de cualquier relato de todo literato romántico, clásico o realista. Lo hago para hablar de algo más que una amiga, lo hago para hablar de una de las personas más especiales para mí. Quizá la distancia quiera separarnos, quizá solo quiera darnos un respiro antes de volver a encontrarnos. Donde quiera que estés, y no muy lejos de mí, sé que vas a leer estas humildes líneas que como tú me has pedido, irán para ti. Por nuestra amistad y por esos años juntos que el viento ni las cenizas podrán enterrar en el olvido. Va por ti Rocío.  

Quién sabe el inicio exacto de cada epopeya, quién sabe el significado del final de las mismas. Lo bonito de cada historia, es no tener que buscar respuestas, simplemente disfrutar del relato. Fue todo tan deprisa, que ahora volvería atrás parando el tiempo en cada instante que me hacía sentir en la gloria, en la eternidad. Fueron tres primeros años sin apenas contacto, tres primeros años en los cuales no nos dirigíamos la palabra, tres años que solo eran el preludio a una maravillosa historia que el destino se disponía a contar. Tampoco encuentro respuesta a ese sentimiento que tantas y tantas veces recorrió mi cuerpo, en otros tres años fantásticos de mi vida, los que me hicieron sentir el amor verdadero. Amor, ese sentimiento que nos produce mariposillas en el estómago, esa sensación que nos eleva por encima de lo terrenal. Esa pasión que convierte lo utópico en real. O al menos, se intenta. Porque recuerdo la primera vez que te dirigí un 'te quiero' frente a ti. Recuerdo la vergüenza que pasé, pero nada podía frenar mi deseo de conquistarte. Qué tendría tu mirada que me encandilaba. Qué tendría ese cabello dorado, más brillante que el Sol, que me maravillaba. Preguntas sin respuesta que no podía solucionar. Juro que nunca, en mis 10 años de vida, había sentido algo igual. Podía decir que estaba enamorado.


No era lo mismo que otras veces, era algo indescriptible. Durante tres largos (y cortos a la vez, paradójico) años, en los cuales no paraba de desear los besos de una misma persona, el amor de una chica de pequeña estatura capaz de matarme con una mirada. Sonrío, recordando quizá la parte más aventurera y valiente de mi pasado. Fue un precioso reto que como en toda etapa de la vida, no sabe valorar hasta que lo dejamos atrás. Quizá no disfruté de ser una persona enamorada en su momento, quizá me precipité varias veces, pero solo busqué el amor de una maravillosa chica. Una chica de la que, ahora mismo, disfruto mucho más. La experiencia es la mejor compañera de viaje en cualquier persona y la verdad me siento orgulloso de todo lo que ocurrió tiempo atrás. Nunca me arrepentiría de todas las cosas que intenté por conquistar tu alma. Y creo que el hecho de no conseguirlo me hizo una mejor persona y más fuerte, mucho más fuerte. 

Fuerte, como nuestra amistad. Esa que conservamos desde que comenzase todo en infantil, con 5 años, y que ha llegado hasta ahora. Pero es esa, nuestra verdadera amistad, la que ha recorrido miles de kilómetros, la que ha vivido historias dignas de las mejores novelas dramáticas, la que se ha fortalecido en estos dos últimos años. Cuando menos nos vemos es cuando más nos añoramos. Y esta nostalgia que siento por volver a estar juntos, como en esos tiempos en el colegio, pero esta vez de una manera diferente. Esta vez disfrutando de una verdadera amiga. Lo curioso, es que tengo la corazonada de que lo mejor está por llegar.  Y llegará. Porque todo lo que deseamos en esta vida, las estrellas del firmamento tratan de guiarnos para cumplir esos sueños que se harán reales. La experiencia me mostró la dificultad de los retos, pero no la imposibilidad de llevarlos a cabo. Y por supuesto, la experiencia me demostró, que las grandes amistades y las mejores amigas nunca se pierden. Va por ti Rocío, por la historia de una amiga muy especial.





domingo, 9 de junio de 2013

Anorexia: El terror de nuestra sociedad hipócrita e ilusa


Otra tarde de domingo más me siento ante ti, mi blog, mi vida, para expresarle al mundo lo que siento. Algunos pensarán que es una maravillosa virtud el interior de las personas, todos dicen amar la personalidad de cada uno de los seres terrenales que somos nosotros. Hipócritas, ilusos. Decimos amar la lluvia cuando nos protegemos de ella con un paraguas. Hipócritas, ilusos. Decimos amar al Sol en cada alba cuando nos ponemos gafas y crema para evitarlo. Hipócritas, ilusos. Decimos que conocemos el amor fraternal cuando dejamos tirados a nuestros seres queridos por un simple bien material. Hipócritas, ilusos. Y lo peor, creemos que la mayor virtud de una princesa está en un cuerpo delgado y esbelto, que oculte las penas de una chica infeliz por no encontrar ese idiota que la haga sonreír de verdad. Hipócritas, ilusos. Así somos y así es nuestra 'maravillosa' sociedad. Como aquel hidalgo al cual servía el pícaro Lázaro en El Lazarillo de Tormes. Aquel que compró miles de títulos para aparentar ser un hombre noble, rico y de alto rango, cuando moría cada día por una migaja de pan. Vivimos tras ese disfraz que oculta la mayor verdad de nuestras vidas: que todo lo que nos rodea es una mentira permanente. Disfraces prejuzgados, máscaras estereotipadas que suponen el prototipo ideal de una chica perfecta. Terrorífico, escalofriante, que lo más preciado de una mujer sea su vulnerable cuerpo, sus pechos o su trasero. Bulimia, anorexia... Luego todos hablamos de combatir contra ello. Violencia de género, que lo paremos dicen... Hipócritas, ilusos. 

En la vida me dijeron que un hombre ha de ser una persona con principios, que no se deje influenciar ni cambiar por nadie, y que sepa amar el lado más dulce de una mujer, aquel que se encuentra escenificado en la dulzura de su voz, el resplandor de su sonrisa y la sinceridad de su mirada. Me enseñaron a querer a las personas, no sus disfraces. Me enseñaron a disfrutar del puzzle que conforma cada ser humano, no de cada pieza. Y me enseñaron a creer más en lo que digo, y no decir más de lo que creo. Eso es de hipócritas, de ilusos. Seguramente, en esa época más juvenil todavía, no me contaron que en esta sociedad superficial no valorarían tu forma de pensar, no valorarían tus escritos. Pobre de mí, creyente de todas las mentiras. Y las que me quedan. Me dijeron que había que confiar para alcanzar la honestidad. Amor fraternal, belleza interior, igualdad, respeto... Eran más que palabras. ¿A quién le importa ahora que un adolescente se indigne y avergüence de ser uno más? ¿Un maldito humano más? Ni siquiera podemos creernos superiores a los animales. Ellos aman, ellos no atacan a quien no les amenaza, ellos no disfrutan con el dolor ajeno. Ellos no tienen estereotipos, ellos no abandonan. Y ellos no tienen miedos que contar. No existe una cárcel para el sexo femenino. Una cárcel que sí imponen los que creen que el hombre es el más poderoso de todos los sexos. Ilusos. Ellos, los animales, no son esclavos de sus cuerpos, presos de las palabras ajenas. Ellos no se esconden tras unas lágrimas tan disimuladas como fáciles de reconocer. 


Lo dejamos pasar, aprendemos a convivir con el dolor. Dispuestos a complacer al primer idiota que adora el trasero de una mujer. Dispuestos a dar la razón al primer acomplejado anónimo que se dispone a llamar "gorda" a cada una de las princesas que componen este mundo. Porque está mal visto y es de hipócritas llamar "princesa" a cualquier chica que lo merece, pero si es justo y necesario denominar "guarra" y "puta" (perdonar mis expresiones, pero son ejemplos que vemos cada día presentes) a cada chica que se esfuerza día a día por ver ante sus ojos el chico ideal que se rinda ante sus encantos. Porque toda chica tiene su encanto, y no en ese disfraz superficial en lo que convertimos nuestro cuerpo. La satisfacción de un buen disfraz no complace las razones de nuestro corazón indefenso. Paradójico, pero real. Pasarán los años, y los chicos seguirán mintiendo a las chicas, las chicas seguirán complaciendo a los chicos por su buen cuerpo intentando imitarlos. Y así girará la rueda de nuestra sociedad superficial. ¿Alguien es capaz de negarme que no estoy en lo cierto? Ira, odio, rabia e impotencia se mezclan en mi alma. ¿De qué puede servirme a mí que alguien me dé la razón como a los tontos si no me escuchan? Seguirán muriendo mujeres, seguirá tapándose que más de un 2% de personas padecen anorexia, se seguirá complaciendo los deseos del hombre, y nos seguiremos enamorando del disfraz de cada persona que es nuestro cuerpo. 


Pero creerme, un disfraz puede gustar, puede parecer atractivo, pero es la persona quien enamora. Y la grandeza de cada persona se esconde detrás de cada disfraz o de cada máscara superficial. Ahora todos nos pondremos a decir que miraremos en el interior de las personas, que si un cuerpo gusta pero la personalidad enamora... Hipócritas, ilusos. No creemos en lo que decimos. Buena prueba de ello son los que arriba nos ocultan las verdades que les placen en forma de mentiras. Mentiras que nos hacen vivir como esclavos, como súbditos, como vasallos. No todo es tan fácil como parece, ni tan difícil como lo ponemos. Pero nos asquea saber cada uno de los errores de nuestra sociedad. Nos asquea sacar todos los defectos, todas las imperfecciones. Y nos asquea que todas las verdades que creemos decir como los héroes del pueblo son la mayor farsa dentro de nuestras almas. Somos hipócritas, ilusos. Y lo sabemos, y nos duele. Pero, ¿qué hacer para cambiarlo? Los principios quedaron enterrados en las cenizas del olvido. Ahora con callar y no criticar, con vivir controlados y sin libertad a cambio de nuestro silencio, nos encontramos genial. Manipulados, engañados, esclavizados, como toda mujer que cae presa en las garras de todo imbécil. Todo por retocar un disfraz que es nuestro, que nadie debe cambiar. 


En estas últimas líneas de esta entrada, recuerdo como de costumbre una grandiosa frase de Kurt Cobain (que en paz descanse) que decía lo siguiente: "Se ríen de mí por ser diferente, yo me río de ellos por ser todos iguales". Y creemos que pensamos igual que el gran Kurt. Hipócritas, ilusos. Todos queremos tener el mismo disfraz: un cuerpo delgado y curvas esbeltas, un trasero perfecto, unos pechos voluminosos... Y resulta que queremos presumir de únicos, de especiales, cuando buscamos llevar el mismo disfraz. Todos con el mismo disfraz: con la gorra de marca, con una falda de un tremendo dineral, con unos tacones que no nos dejan ni andar... Todo por los silbidos de un degenerado, o los 'cumplidos' de un superficial. Para qué ser especiales. ¿Verdad, chicas? Para qué ser felices tal y como somos nosotras, para qué disfrutar del amor con la persona que sabe apreciar nuestro disfraz, y no el estereotipo de miles de millones de personas. Buscamos ser diferentes decimos, cuando nos basamos en el mismo modelo de toda chica. Hipócritas, ilusos. ¿Y para cuándo decir "basta"? Estamos esclavizados a ser presos de la misma Mano, cuando hemos de ser los amos de nuestro destino, los capitanes de nuestras almas (por cierto, que grande eres Mandela). Ya está bien de vivir en una sociedad donde nos escondemos para hacer el amor, mientras que la violencia se practica a plena luz del día. Ya está bien de vivir subordinados al pan y al circo de los mandatarios. Porque solo creyendo en que lealtad, sinceridad, honestidad, orgullo, honor y valor son algo más que palabras, solo así podremos cambiar lo que a nadie le interesa cambiar. Porque es el Gobierno quien debe temer al pueblo, y son las mujeres las que deben generar el respeto de los hombres. Por eso son las más deseadas, por eso son las princesas. Y esas son las que enamoran.


PD: A diferencia de otras entradas, no busco que os guste, sino la propia reflexión. Nada cambia si no deseamos que cambie. Nada se cumple si no se desea. Y nada se lleva a cabo si no se cree en la posibilidad de cumplir el objetivo. La meta es solo la satisfacción del camino recorrido. Muchas han sido las personas que han logrado cambiar el mundo. Quizá yo, quizá miles de personas solas no podamos. Pero todos juntos, diciendo "basta" y amando nuestras personas por encima de nuestros cuerpos, podemos ser al menos felices y sentirnos orgullosos de donde venimos. Solo espero que esto sirva para actuar, porque recordar chicas, TODAS sois princesas. Y que nadie os haga pensar lo contrario. Ahora, ¿qué vais a hacer? Espero que con esta pregunta final tengáis la determinación necesaria para seguir adelante y para que anorexia, bulimia y maltrato dejen de formar parte de nuestro diccionario. Y sobretodo, para que esta sociedad deje de ser hipócrita e ilusa, y recupere la credibilidad que algún día dieron ciertos soñadores. 




jueves, 6 de junio de 2013

Paz interior: La satisfacción del orgullo, el honor y los principios


Noche relajante en paz y armonía del 6 de junio del 2013. Resulta paradójico que en el Día del Diablo y todos sus demonios del infierno (06-06-2013= (0+6=6) (0+6=6) (2+0+1+3=6) Resultado: 666, el número del demonio) todo resople con la tranquilidad de un día de invierno, donde la estufa calienta el remanso de paz en el que se convierte mi humilde morada nevada en la parte exterior de mi ventana. Quizá falte la estufa, pero se mantiene el calor y la tranquila soledad que rodea mi pequeña habitación, donde tantos y tantos párrafos he escrito. Por cierto, maldita gematría que quiere transformar mi mente en una conspiración de paranoias mayores que la de cada uno de los locos soñadores que permanecen entre las terribles rejas de un manicomio. Maldita la mente, maldita su locura. Bendita eso sí la paz que proporciona, la satisfacción que nos produce. Miro y pienso en la cantidad de pensamientos que recorren mi cabeza en milésimas de segundo. Para que luego digan que los humanos no podemos hacer más de dos cosas a la vez. Recuerdo y valoro la belleza de todo lo que tengo a mi alrededor, como si decenas de vasos de vino hubiesen emborrachado mi cuerpo sin tener cordura alguna. Sin embargo, mi sentido común está más aplicado que cuando don Ramón Gómez de la Serna afirmó que este era el menos común de todos los sentidos. Paradojas, sí, como la paz interior que rodea mi cuerpo. ¿Por qué esta satisfacción en mi alma? ¿Por qué estas mariposas que rodean mi cuerpo cuando el agobio de la rutina debería comerme por dentro? ¿Por qué este remanso de paz entre el día más oscuro, tenebroso y maligno? 

No me gusta buscar respuestas a las preguntas, porque cuando obtenemos las soluciones, la vida nos modifica cualquiera de las cuestiones que nos habíamos realizado anteriormente. Y vuelta a empezar, y vuelta a perder el tiempo en el porqué de las cosas. Sin embargo, me gustaría comprender cómo este oasis en el desierto, cómo este momento de paz rodea mi figura. Tiro del recuerdo y veo la cantidad de tareas que aprietan la soga del estrés y el agobio que se encuentra bajo mi sombra, y me relajo. Miro cada situación compleja que me queda por resolver, y la olvido por minutos. Miro los sueños que poco se me están escapando y me siento indiferente y despreocupado ante ello. Ni siquiera me pregunto qué demonios me pasa. Solo dejo ir la frustración, como si sintiese en mí cada respiración profunda y relajante de la princesa que por mucha nostalgia que me genere, no me hace llorar. Ni siquiera me hace sentirme frustrado y lamentarme a mi suerte. Simplemente disfruto de sentir amor en mi alma, como lo hice en mi pasado. Pocas veces disfrutamos de sentir amor y solo nos preocupamos del objetivo, cuando el camino hacia el corazón de nuestra doncella es lo más apasionante antes del primer beso. Historias paranoicas que produce mi paz interna. Miro atrás en el tiempo (como fascina vivir de las bonitas experiencias) y recuerdo la independencia que tuve en cada decisión que tomé. Ni siquiera me arrepiento de los errores que pocas veces me hacen dormir tranquilo, sino que me siento orgulloso de cada uno de los caminos que elegí tomar. Sonrío, y respiro en paz. 


Como si de un flashback se tratase, se me viene a la mente todas aquellas personas que un día quisieron hacerme llorar de tristeza. Quizá no lo expresé por fuera, sí lo hice, y mucho, por dentro. Esos amores no correspondidos, esa angustia esperando respuestas a tus preguntas que se te hacían incómodas y pesadas... Siento indiferencia por ello. La vida, como otras muchas enseñanzas, me ha demostrado que nunca hay que lamentarse por el camino no escogido, sino mirar hacia delante en el que un día creímos que fue el correcto. Y aunque no fuese el sendero adecuado, todo camino lleva al mismo destino. Con más o menos dificultades, pero todo lleva hacia Roma. O hacia París. O hacia Filadelfia. O hacia nuestra princesa ideal. Mejor dicho, cualquier camino lleva hasta nuestros sueños. En nuestro orgullo, en nuestro honor, en nuestra endereza por decidir sin remordimientos el camino que escoger, ahí se encuentra la grandeza de nuestra figura. Y observo todo lo que poseo a mi lado, y sé que puedo estar satisfecho por mi andadura. Sin regalos de nadie, pero con el orgullo y el honor de cualquier ser terrenal admirable. Porque por algo somos amos de nuestro destino, por algo somos capitanes de nuestras almas. Por algo Mandela nos dejó estos versos latentes en un papel con tinta de una pluma usada y vieja comos sus arrugas, pero tan juveniles como su espíritu esperanzador y soñador. Porque nada ni nadie puede influir en lo que queremos lograr, porque el deseo de cumplir las utopías generadas por nuestras mentes tan cuerdas y alocadas es mucho mayor que el empeño de cualquier piedra del camino por frenarnos. Podremos caer, pero nunca quedarnos en el lugar donde quisieron hacernos desistir.


Leyendo todo esto siento que vivo en un mundo paralelo a la cruda realidad que nos azota a cada humilde humano que cada vez tiene menos garantizada su subsistencia. Quizá sea bipolar, quizá no. Quizá me sienta en otro mundo, quizá no. Pero lo único que sé es que me siento especial, satisfecho del orgullo, honor y principios que rodean mi corazón. Mayor es mi paz entre el caos cuando pienso que dentro de este tenebroso bosque que tantas encrucijadas esconde, lo mejor está por llegar. Seguramente ha llegado ya, y el tiempo solo está esperando el momento idóneo para ir a buscarlo. Siento fuerza en mis principios, los que me hacen creer más en lo que digo y no decir más de lo que creo, los que me hacen elevarme hacia mi propia inmortalidad, los que me hacen salir a la calle y me proporcionan la memoria necesaria para recordar qué y quién soy. Quien es solo la forma de la función, qué y qué soy, un chico con una dulce mirada, hambrienta de sueños, llena de ilusión, apasionada en su alma. No tengo los dotes de expresión de Hugo Weaving en V de Vendetta, pero todos esos sueños que rodean mi figura me harían volar hasta en un simple avión de papel. Bonita metáfora, preciosa paradoja. Soy un soñador, es mi forma de jugar y disfrutar de este juego. Hace tiempo que perdí la vergüenza en expresar lo que deseo, por muy utópico que parezca. Por indiferencia, por satisfacción, por orgullo, por honor, por mis principios que dicen que con esfuerzo, sacrificio y lealtad nada es imposible. Por la paz interior que redondea mi alma y que ni el diablo está dispuesto a poner en duda. Por el destino que se dispone a revelar la luz del alba y que ni el viento puede hacer volar en su locura.


PD: Espero que hayáis disfrutado la entrada y que sintáis lo mismo que yo expresado en estas humildes líneas. Sentiros especiales y hacerlo ver al mundo, puede que no seamos los mejores pero nadie es mejor que nosotros. Os animo a buscar  la paz interior, a sentiros orgullosos de vosotros mismos, a seguir vuestros principios y a escoger vuestro camino sin que nada ni nadie os frene. Cerraré estas líneas como siempre despidiéndome, quizá vuelva a la cruda realidad de la tristeza de la rutina. Pero hacerlo, aislaros, recordad en todo lo que os ha hecho felices y lo que os hizo mejores personas al llorar. Y disfrutadlo, y sentiros orgullosos de todas las experiencias que habéis vivido. Y recordad: lo mejor está por llegar.