domingo, 25 de noviembre de 2012

"Cómete el mundo Pablo"

 
 
Antes de iniciar estos humildes y emotivos párrafos que te quiero dedicar, quería mencionarte Pablo en esta introducción de dicho texto. Me gustaría recordarte que todo lo que te escriba aquí es únicamente tuyo, y que espero que cada palabra que escriba mi desdichado corazón llegue al tuyo en forma de una emoción muy fuerte y sobre todo, en forma de sonrisa. Esto es para ti, querido amigo mío.

Como tú bien sabes, la vida es muy dura, ya que nuestro pasado marca el futuro. Por eso, cuando nos sentimos solos, tristes y abandonados, miramos en el tiempo, y recordamos esos tiempos en los que teníamos una sonrisa en nuestros labios. No hacía mucho tiempo que ocurría eso, pero actualmente parece que eso sucedió en otro siglo. El mundo cambia muy rápido y nadie nos asegura que el día de mañana estemos aquí para disfrutar de esta maravilla que es la Tierra. Por eso, debemos intentar disfrutarla. Pero el pasado marca. Duele recordar esa época en la que disfrutábamos con ciertas personas que ya no están aquí, que nos han dejado para ascender al glorioso cielo de los inmortales. Dios siempre se lleva el cuerpo de los seres terrenales más grandes, pero su alma es inmortal. Nos quitó a Gandhi, a Luther King, a Michael Jackson, a Freddie Mercury... Siempre nos quitan a las grandes personas. Pero esa gente vivió para hacernos felices, y no se fueron para hacernos llorar. Sé que cuesta contener las lágrimas al recordar a alguien al que ya no puedes abrazar ni besar, pero entenderás que él siempre está ahí en cada amanecer, en cada atardecer, diciéndote "Cómete el mundo Pablo".
 
 
 
¡Qúe duro me resulta decirte todo esto! Es emotivo hasta para mí recordar esos tiempos en los que éramos unos niños y nada nos preocupaba, veíamos a nuestra familia feliz y solo nos dedicábamos a soñar y a disfrutar. A jugar y a jugar. Pero todo eso ha pasado, y lo pretérito ya no cuenta en esta vida. Cuesta asimilar que ya no somos esos inocentes críos que jugueteaban por los pasillos de su casa y que los problemas y el estrés de nuestras vidas va cada vez en aumento. Pero nuestros sueños se mantienen intactos, y por muy difíciles que sean, nunca cambian, y son los que guían nuestra vida. Siempre digo que la única diferencia entre los hombres es la espontaniedad de cada corazón, hacer lo que nuestros sentimientos digan en cada momento. Y tú tienes muchos sentimientos y sueños que cumplir, y entre ellos todos los que tu padre no llegó a lograr en persona. 
 
Y es que la vida es muy larga, y siempre recibiremos más reveses que alegrías. Pero en esos momentos de hundimiento, de tristeza profunda, es cuando toca levantar la cabeza, mirar hacia el Sol radiante y ver la sonrisa de un padre que nunca te dejará solo, y que siempre te acompañará día a día, susurrándote al oído en voz bajita "Cómete el mundo Pablo". No tengas miedo a hacer nada y cómete el mundo, porque puedes demostrar lo gran persona que tu padre te hizo en esos días en los que podís abrazarle y reirte a su lado. Cómete el mundo, porque en los momentos de máxima dificultad y cansancio siempre vas a tener ese espíritu de superación y grandeza que te otorgó tu padre antes de marcharse al cielo dorado. Y cómete el mundo, porque tu padre te crió para ello, y él desde los altares de la eternidad, estará observando todo lo que tú hagas, y seguro que ahora mismo estará sonriendo al ver lo orgulloso que te sientes por él. El alma no muere, y los sueños del corazón tampoco. Lucha por él, y "cómete el mundo Pablo". Hazme caso, cuando peor te sientas, mira por la ventana, observa el cielo moviendo las grisaceas nubes y repite junto a tu corazón, al grito del viento, "Cómete el mundo Pablo". Entre esas nubes grises, estará tu padre mirando como le intentas encontrar y se sonreirá, y mientras tú le buscas convencido, él repetirá como si fuese tu eco "Cómete el mundo Pablo". 
 
 
 

sábado, 24 de noviembre de 2012

Paradojas de la vida: Ganas de reír y motivos para llorar

 
Paradojas de la vida. Hoy es uno de esos días donde el corazón solo tiene motivos para llorar, para sacar todos los sentimientos melancólicos que lleva en su interior, en cada latido. Miras a la calle, apoyado a la barandilla de tu balcón, y lo único que encuentras es el aire moviendo las nubes que tapan el Sol y los árboles sin hojas que añoran tiempos pasados donde las flores daban color a nuestro mundo. ¿Dónde han quedado esos tiempos en los que sonreír era una rutina? Ahora están por el aire, yéndose lejos, muy lejos, a un lugar donde nunca los volveremos a encontrar. Las penas se ahogan en cada lágrima que sale de nuestros ojos, tan bellos cuando el alba los ilumina, y tan desoladores cuando el mar de la tristeza los ahoga. Entonces esas lágrimas empiezan a escribir palabras y a buscar una simple respuesta a miles de preguntas que descomponen nuestra cabeza.
 
Desgraciadamente, esa respuesta nunca se encuentra. Y esos sueños que un día parecían tan reales se diluyen en la brisa triste que produce una soledad profunda. No hay pasado que se pueda recuperar, ni esperanzas de futuro que parezcan una realidad. Parece el fin, ese punto de no retorno donde solo queda la melancolía de un corazón indefenso. Las ganas por mostrar nuestras perlas que tenemos en la boca en forma de una gran sonrisa se ahogan en un presente desolador. Solo queda cerrar nuestros ojos y no volver a llorar, para soñar con nuestra princesa que nunca podremos encontrar. Tantas cosas que la mente puede imaginar y tantas cosas que no se pueden expresar. Otra paradoja de la vida.
 
Hay razones del corazón que la razón no entiende. Qué gran frase, ¿verdad? Tantos sentimientos que tenemos y que hemos tenido al encontrarnos con una bella chica y que nunca hemos sabido expresar por miedo a perder, a ser ridiculizado. Ahora recordamos ese pasado, esas oportunidades perdidas por no querer fracasar, cuando en realidad lo único que nos esperaba era la gloria. Tan cerca y tan lejos de tener al lado a nuestra chica perfecta, con la que algún día habíamos soñado con recorrer juntos las frías calles de Filadelfia o las amorosas calles de París.
 
 
En ese momento, los sueños pretéritos vuelven a sacarnos una sonrisa entre el mar de lágrimas en el que seguimos sumergidos. Pero donde hay una sonrisa, hay esperanza. Y en el amor lo último que se pierde es la fe. Así es como otra vez, mientras la Luna intenta hacerse un hueco entre las nubes, recuerdas la mirada limpia y tierna de aquella princesa que conquistó ese humilde corazón. Y vuelves a soñar con esa dulce voz que decía tu nombre todas las mañanas, y vuelves a sentir ese cosquilleo en el estómago que te daba el cruzarte con ella. Mientras ocurre todo esto, el cielo se despeja y las brillantes estrellas colorean un ennegrecido cielo. Una de ellas clava su mirada en la tuya, y entonces es cuando observas el rostro de aquella Diosa de la que te enamoraste (como un día hizo el romano Marco Antonio con la egipcia Cleopatra) y te dice "ven conmigo, aún es posible".
Probablemente todo esto sea como un sueño (pensamientos que parecen inalcanzables para un ser terrenal) pero la fe mueve montañas y a través de la fe nacen nuevos sueños, por lo que si los sueños son tan grandes como las montañas ¿por qué no pueden ser reales? La vida son constantes estados de ánimo, y mientras nos hundimos en nuestras lágrimas, nacen nuevos sueños que podrán sacarnos una sonrisa. Así es el amor. Paradójico, pero real =D