viernes, 3 de enero de 2014

A mi manera


"Lo esencial es invisible a los ojos", recitaba el astuto zorro a un pequeño Principito que anhelaba la amistad de un ser tan ilusionado y solitario como él. Un chico tan ingenuo como ambicioso, cuya imagen representaba la inspiración de un terrenal al mundo entero. Inspiración, aquella alcanzable con una simple mirada, o intangible para el resto de los mortales. "Lo esencial es invisible a los ojos", se repetiría el Principito. Y sin embargo, todo delante de su espejo, el que cuidaba su apariencia exterior, su presencia ante los demás. La vida es la fiel muestra de un espejo. Todo lo que somos es uno mismo. No hay nada más. Nadie presencia nuestra anónima llegada, nuestros delirios de grandeza, ni siquiera nuestra marcha y viaje a la posteridad del olvido. Ni siquiera la soledad, fiel amiga de todo ser humano. No te invita a tomar un café, pero es leal cuando nadie está a tu lado. No te contesta, pero siempre te escucha. Y quizá, sus silencios dicen más que todas nuestras palabras. Palabras que ya no significan nada, y en el fondo tienen razón. ¿Para qué? Vuelan por el viento hacia un horizonte lejano, tan infinito como el ocaso del mar. Ni siquiera importa la forma, los papeles y las plumas se ahogaron en su tinta hace mucho, mucho tiempo, cuando la poesía comenzó a quedar impregnada con la sangre del enemigo. 

Adoro las paradojas, y esta es una de ellas. Lo importante no es lo que vemos, y todo lo que no vemos es todo lo que somos. Es tan complejo que para qué buscar una respuesta. Total, siempre habrá miles de preguntas aparentemente imposibles de explicar. No merece la pena pues que nuestro querido Principito observe su imagen al espejo, si nada de lo que vemos importa. Bueno, siempre quedarán nuestros queridos superficiales dispuestos a hacernos creer que es oro todo lo que reluce (y en verdad, lo consiguen). Pero hay miles de maneras de mirarnos al espejo, y todo depende de lo que se esconde detrás. Cada uno a su manera, con sus sentimientos. Curioso pues, que observando nuestros rostros veamos lo invisible, sintamos lo insensible. Vivimos en un mundo de contrastes, donde lo que se une termina por separarse, donde el traidor termina traicionado. No entraré a valorar si es justo o no, al fin y al cabo hay personas que piensan que la justicia es la muerte. Pero lo que si es cierto es que esto es todo lo que es. Son tan pocas las certezas y tantas las incertidumbres que nuestro ilusionismo nos lleva a imaginar y a cometer miles de errores. 


Ahora bien, tan malo es ver lo que no hay como no ver absolutamente nada. No hay más ceguera que una mente cerrada y pesimista. Paradójico también que los tontos crean saberlo todo y los inteligentes crean no conocer nada. La vida es compleja, pero quizá no tanto como lo imaginamos. Es esa falta de certezas, el hecho de vivir en el filo de lo desconocido, en las garras del azar, lo que nos incomoda. Y tan malo es el que ensalza sus capacidades como el que las limita. No soy partidario de arrepentirse de los errores ya que, al fin y al cabo, solo el tiempo sabe si las decisiones tomadas son las correctas, pero el arrepentimiento en los fallos es el único camino del perdón. Y es el perdón el valor más olvidado por los humanos. Tan complejo es pedir perdón como ser perdonado. Nunca entenderé cuál es la dificultad de buscar la armonía entre los terrenales. ¿Cuál es el interés de rehuir la complicidad entre dos personas? Perdonar es algo más que una palabra. Se puede consentir que las palabras pierdan su sentido ya que, a fin de cuentas, son puros elementos estéticos. La literatura es un arte formado por palabras, pero el perdón es un valor que jamás debería ser vacío. La única palabra que jamás debería descargar hipocresía alguna. 


Pero no es el perdón un valor encarnado en los hombres, capaces de lo mejor y de lo peor. Capaces de unir dos razas como de separarlas, capaces de elevar sus cimientos al cielo como de hundirlos al infierno. Al final siempre nos quedamos con el error. No importan las virtudes si siempre hay un defecto. No importa la perfección si todo es imperfecto. Siempre pagamos todos, el traidor y el traicionado. Y siempre, y solo siempre, hay una luz en nuestra oscuridad. Somos nosotros mismos, todo lo demás son puros espejismos. Y se mirará el Principito al espejo y comprobará que solo él comprende todo lo que hay tras de sí. No merece la pena compartirlo, porque la avaricia te lo acabará quitando, o la desidia lo acabará rechazando. Estas líneas no están hechas para ser comprendidas por nadie, porque nunca se detendrán a entenderlas. Solo uno mismo es capaz de ser feliz o triste, de reír o llorar, de creer o de ceder. Solo el que no teme a nada es tan poderoso como el que por todos es temido. Solo tú, Principito, tú solo. Mírate al espejo y observa más allá de lo que ves. Recuerda que "lo esencial es invisible a los ojos". Entre rayos de luz artificial reflejados en el cristal verás un camino real, un mañana de esperanza, un sendero de felicidad. Hay miles, millones, pero ese el tuyo. Eso es todo lo que es tu vida. Un horizonte falto de palabras dispuesto a ser rellenado por ellas. Ese es tu camino, Principito, y síguelo a tu manera. O como diría Frank Sinatra, a mi manera. 


PD: Aprovecho mi primera entrada de 2014 para desear un feliz año a toda aquella persona que se acerque a leer este modesto blog. Si bien está más inactivo de lo que a este humilde servidor le gustaría, espero que no perdáis la intriga de leerlo. Recordad que lo importante es tener salud, puesto que sin ella no se puede vivir, y ser feliz con uno mismo. Ser o no ser, esa es la cuestión. A fin de cuentas nosotros somos nuestro mejor amigo y nuestro peor enemigo, de nosotros depende todo lo que hagamos en la vida. Y seguro, que en algún momento del futuro, cada uno de nuestro aliento enterrado permanecerá en un eco aislado entre la eternidad.