viernes, 20 de noviembre de 2015

Por favor, despierta


Imagina. Imagina una noche eterna. Imagina que un día no vuelve a lucir el Sol por la mañana. Imagina que la oscuridad apaga el brillo de las estrellas. Imagina que en ese ocaso interminable cierras los ojos y las persianas bajan para siempre. Imagina que todo lo que fuiste ya no es, que todo lo que posees es desposeído. Imagina que en nombre de lo más alto te pudres en lo más bajo. Imagina que tu destino, ese ineroxable, lo compra uno de los tuyos. Y que, en nombre del más grande, tus pasos no son más que una parte del proceso. Imagina, simplemente imagina, que la mano invisible del terror ata tus brazos y arranca tus piernas. Imagina que no eres más que el insecto más monstruoso de Kafka. Imagina, por una vez, si el paraíso es tan bonito como la sonrisa de una inocente persona. Imagina, por favor. Imagina.

Escucha. Escucha el gemido del abatido. Escucha las lágrimas de sangre del padre huérfano, del hijo viudo. Escucha los latidos de su indefenso corazón. Él te llama, él te escucha. Y te alcanza. Te alcanza como el cantar de los ángeles en el más allá, o el canto de las sirenas del Egeo. Escúchalos, de veras. Escucha cómo el silencio los frena de repente. Los paraliza como el abandono de sus huesos, esparcidos entre el pánico y la angustia. Escucha cómo las balas destrozan sus compases. Escucha, por favor. Escucha. Todavía puedes oír el eco de sus lamentos. Escucha, no huyas. Escucha el nombre de la paz como el fin de todas las guerras. Escucha el amor al eterno como el odio entre los efímeros. Escucha como su voz se regocija entre balbuceos. Escucha su respiración calmada y serena. Escucha el estruendo que congela las almas de los que tienen miedo a morir. Escucha, por favor. Escucha.

Mira. Mira cómo el Eúfrates tiñe de rojo sus aguas. Mira como allí naufragan cadáveres inmóviles. Mira cómo el monstruo que engendramos no es una pesadilla. Mira, por favor, mira. Es real. Mira sus ojos, llenos de odio y ambición. Llenos del hambre que han empachado nuestras barrigas llenas. Llenos de poder, de poder ante el temor. Mira cómo tiemblan tus piernas. El mundo nunca fue la película de Disney que imaginamos. Mira cómo nuestra gran virtud se ha convertido en nuestro peor defecto. Mira como ya no somos los niños, sino los juguetes. Mira como presumir de libertad nos ha hecho perderla. Y mira por dónde paseas. Mira las flores marchitar al son de las pistolas. Mira tus huellas. Nadie sabe quién las borrará mañana. Nadie recordará tu nombre. Nadie pasará lista en el paraiso. Nadie te buscará allí. Y si te vas, si tú o alguien decide por ti que no vuelvas a amanecer, mira cómo padecen los que sienten tu ausencia. 

Piensa en ellos. Piensa en los que se fueron, y en los que se pueden marchar. Tú estás en la lista. Piensa que en el todo seamos nada. Piensa que el aire se contamina de ceniza. Piensa que estas líneas mueren esclavas de sus sentimientos. Piensa que está pasando, que te puedes pellizcar y que esa sea la menor de tus heridas. Y despierta. Despierta, porque el Sol tiene que salir de nuevo. Despierta, porque el miedo no nos deja dormir. Despierta, porque este mundo vuelva a merecer la pena. Despierta, por los que duermen eternamente. Despierta, para que los que estamos aquí mudemos el paraíso a nuestro planeta. Despierta, para que el castigo sea vivir. Despierta, porque hay que sanar las heridas. Despierta, porque toca vivir la vida. La de verdad, la nuestra, y la de nadie más. Despierta, porque hay que pelear por ella. Y despierta, porque siempre nos tiene que quedar París. Despierta, por favor, despierta.