domingo, 9 de junio de 2013

Anorexia: El terror de nuestra sociedad hipócrita e ilusa


Otra tarde de domingo más me siento ante ti, mi blog, mi vida, para expresarle al mundo lo que siento. Algunos pensarán que es una maravillosa virtud el interior de las personas, todos dicen amar la personalidad de cada uno de los seres terrenales que somos nosotros. Hipócritas, ilusos. Decimos amar la lluvia cuando nos protegemos de ella con un paraguas. Hipócritas, ilusos. Decimos amar al Sol en cada alba cuando nos ponemos gafas y crema para evitarlo. Hipócritas, ilusos. Decimos que conocemos el amor fraternal cuando dejamos tirados a nuestros seres queridos por un simple bien material. Hipócritas, ilusos. Y lo peor, creemos que la mayor virtud de una princesa está en un cuerpo delgado y esbelto, que oculte las penas de una chica infeliz por no encontrar ese idiota que la haga sonreír de verdad. Hipócritas, ilusos. Así somos y así es nuestra 'maravillosa' sociedad. Como aquel hidalgo al cual servía el pícaro Lázaro en El Lazarillo de Tormes. Aquel que compró miles de títulos para aparentar ser un hombre noble, rico y de alto rango, cuando moría cada día por una migaja de pan. Vivimos tras ese disfraz que oculta la mayor verdad de nuestras vidas: que todo lo que nos rodea es una mentira permanente. Disfraces prejuzgados, máscaras estereotipadas que suponen el prototipo ideal de una chica perfecta. Terrorífico, escalofriante, que lo más preciado de una mujer sea su vulnerable cuerpo, sus pechos o su trasero. Bulimia, anorexia... Luego todos hablamos de combatir contra ello. Violencia de género, que lo paremos dicen... Hipócritas, ilusos. 

En la vida me dijeron que un hombre ha de ser una persona con principios, que no se deje influenciar ni cambiar por nadie, y que sepa amar el lado más dulce de una mujer, aquel que se encuentra escenificado en la dulzura de su voz, el resplandor de su sonrisa y la sinceridad de su mirada. Me enseñaron a querer a las personas, no sus disfraces. Me enseñaron a disfrutar del puzzle que conforma cada ser humano, no de cada pieza. Y me enseñaron a creer más en lo que digo, y no decir más de lo que creo. Eso es de hipócritas, de ilusos. Seguramente, en esa época más juvenil todavía, no me contaron que en esta sociedad superficial no valorarían tu forma de pensar, no valorarían tus escritos. Pobre de mí, creyente de todas las mentiras. Y las que me quedan. Me dijeron que había que confiar para alcanzar la honestidad. Amor fraternal, belleza interior, igualdad, respeto... Eran más que palabras. ¿A quién le importa ahora que un adolescente se indigne y avergüence de ser uno más? ¿Un maldito humano más? Ni siquiera podemos creernos superiores a los animales. Ellos aman, ellos no atacan a quien no les amenaza, ellos no disfrutan con el dolor ajeno. Ellos no tienen estereotipos, ellos no abandonan. Y ellos no tienen miedos que contar. No existe una cárcel para el sexo femenino. Una cárcel que sí imponen los que creen que el hombre es el más poderoso de todos los sexos. Ilusos. Ellos, los animales, no son esclavos de sus cuerpos, presos de las palabras ajenas. Ellos no se esconden tras unas lágrimas tan disimuladas como fáciles de reconocer. 


Lo dejamos pasar, aprendemos a convivir con el dolor. Dispuestos a complacer al primer idiota que adora el trasero de una mujer. Dispuestos a dar la razón al primer acomplejado anónimo que se dispone a llamar "gorda" a cada una de las princesas que componen este mundo. Porque está mal visto y es de hipócritas llamar "princesa" a cualquier chica que lo merece, pero si es justo y necesario denominar "guarra" y "puta" (perdonar mis expresiones, pero son ejemplos que vemos cada día presentes) a cada chica que se esfuerza día a día por ver ante sus ojos el chico ideal que se rinda ante sus encantos. Porque toda chica tiene su encanto, y no en ese disfraz superficial en lo que convertimos nuestro cuerpo. La satisfacción de un buen disfraz no complace las razones de nuestro corazón indefenso. Paradójico, pero real. Pasarán los años, y los chicos seguirán mintiendo a las chicas, las chicas seguirán complaciendo a los chicos por su buen cuerpo intentando imitarlos. Y así girará la rueda de nuestra sociedad superficial. ¿Alguien es capaz de negarme que no estoy en lo cierto? Ira, odio, rabia e impotencia se mezclan en mi alma. ¿De qué puede servirme a mí que alguien me dé la razón como a los tontos si no me escuchan? Seguirán muriendo mujeres, seguirá tapándose que más de un 2% de personas padecen anorexia, se seguirá complaciendo los deseos del hombre, y nos seguiremos enamorando del disfraz de cada persona que es nuestro cuerpo. 


Pero creerme, un disfraz puede gustar, puede parecer atractivo, pero es la persona quien enamora. Y la grandeza de cada persona se esconde detrás de cada disfraz o de cada máscara superficial. Ahora todos nos pondremos a decir que miraremos en el interior de las personas, que si un cuerpo gusta pero la personalidad enamora... Hipócritas, ilusos. No creemos en lo que decimos. Buena prueba de ello son los que arriba nos ocultan las verdades que les placen en forma de mentiras. Mentiras que nos hacen vivir como esclavos, como súbditos, como vasallos. No todo es tan fácil como parece, ni tan difícil como lo ponemos. Pero nos asquea saber cada uno de los errores de nuestra sociedad. Nos asquea sacar todos los defectos, todas las imperfecciones. Y nos asquea que todas las verdades que creemos decir como los héroes del pueblo son la mayor farsa dentro de nuestras almas. Somos hipócritas, ilusos. Y lo sabemos, y nos duele. Pero, ¿qué hacer para cambiarlo? Los principios quedaron enterrados en las cenizas del olvido. Ahora con callar y no criticar, con vivir controlados y sin libertad a cambio de nuestro silencio, nos encontramos genial. Manipulados, engañados, esclavizados, como toda mujer que cae presa en las garras de todo imbécil. Todo por retocar un disfraz que es nuestro, que nadie debe cambiar. 


En estas últimas líneas de esta entrada, recuerdo como de costumbre una grandiosa frase de Kurt Cobain (que en paz descanse) que decía lo siguiente: "Se ríen de mí por ser diferente, yo me río de ellos por ser todos iguales". Y creemos que pensamos igual que el gran Kurt. Hipócritas, ilusos. Todos queremos tener el mismo disfraz: un cuerpo delgado y curvas esbeltas, un trasero perfecto, unos pechos voluminosos... Y resulta que queremos presumir de únicos, de especiales, cuando buscamos llevar el mismo disfraz. Todos con el mismo disfraz: con la gorra de marca, con una falda de un tremendo dineral, con unos tacones que no nos dejan ni andar... Todo por los silbidos de un degenerado, o los 'cumplidos' de un superficial. Para qué ser especiales. ¿Verdad, chicas? Para qué ser felices tal y como somos nosotras, para qué disfrutar del amor con la persona que sabe apreciar nuestro disfraz, y no el estereotipo de miles de millones de personas. Buscamos ser diferentes decimos, cuando nos basamos en el mismo modelo de toda chica. Hipócritas, ilusos. ¿Y para cuándo decir "basta"? Estamos esclavizados a ser presos de la misma Mano, cuando hemos de ser los amos de nuestro destino, los capitanes de nuestras almas (por cierto, que grande eres Mandela). Ya está bien de vivir en una sociedad donde nos escondemos para hacer el amor, mientras que la violencia se practica a plena luz del día. Ya está bien de vivir subordinados al pan y al circo de los mandatarios. Porque solo creyendo en que lealtad, sinceridad, honestidad, orgullo, honor y valor son algo más que palabras, solo así podremos cambiar lo que a nadie le interesa cambiar. Porque es el Gobierno quien debe temer al pueblo, y son las mujeres las que deben generar el respeto de los hombres. Por eso son las más deseadas, por eso son las princesas. Y esas son las que enamoran.


PD: A diferencia de otras entradas, no busco que os guste, sino la propia reflexión. Nada cambia si no deseamos que cambie. Nada se cumple si no se desea. Y nada se lleva a cabo si no se cree en la posibilidad de cumplir el objetivo. La meta es solo la satisfacción del camino recorrido. Muchas han sido las personas que han logrado cambiar el mundo. Quizá yo, quizá miles de personas solas no podamos. Pero todos juntos, diciendo "basta" y amando nuestras personas por encima de nuestros cuerpos, podemos ser al menos felices y sentirnos orgullosos de donde venimos. Solo espero que esto sirva para actuar, porque recordar chicas, TODAS sois princesas. Y que nadie os haga pensar lo contrario. Ahora, ¿qué vais a hacer? Espero que con esta pregunta final tengáis la determinación necesaria para seguir adelante y para que anorexia, bulimia y maltrato dejen de formar parte de nuestro diccionario. Y sobretodo, para que esta sociedad deje de ser hipócrita e ilusa, y recupere la credibilidad que algún día dieron ciertos soñadores. 




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