lunes, 31 de diciembre de 2012

Memorias de un inolvidable 2012

 
Todo comenzó con aquellas doce campanadas en la Puerta del Sol de Madrid el 31 de diciembre de 2011. Todo terminará con esas mismas doce campanadas hoy, 31 de diciembre de 2012. Un año bisiesto, 366 días han pasado desde aquella señalada fecha en la que empezó un largo 2012, un año de alegrías y tristezas, de trabajo y de satisfacción, de recuerdos inolvidables. Puedo decir orgulloso que ha sido uno de los mejores años de mi vida a pesar de algunos malos recuerdos que haya podido tener. He conseguido nuevas amistades, he crecido como persona, he experimentado nuevas sensaciones y he tenido a mi lado siempre a mi familia. Estas son las memorias de un inolvidable 2012.
 
1 de enero de 2012. Recuerdo una mañana grisacea y fría en Cuenca, como el día de hoy, pero no por ello era un día triste. El viento soplaba con dulzura en mi ventana, y golpeando mi feliz rostro, avecinaba un año fantástico para mis intereses. Y la sabia madre Naturaleza nunca falla en sus predicciones. Los primeros meses fueron duros, hubo que trabajar y estudiar mucho, pero ya se sabe que todo esfuerzo tiene su recompensa. Y vaya si la tuvo. Unas grandiosas notas (siete dieces y dos nueves en la evaluación final) y a disfrutar de las vacaciones. En medio de todo ese duro trabajo quedaba en mi memoria un curso escolar especial, era mi primer año en el instituto y puedo decir que el mejor de mi corta vida. Todos mis amigos eran magníficos, te acompañaban las risas y te consolaban las penas, nada malo que decir sobre ellos. Como no recordar aquella excursión de mayo al Guijo de Ávila (Salamanca) donde todos nos hicimos un poquito más amigos. Como no recordar aquella vez que volcamos la canoa. Como no recordar aquella excursión al Castillo de Zafra cuya ruta parecía más larga que el desierto del Sinaí. Tantos y tantos inolvidables recuerdos de aquel curso en primero no podían quedarse sin relatar en esta entrada.
 
 
Llegaba el ansiado mes de junio, atrás quedaba mi primer año como jugador de fútbol tras cuatro años en el fútbol sala (grandes recuerdos que tengo de mi primera experiencia al pisar un campo de césped con mis primera botas) y mi cuarto año como socio abonado del Atlético de Madrid. Y es que al hablar del Atleti se me pone una sonrisa de oreja a oreja. No podía olvidarme de mencionar en esta entrada al sentimiento más grande que recorre mi cuerpo. Ese que tantas veces me ha hecho sufrir en el Calderón y ese que me hizo estallar de alegría cuando ganamos por 3-0 al Athletic de Bilbao en la final de la UEFA Europa League en Bucarest. Nunca podré olvidar ese día, volvimos a ser campeones, y mi teléfono se llenó de llamadas emotivas de mis amigos colchoneros, aunque la mejor de todas fue la de mi abuelo, el que nunca se olvida de nosotros. Cada año que pasa les quiero más, y cada año que pasa siento que notaré más su ausencia cuando se vayan.
 
 
 
Así comenzaron las vacaciones de verano, en las que viví la mejor experiencia que jamás antes había conseguido experimentar. Día 26 de junio de 2012; mi padre, mi madre, mi hermano y yo nos subimos en el coche dispuestos a comenzar en Sarria el Camino de Santiago. La llegada a tierras gallegas fue especial, me sentía enrarecido entre los bellos paisajes que había en la comunidad gallega (donde, por cierto, nos trataron fenomenal) pero ilusionado de comenzar cuanto antes nuestra andadura hacia la hermosa capital de Galicia. Aunque el Camino no empezó nada bien (llegué extenuado a Portomarín y con una contractura en el hombro izquierdo) poco a poco comenzamos a coger el ritmo y a acostumbrarnos a las largas etapas que se nos proponían. Recuerdo con alegría la enorme paz que tenían todos esos lugares fértiles por donde pasábamos, incomparables con las secas llanuras de Castilla-La Mancha. Todo era diferente a lo visto antes por mis penetrantes ojos, incrédulos ante lo que veían. 
 
 
A medida que pasaban los días mi ilusión por llegar a Santiago se incrementaba. No quise ver en ninguna foto la espectacular fachada de la Catedral, porque quería tener una imagen imborrable de la primera vez que mis pies pisasen la Plaza del Obradoiro. Y vaya si la tuve. Pero antes de llegar a la ciudad compostelana, quedaban unos cuantos kilómetros por recorrer, imposibles de superar sin los enormes bocadillos de bacon que nos íbamos comiendo en cada bar por el que pasábamos. Aún guardo un recuerdo buenísimo de esos deliciosos bocadillos que nos ponían, casi de lo mejor del Camino. Porque lo mejor llega al final, cuando entre gaitas y estatuas vivientes, crucé los arcos que daban acceso a la Plaza del Obradoiro. Giré mi cabeza hacia la izquierda y allí estaba. Era la enorme Catedral de Santiago, la más bella de todas las que hay en España. Ni la de Sevilla, ni la de Cuenca, ni la de Burgos. Jamás vi un edificio tan bello como este. En medio de la alegría, mientras me quitaba mi pesada mochila, no dudé en hacerme cuanto antes esa ansiada foto que llevaba buscando desde mis primeros pasos por los caminos de Sarria.
 
 
Siempre con mi bandera de España a las espaldas (cabe destacar que ese 1 de julio en el que llegamos a Santiago se jugaba la final de la Eurocopa) entramos en el interior de la enorme Catedral, una maravilla para los ojos. Como una maravilla fue también el abrazo al apóstol Santiago (vaya, cuando le di una palmadita en su "espalda" pensé que me lo había cargado), una joya de la arquitectura. Más pendiente de observar cada rincón de la Catedral que de la misa, rememoré el esfuerzo que habíamos realizado hasta llegar a la capital gallega. Algo único e incomparable. Seguí pensando en ello mientras volvíamos a Sarria pasando por Lugo, donde estuvimos un pequeño rato descansando. Al llegar a la localidad donde empezó todo, solo nos quedaba disfrutar de la final de la Eurocopa. Y vaya si lo hicimos. Con un contundente 4-0, España venció a Italia y se coronó por segunda vez consecutiva en campeona de Europa. La guinda a un día inolvidable que terminaría a las 5:00 de la mañana cuando llegamos ya a Guadalajara en medio de un enorme cansancio pero con la satisfacción del trabajo bien hecho.
 
No dudé en contar mi experiencia a los amigos, con los que pasé numerosos días en la piscina. Fijaos que a mí no me gusta nada ir a la piscina, pero estas vacaciones la habré pisado más que en toda mi vida. ¡Qué grandes tardes hemos vivido allí! Dignas de una novela de Paulo Coelho o Miguel Delibes. Todo esto ocurrió a lo largo de un genial mes de julio, en el que salir por las tardes se había convertido en una maravillosa rutina.
 
 
Entonces tocaba irse al pueblo, la típica visita que siempre hacíamos a nuestros abuelos en verano. Una semana en tierras conquenses, donde hicimos de todo menos aburrirnos. ¡Si había hasta Internet! Así era imposible que uno se aburriese. Y es que en los pueblos todo cambia, no se trata de estar casa sino de no estar jajaja. He de decir que no soy muy rural, pero siempre está bien disfrutar de unas semanas fuera de la estresante y agotadora ciudad. Pero sin tiempo casi para volver a Guadalajara, tocaba visitar a los otros abuelos, como siempre en época de fiestas. Y en las fiestas de los pueblos no se puede ni descansar un segundo, entre bailes, juegos, innumerables partidas de cartas... Y más con los grandes amigos que tengo allí, en ese diminuto pueblo llamado Collados. Aún recuerdo esas carreras de karts que echábamos todos (madre mía la velocidad que cogió el kart la primera vez que le pisé a fondo) y esos concursos de disfraces en los que uno se partía de risa con los disfraces del resto. Y es que las fiestas de los pueblos son incomparables.
 
Sin embargo, llegaba el momento de volver a casa. Si, era el momento de regresar a Guadalajara, ese 27 de agosto en el que nada más regresar a nuestro dulce hogar, nos tocaba ir rumbo a Madrid. Volvía el Atleti, bendito Atleti. Menuda alegría me dio cuando ganaron 4-0 al Athletic, aunque mayor fue el éxtasis de la Supercopa de Europa donde, alucinado, disfruté como un enano de la exhibición de los de Simeone ante el Chelsea. Eran días de celebración y no era para menos. Agosto fue otro mes inolvidable en el que solo me quedaba decir ¡¡¡Gracias Atleti!!!
 
 
Ya quedaba poco para volver a la rutina, así que solo nos quedaba disfrutar al máximo de los últimos días de vacaciones. Entre ellos se encontraba el más especial de todos, ese mágico 6 de septiembre en el que yo había llegado a la vida 13 años atrás y en el que no nos quedaba otra que disfrutarlo con la familia y los amigos. Y es que los cumpleaños no se producen todos los días... Por lo que pasarlo bien se hace imprescindible.
 
 
Justo el día después de mi "cumple" empezaban la fiestas de Guadalajara. Nunca las había vivido tan intensamente como este año, donde nuestra nueva peña me hizo disfrutar de lo lindo día sí y día también cada vez que salíamos a la calle. Creo que no hay nada como pasarlo bien con los amigos, y en estos días eso era una maravillosa constumbre. Tal vez fuesen las dos mejores semanas del año junto con la semana final de junio, porque nunca había disfrutado tanto como esos 15 días. Aunque no todo fueron alegrías, ya que un maldito virus me hizo pasar las peores 24 horas en mucho tiempo. Vómitos, fiebre, dolor de cabeza... no quiero recordarlo. Dio la casualidad que me ocurrió justo en el primer día de instituto. Será que no me sentó nada bien volver a la rutina...
 



Maldita rutina, pensaba mi cabeza. Se acabó la fiesta, tocaba volver a empezar, volver a trabajar duro para obtener éxitos. Tres meses largos hasta las Navidades actuales. No me puedo quejar de lo vivido este trimestre, largo por los estudios, divertido por las numerosas anécdotas que me han ocurrido: la vuelta a los entrenamientos de fútbol, esa excursión magnífica a Las Rozas, los numerosos cumpleaños de mis amigos, la creación de este maravilloso blog, la visita de mi amiga Sara desde Pamplona... Son tantos y tantos los momentos vividos, tantas y tantas las personas conocidas, que en este 2012 no puedo quedarme con una sola experiencia vivida. No todo han sido alegrías: mi familia ha tenido sus problemillas, nos ha dejado gente muy querida a la que conviene recordar, he sufrido (como casi siempre) desengaños amorosos de los que se debe aprender... En definitiva, ha habido días muy tristes, momentos de soledad profunda, de ánimo melancólico... Pero haciendo balance, en este 2012 las sonrisas han superado a las lágrimas. Y esto ha sido gracias a todos los que cada día haceis posible que el Sol alumbre con sus rayos vuestras profundas miradas.
 
No soy una persona que piense en el futuro más lejano, pero para este 2013 deseo ante todo salud (que es lo más importante y sin ello no se puede vivir), poder mantener las notas que he sacado durante este año, que mi Atleti gane algún que otro título y, ante todo, deseo sentirme tan querido por todos vosotros como en este 2012. En definitiva, quiero disfrutar de un 2013 con todos vosotros (como espero que vosotros disfruteis de mi). ¡¡¡Feliz año 2013!!!
 
 
 
 

 
 
 


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