jueves, 2 de mayo de 2013

Felicidades papá


"Un padre no es el que da la vida, eso sería demasiado fácil, un padre es el que da el amor", afirmó Denis Lord en su día. Hoy es 2 de mayo, y no celebro el levantamiento de los españoles ante los tiranos franceses en el siglo XIX. Hoy es 2 de mayo, y no me enamoro de los cuadros de Goya y Sorolla. Hoy es 2 de mayo, y no es un día especial porque Madrid celebre su festividad. Hoy es 2 de mayo, y si este día es realmente bonito, emotivo y diferente para mí es porque cumple años mi padre. 43 primaveras no son nada, por mucho que tu alma y corazón sientan que envejecen. Es la flor de la vida, la que nunca deja de producir frutos y semillas, la que nunca deja de dar color a los campos. Sé que no son los juveniles '80 o los rebeldes '90, pero cada época tiene sus momentos y emociones. El caso es saber disfrutar de cada etapa de la vida. Seguramente, la tranquilidad de estos años, la serenidad y la madurez conseguida, unida a tu experiencia, no te la diesen esos años de fiesta y rebeldía, que no por ello fueron más felices. Ahora tienes unos hijos, yo soy uno de ellos, y que como ya sabes, estamos orgullosos de ti. Así que hoy, en otro 2 de mayo más, estoy dispuesto a regalarte lo que mereces. No unas zapatillas, no una sudadera, sino mis sinceras y humildes palabras. Van por ti, papá: felicidades. 

Ya hablé en este blog de lo que significa el amor de un padre. Cada vez que me leo y que busco a ciencia exacta las palabras precisas para seguir expresando ese sentimiento, no puedo comprenderlo. Siempre me has dicho que ser padre es algo que hemos de vivir, al igual que ser hijo. Pero el amor entre ambos individuos es inalterable. Es la única verdad absoluta. Los sentimientos de una persona, a fin de cuentas, son inexplicables. Momentos de pasión que nos dejan sin adjetivos, sin palabras... Para qué pronunciarlas, ¿verdad? Digamos que una simple sonrisa nos delata. Pero bueno no hablemos de sentimientos ni amores, que de eso hay mucho tiempo. Esto es única y exclusivamente para ti. Es como si quitamos a William Wallace de protagonista en Braveheart o a Humphrey Bogart en Casablanca. No habría entrada, no habría historia. ¿¡Qué demonios!? Sin ti nada de esto hubiera tenido un comienzo, como el que tuviste en aquellos dorados '70, cuando el mundo te recibió con los brazos abiertos, como un ser terrenal más. Con tus defectos y virtudes, pero sabio como pocos. Y no, no hace falta haber sido licenciado en derecho o en medicina para ser la persona más sabia que he conocido. Sabiduría no es poseer conocimientos, sabiduría es aprender a vivir. Eso es saber, eso es vivir. Y puedo decir que con todo lo que has pasado, con todo lo que has sufrido, eres una persona sabia. La sabiduría no la da la inteligencia, solo la experiencia. Y de eso andas sobrado. 


Has sonreído en los momentos felices a mi lado, has sufrido solo en silencio. Duro, ¿verdad? La grandeza de un hombre no se mide en las veces que no has llorado, sino en las veces que has sabido secarte esas lágrimas para sonreír. No todo ha sido un camino de rosas en tu vida, como en la de cualquier individuo. Esa larga adolescencia solitaria añorando ese amor de padre que tantas veces echamos de menos cuando no lo tenemos cerca, o esos momentos en los que la angustia nos impedía perdonar, o realizar ciertas cosas que nuestras almas se morían por hacer. Siempre hay remordimientos en el corazón de un hombre. Simplemente, convivimos con ellos. Lo único, que hay otros momentos que los eclipsan. Momentos felices, como conocer el amor de tu vida. O momentos felices, como sentir en tus carnes el amor de un padre. Crecer poco a poco con tus descendientes, inculcándoles las ideas que pretendes que ellos aprendan de ti, intentando sentir su cariño en tu necesitada mente de amor, que a veces se siente tan melancólica y envejecida. Esas noches en vela con los biberones, esas mañanas interminables con las papillas, esas películas en familia, esos problemas de matemáticas, esas vacaciones en la playa o en la montaña, bajo el deslumbrante Sol o la permanente lluvia... Siempre juntos, recordando que todo, tantos las buenas como las no tan buenas experiencias, siempre permanecerán en nuestro recuerdo con un mismo resultado: la emoción y la sonrisa. 

Ahora los tiempos han cambiado, todos envejecemos, ya no somos tan pequeños ni tan monos, pero sí más razonables y comprensivos. Más especiales e independientes. Cada etapa tiene su encanto, cada etapa tiene sus virtudes y defectos, solo hay que saber disfrutar de lo mejor, como ya he dicho antes. Solo hay algo que no va a cambiar, estemos donde estemos y pasen los años que pasen. Nos amaremos, viviremos y moriremos juntos desde el primer día en el que nuestras pieles se juntaron. Un tal 6 de septiembre de 1999 en el cual las Pirámides de Gizeh tenían ya más de tres mil años. No importa, no serán más eternas que nosotros. ¿Qué tendrán los faraones que no tengamos nosotros? Sí, tendrán oro, diamantes, rubíes y tumbas tremendamente adornadas. Pero jamás tendrán el amor fraternal que da nombre a cada una de las calles de Filadelfia. No serán como nosotros, no serán tan inmortales como nuestra familia. Es lo que tiene que durante mis 13 años de vida, no hayas sido un padre, sino un amigo. Mi mejor amigo, mi mejor consejero. Mi ídolo, mi héroe. La persona a la cual quiero imitar de mayor. Es lo que tiene ser un padre ejemplar. Hay muchos y nadie coincidirá conmigo, pero eres el mejor padre del mundo. Y eso nada ni nadie me lo va a cambiar. Esté donde esté, viva donde viva. Te quiero papá.





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