martes, 7 de mayo de 2013

Amor de Madre: La mayor maravilla de la creación


Hubo un tiempo en el cual las constelaciones se juntaron para crear lo más parecido al paraíso. Hubo un tiempo en el cual Dios quiso crear durante siete días una perfección con pequeñas imperfecciones. Y en uno de esos días, el más grande de los fenómenos inmortales nos creó a nosotros, las personas. Todas teníamos una vida, un destino por recorrer, un cuerpo y unos ojos para desafiar y observar la grandeza de la Naturaleza... Pero todos teníamos algo muy grande en nuestro interior y que solo unos seres muy especiales podíamos poseer. Eso tan grande se llamaban sentimientos. Sentimientos contradictorios que nos podían hacer pasar de la cordura a la máxima cordura, de la tristeza al éxtasis, del cielo al infierno. Amor y odio, envidia y admiración, egoísmo y solidaridad... Tantas y tantas sensaciones unidas en un solo corazón, que nació de lo más esencial que tiene la vida de cualquier hombre: el Amor de Madre. Hablé días atrás de lo que era un padre para un hijo, pero si el padre es el firmamento que posee todas las estrellas brillantes que iluminan la oscuridad, una madre es la Luna, el centro de todo. Hace un par de días, un domingo especial, se celebraba el día de todas las mamás, así que esta entrada quiero dedicársela a todas las mujeres heroínas que han sido capaces de engendrar una vida en sus cuerpos, y de dar el amor más grande que un ser terrenal puede recibir. Así es el Amor de Madre: la mayor maravilla de la creación. 

"Muchas maravillas hay en el Universo; pero la obra maestra de la creación es el corazón materno". Así lo afirmaba en su día el filósofo francés Ernest Bersot. Y bien es cierto lo que afirmó el galo, puesto que existen tantas y tantas maravillas en el mundo que nunca valoramos quién nos hizo disfrutar de todo esto. Humillamos y tratamos de acomplejar a las mujeres con ofensas sin sentido ni argumentos, con agresiones y chantajes psicológicos creyendo que cualquier hombre idiota es dominante. Pero, ¿cuántos de nosotros seríamos de capaces de aguantar el dolor de sangrar sin parar durante días o de tener la responsabilidad de formar una vida en nuestro interior? Resulta que visto así los machistas ya no son tan fuertes. ¿Qué es la fuerza: la capacidad de recibir miles de golpes sin caerse o esos mismos golpes cayéndose y volviéndose a levantar con constancia? Fuerza maternal lo llaman. Esa que hace de las mujeres individuos diferentes, especiales. Todo por sentir el latido del corazón de otro ser en nuestro interior, todo por la vida que vamos a traer al mundo. Son las madres quien lo inician todo, y son ellas a quienes les debemos ese regalo de la vida. Pero no hay ternura mejor y más desinteresada que la de una madre. Nunca nos pedirá nada, solo nuestro cariño y afecto, que se quedará corto siempre y cuando seamos los más agradecidos de este planeta. 

Los grandes tesoros son aquellos que están mejor escondidos. Bien lo sabía Dios cuando decidió crear este imperfecto mundo, puesto que habló de la creación de las personas, de los animales, del agua... pero nunca del Amor de Madre. Observaba el Sol que le homenajeaba en la Tierra, y se sonreía a sí mismo, en silencio, porque hay silencios que lo dicen todo y palabras que no dicen nada. Sabía que la mayor maravilla de la creación estaba escondida en la propia creación. Qué decir del Amor de Madre, aquel que no entiende de distancias ni edades, aquel que permanece siempre en cada uno de los corazones. Vivamos o muramos, siempre estará la huella de nuestras mamá. Esa huella que comenzará al nacer, cuando su pecho y su dulce sonrisa calmen nuestros permanentes llantos. Seguirá con esos primeros días de nervios en el colegio, continuará con nuestra adolescencia, nuestros cambios, nuestros distanciamientos... Pero, ¿y el final? No, no existe final en un amor eterno y fraternal como el de las calles de Filadelfia. El Amor de Madre perdura siempre, desde el rincón más pequeño del planeta hasta las inalterables Pirámides de Egipto, pasando por París, Roma y la inmortalidad de los dioses del Olimpo ateniense. Esas caricias y besos que marcarán por siempre nuestras mejillas cada vez más arrugadas y desgastadas, que vivirán del maravilloso recuerdo que es tener a la mejor madre de todas. Porque todas son magníficas, pero ninguna como la nuestra. Verdad absoluta que ningún ser, por hipócrita que sea, sería capaz de negar. Por dignidad, por vergüenza, por amor... pero a una madre jamás se la puede negar, como hizo Pedro con Jesús en su día.


Maravillas, elementos bellos e inmortales que los humanos tratan de mantener e imitar hasta la eternidad. Pero, paradojas de la vida, lo más precioso es lo que nunca nuestros ojos pueden apreciar, sino lo que nuestro corazón puede sentir. Por una vez en la vida, seré esquivo al refranero español y diré que ese dicho, aquel que afirma que "Ojos que no ven, corazón que no siente", es completamente erróneo en este caso. Porque la excepción confirma la regla de que ninguna verdad es absoluta, salvo que el Amor de Madre es una excepción. Es único, inimitable, imposible de repetir. Dios sabía lo que semejante sentimiento escondía y a quién debía otorgárselo. A quién sino, a cada una de las princesas que abarrotan este mundo. Una de ellas es mi madre, la única que tengo, la que más quiero y a la que dedico estas humildes palabras. Tenemos nuestras discusiones, nuestro buenos y no tan buenos momentos, pero solo hay una verdad y es que te quiero con toda mi alma, con ese Amor de Madre que te caracteriza. Por eso tú y tu amor hacia mí formáis parte de la mayor maravilla de la creación, la que Dios realizó con una leve sonrisa en su inobservable rostro. 

Quizá todo lo que pueda decir o hacer sea poco para agradecer todo el cariño que una madre puede llegar a dar, no hay grandeza que pueda igualar este sentimiento, esta pasión tan maravillosa. Creo que en esta vida podemos vivir sin dinero, sin objetos materiales pero nunca sin el amor de quien nos trajo a la vida. Saber que siempre tendremos un cuerpo a quien acudir para abrazarnos, no tiene precio. Saber que tendremos siempre una mente dispuesta a escuchar nuestras tristezas y ayudarnos a superar nuestras adversidades con una tranquilizadora sonrisa, tampoco. Amor de Madre lo llaman, maravilloso, inmortal. Simplemente sentirlo y devolver con cariño todo este amor es lo mejor que un humilde hijo puede hacer, al grito de ¡¡¡Felicidades mamá!!!


PD: Me encantaría como siempre que estas sinceras y humildes líneas os hayan gustado, para eso escribo con más ímpetu y ánimo cada día. Esto, como ya dije, va para todas las madres, puesto que el domingo 5 de mayo fue el Día de la Madre. Por falta de tiempo, he tenido que escribir esta entrada hoy, aunque eso espero que no sea impedimento para que la disfrutéis. Por supuesto, la persona esencial para escribir esto ha sido mi mamá, a la que le dedico un beso enorme y todo mi cariño del mundo. Por eso es mi madre, por eso la quiero tanto. Apreciar a las vuestras como merecen, porque el Amor de Madre no tiene precio.





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