jueves, 25 de julio de 2013

Dedicado a las víctimas del accidente de Santiago: Por vosotros, para vosotros.


Paz entre el bullicio de un Alvia lleno de ilusionadas y felices personas. Santiago espera impaciente, bajo su maravillosa y enorme Catedral, para celebrar las festividades del apóstol que da nombre a la capital gallega. Y, de repente, en esa negra curva, cuando el tren supera los límites de la velocidad, descarrila. Se oye un estruendo terrible, como si la tempestad hubiese llegado a esa zona que pronto se convertiría en el centro de atención de todo un país. Vagones destrozados, humo inundando un cielo cada vez más ennegrecido, sangre entre los raíles que tan pronto inundaban paz como se convertían en artífices de esta tragedia, móviles sonando y gente angustiada. Era el comienzo del fin, la crónica de una tragedia consumada. Policía, bomberos, ambulancias y vecinos tratan de rescatar a los que todavía sobreviven por las garras del azar, aquel que quiso llevarse a 78 personas en cuestión de segundos. Y entre esos restos de vagones desconsoladores, un policía encuentra una de las víctimas, ya en el otro mundo, con su teléfono sonando. Llora, como haría cualquier terrenal impotente e indefenso ante los caprichos del destino. Sollozos que ahogan a todo humano por escasos que sean, lágrimas que se entremezclan con el poderoso rojo de la sangre derramada en ese tenebroso lugar.

Y entre todos ellos, comienzan a aparecer héroes. No llevan capa ni espadas, ni son capaces de volar. Ni siquiera tienen poderes sobrenaturales. Pero hay algo que les hace distintos, inmortales e incluso, divinos. Siempre están cuando se les necesita, nunca fallan, por mucho que se les critique. Lloran como los centenares de personas que allí se congregan, pero tienen muchas vidas que salvar. De héroes se llenan los hospitales y centros de transfusión de sangre de toda Galicia. Entre esas heroicas personalidades se encuentra gente que lucha cada día por lograr un trozo de pan que poder llevar a la boca de sus hijos y por sacar este hundido país adelante. Hoy se congregan para luchar contra las puñaladas del destino. Así es el ser humano, despreciable como pocos cuando lo tiene todo, unido como nadie en la desgracia. Parecía que solidaridad, unión y lucha eran valores enterrados en las cenizas del tiempo. Nada más lejos de la realidad, todos somos uno. Todos somos mortales, pero todos podemos, unidos, ser más grandes que el inmortal e inalterable universo. No hay nada más grande que la calidad humana, la que nos hace hermanos a todos. Sin villanos no hay héroes, pero hoy no había ningún Joker que amenazase nuestra existencia, ni ningún Batman que nos protegiese del antagonista. Hoy todos éramos uno, unidos por un mismo objetivo.


Y mientras ahí estaba yo, helado como un esquimal sin hogar. Perplejo, incrédulo e impactado, el silencio apodera mi casa. Solo el sonido de la televisión con periodistas cubriendo la tragedia se atrevía a desafiar esa penetrante melancolía que rodea mi hogar. De mis ojos comenzaban a partir suavemente lágrimas que recorrían mi mejilla como en los peores momentos de soledad. Hoy sentía una lástima profunda. Impotencia, ira, frustración... Y enfado. Todo sentimiento negativo se juntaba entre las penas, mientras el silencio seguía siendo tan profundo como espeluznante. Tres, quince, veinte, treinta y cinco, cincuenta... Los muertos subían y el nudo que mi estómago formaba era cada vez mayor. Incapaz de pronunciar palabra, guardaba un aliento en mí para preguntar: "Papá, ¿cómo ha pasado?". Él lo explicó por encima, sin ganas de conversar, y salió a la terraza, en busca del aire que llevará consigo las cenizas de los fallecidos, que perdurarán en la eternidad, como en su día ocurrió con los muertos del atentado de ese terrible 11 de marzo del 2004. Nueve años después no es en Madrid, sino en Santiago, donde la desgracia quiso volver a dejar a toda España en silencio. Esta vez sí tengo uso de la razón, y no recuerdo hecho más espeluznante y desolador en mis retinas. 


Por entonces el anochecer ya había caído en Santiago. Ni siquiera la Luna decoraba esta desgraciada velada. Solo las luces de las sirenas de ambulancias, bomberos y policías se atrevía a alumbrar la tragedia. La capital de peregrinación de todo buen cristiano estaba de luto. Pero como dicen los sabios proverbios, "Dios aprieta pero no ahoga", ni siquiera cuando cualquier lágrima amenaza con hacerlo a cada sollozo angustiado y desconsolado. 78 almas no llegarían a ver el sepulcro del querido apóstol de Cristo, pero emprenderían el prematuro viaje que todo humano hará cuando acabe su ficticia vida: el viaje de sus almas hacia el cielo. Allí no volverán a escuchar ningún estruendo, ningún tren descarrilado, ni verán sangre derramándose por los suelos. Descansarán con la paz que no pudieron vivir en el segundo más trágico de su vida. Antes de eso, eran personas felices e ilusionadas. Cambian las formas, pero no la función. Cambiaron el cuerpo por el alma, pero nunca cambiaron la felicidad. No la podrán expresar en Tierra, así que pasado estos días de luto tan tristes como necesarios, vivamos con la felicidad que ellos no pudieron expresar en la festividad de Santiago. Pensemos que cuando solo nos quede desear nuestra muerte, recordemos a los que murieron sin desearlo, y cumplamos los sueños de esas personas que se fueron demasiado pronto, pero no por ello más infelices. Al fin y al cabo, el ser humano es solo uno. Por vosotros, para vosotros: ¡Forza Galiza!


PD: En esta post-data final y en una valoración más personal, quería dar el más sentido pésame a todas las familias de las víctimas y mostrar mi respeto y admiración a todos esos héroes (policías, médicos, ambulancias, bomberos, donantes, vecinos...) que están contribuyendo a salvar decenas de vidas y a ayudar a quien más lo necesita. No tengo palabras para expresar mi gratitud hacia ellos. Yo, por desgracia, no puedo ir a donar sangre, ni me encuentro en situación de poder visitar Santiago para mostrar mis condolencias a todos los gallegos. Por ellos he escrito estas líneas, es la mínima muestra de afecto y apoyo que puedo realizar. Mucho ánimo a todos.

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