jueves, 4 de julio de 2013

Alcohol, drogas y tabaco: Nuestra muerte prematura


"El alcohol provoca el deseo pero frustra la ejecución", afirmaba William Shakespeare. Suena el Claro de Luna de Beethoven a escasos metros de mi ventana. La tormenta se acerca, los truenos afinan sus atronadores sonidos, el piano no deja de tocar, mis lágrimas no dejan de escapar, como mis sueños. ¿Dónde estás, princesa? ¿Dónde estás, Londres? ¿Dónde estás, querida mente cuerda? Vómitos esparcidos por el suelo, mi cuerpo tirado sobre una mesa rasgada de madera, empañada por las gotas derramadas de una botella de Jack Daniels, cuatro pastillas y un cenicero ensuciado por las miles de cenizas esparcidas por decenas de cigarros. Sangre que se derrama al son de las lágrimas, y Beethoven que sigue interpretando virtualmente su sonata al lado de esa escopeta que lo terminó todo. Beber para olvidar, drogarse para subir al éxtasis que no pudimos alcanzar en tierra, fumar para esparcir el humo de la rabia y frustración que sienten nuestras ennegrecidas almas. Así acabaste tú, Kurt Cobain. Así acabaste tú, John Bonham. Tirados por el suelo, ahogados en vuestra propia sangre, en vuestro propio vómito. Solo para olvidarlo todo, para daros cuenta de que acabasteis con dos genios en vida, solo para elevaros al cielo que os bajó a los infiernos. Nuestra muerte prematura, eso son los vicios. Eso es la adicción. Te creías el mejor, te sentías el mejor, y acabaste sumergido en las cenizas del olvido. Y tú, alcohol, eres la medicina para olvidar las penas. No hay ojos que vean en una mente ciega, ciega de melancolía. Y es la melancolía, la que nos conlleva a humillar nuestros cuerpos ante los elementos del azar. Eso eres tú, alcohol. Azar, lotería. Quisiste acabar con la vida de los humanos sin saber el cómo y el cúando, ni siquiera el porqué. Maldita sea tu crueldad. 

Otros creen que el alcohol, así como las drogas y el tabaco, son la mejor muestra de madurez. Esos son los jóvenes. Los que piensan que es como el sexo. No conviene obsesionarse con él tan temprano, como bien afirmaba Margaret Atwood. Muestra de madurez, que se lo digan a aquellos que con veinte acaban bajo un puente, buscando una salida para empezar de nuevo, o un final para viajar al Elisio de la otra vida. El alcohol te hace realmente más maduro, más viejo. No hay mayor soledad que la producida por una entristecida vejez, y el alcohol envejece cualquier alma, cualquier corazón indefenso. Creíste ser amado por todo el mundo, incluso por esa botella de JB que te hundió la vida, cuando solo te querían para ser maniatado como el 'malote' de turno. Y es el chulesco y creído el que bebe para mostrar sus intenciones de madurez. Y es el tímido, inocente y humilde, el que bebe por su soledad y melancolía. Todo lleva al alcohol, todo por el maldito azar de no saber dominar nuestras mentes. Esclavos de nuestros sueños, presos de nuestros sentimientos. Triste depender de quien nos hizo llegar al éxtasis, de quien nos llevó al más profundo infierno y de quien terminó por destrozarnos. Maldita droga, maldito alcohol, maldito tabaco. Estúpidos nosotros por depender de él.


Me tacharon de cobarde por no probar ni una gota de alcohol en mis 13 años de vida. Me tacharon de formalito y desconfiado por no suspirar ni una calada de un cigarro desgastado, ni por probar la cachimba. Pero creo que no hay mayor muestra de cobardía que ocultarse tras un cubata, o unos gramos de cocaína. Bebes para ocultar que eres un borracho, fumas para ocultar que eres un fumador, te drogas para ocultar que eres un drogadicto. Todo porque no puede volver atrás en el tiempo y porque no puedes cambiar la decisión que tomaste, aquella que te animó a ser un valiente, a probar esa calada que acabó haciéndote adicto a esos paquetes de Camel Marlboro, aquel trago que te convirtió en alcohólico y en adicto a esas botellas de Ballantines, aquella hoja que te hizo adicto a las plantaciones de marihuana. Valiente idiota, arrepentido por tus acciones, sigues tu adicción, o directamente sucumbes ante ella. Preso de tu cuerpo, esclavo de todas y cada una de las enfermedades más crueles que existen, cierras los ojos. En tu última voluntad, en tu último sueño, te arrepientes de lo realizado. Como Don Quijote en su vuelta a la cordura antes de morir, te acuerdas de todas las personas que hiciste sufrir, de todos los que lo pasaron mal aguantándote. Recuerdas todos tus paseos por los callejones oscuros mojados por la lluvia desprendida en cada tormenta que representaba tu mente. No puedes reír, ni siquiera puedes llorar. Todo acaba, como si de una tragedia de Shakespeare se tratase. 


Y pensar que vivimos en un mundo donde mientras hay gente que suspira por morirse, otros luchan por agarrarse al regalo de la vida día a día. Por eso, cada vez que deseamos morirnos, recuerdo a los que lo hicieron sin desearlo. Por eso pienso en esas personas que lucharon cada segundo de su vida por ver libres el amanecer el Sol, y jamás lo consiguieron, presos del cáncer o del SIDA. Por eso pienso que somos unos monstruos incontrolables, capaces de destrozarnos entre nosotros sin escrúpulos, invitando a los más locos a volar hacia el éxtasis, sin saber que se hundirán en la tortura del infierno. Por eso lloro por aquellos que un día decidieron introducirse por el pasadizo oscuro del laberinto del alcohol, y ahora se encuentran sumergidos en esos cubatas que ahogan su propio vómito. Por eso recuerdo a esa chica que amaba, la que fumó su primera calada para terminar olvidada en las cenizas de cada uno de esos cigarros que ella fumó. Por eso te odio, Kurt Cobain. Te odio por matar un genio, por no pensar en esas personas que murieron sin evitar su triste desenlace, mientras tú te destruías sin ser consciente de lo que eso significaba. Por eso te odio, princesa. Te odio por amarte tanto, te odio por hacerme adicto. Te odio por no dejarme ser libre en vida, por no dejarme expresar todo lo que siento. Por eso te adoro, querido blog. Por hacerme libre sin necesidad de pisar el Elisio de la muerte. El que pisó el bueno de Kurt hace 19 años, y el que no ha dejado de pisar desde aquel fatídico 5 de julio de 1994. Y volvemos a aquella escena, con la escopeta en el suelo, la sangre derramándose al son de las gotas de whisky, con la tormenta atronando las ventanas de esa casa de Seattle, y el Claro de Luna expresando las notas desgarradoras de esa famosa sonata de Beethoven. Culpa del azar, culpa del maldito alcohol, de las drogas, del tabaco: nuestra muerte prematura. 


PD: Después de unos días en los que me replanteé escribir de nuevo, y gracias a numerosas personas que me animaron a continuar, quise escribir una entrada impactante y dura. Considero que estas líneas han de ser dolorosas e impactantes, y ese es el objetivo. Espero que os haga reflexionar, y haceros ver que no es la adicción al alcohol, a las drogas y al tabaco el camino de la felicidad. Necesitaba hacer algo relativamente duro y diferente, por la decepción que ha acontecido en mí estos días debido a diversos acontecimientos. Deseo que me leáis, y atenderé cualquier comentario o sugerencia que queráis dejar en la entrada del blog. Saludos y ser felices sin necesidad de recurrir a los elementos del azar. Buscad vuestra propia suerte, y disfrutadla. 



4 comentarios:

  1. Magnífica pequeño genio. Sublime, aunque tampoco es malo tomarse una copa de vez en cuando jejeje. Esta noche sin ir más lejos saldré a celebrar mi libertad con los colegas xD

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    1. Jajajajajajaja gracias crack. Como bien sabes me refiero a las adicciones, cualquier copa con los amigos es siempre bienvenida siempre que estés en edad de ello. Saludos y disfruta de tu merecida "libertad".

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  2. Hay gemelo como sabes alegrar el dia a la gente
    Una pena lo de Kurt la verdad se hecho a perder una mente privilegiada pero es lo que tienen los vicios
    ¡¡¡¡¡¡¡BUEN BLOG PEQUEÑO TERRY PRATCHETT!!!!!!

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    1. Gracias de corazón Nachete. Para ser Terry Pratchett aún falta mucho jajajaja pero me alegra que pueda hacer feliz a la gente. Lo de Kurt es muy triste, inspirador hasta en su muerte eso sí. Por eso era tan genial.

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