domingo, 14 de julio de 2013

Amor y felicidad, tan opuestos y tan unidos


Querido blog, he sentido nostalgia por ti durante estas breves vacaciones en el pueblo. Maravilloso y relajante lugar, pero no podía evitar añorar tus escritos, cada palabra que plasmaba en ti. Tú eres quien le da sentido a todo esto. Contigo he sido feliz, he amado, he reído, he llorado... Eres lo que más quiero, salvando a mi inigualable familia. Ya sabes que el amor de un padre, una madre, un abuelo o un hermano es insuperable. Pero eres todo lo que necesito, eres lo que me haces feliz. Y, sin embargo, no te amo. No te amo como hice con aquellas chicas que me hicieron daño, solo por la diversión de utilizarme como la colección de muñecas que posee una niña en su infancia. Otras lo hicieron por ocultarme sentimientos, simplemente por miedo o por indiferencia. A todas ellas las aprecio por aportarme experiencias que ni la propia Alquimia con sus señales podría dar. No fui feliz amando, soy feliz apreciando. El amor no hace a la felicidad, y viceversa. Pero son tan opuestos, y a la vez están tan relacionados, tan unidos... 

"Felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace", afirmaba el sabio escritor francés Jean Paul Sartre. Hubo un tiempo no muy lejano en el que me sentía avaro, egoísta por añorar lo que no nunca había poseído y no apreciar lo que más tenía a mi lado. Me convertí en uno más. Quería amar como aman los demás, y quería ser correspondido. Me sentía solo tras la tormenta, como si los rayos me destrozasen sin compasión. Merecido lo tenía. Amar... ¿Para qué? Amar tuvo sentido cuando los humildes caballeros conquistaban el corazón de sus princesas, cuando los juglares recorrían ciudades y ciudades cantando para encandilar las sonrisas de las doncellas. Amar... ¿Qué es amar ahora? Presumir de un chico o de una chica, de haberte besado dos veces con esa persona y fingir que quieres a ese ser durante una o dos semanas hablando del infinito y del "para siempre". Eso es lo que llamamos felicidad y por consiguiente, amor verdadero. Así pues, Filadelfia quedó conquistada por los narcotraficantes y París por los magnates rusos y jeques árabes. Dinero es la palabra clave en esta sociedad. Qué tiempos aquellos cuando no existía ni el trueque, cuando una obra de Shakespeare no tenía valor alguno porque era incalculable. Tiempos en los cuales no se hablaba de lo eterno sabedores que ni siquiera nuestros corazones permanecen en la inmortalidad. Filadelfia era conquistada por la música de Bruce Springsteen y París era el paraíso de cualquier enamorado. 


Así el amor como el arte, evolucionaron de lo más bello a lo más abstracto e insignificante. Ni las pinturas negras de Goya se encontrarían tan perturbadas en la ceguera del amor. Ciego sí, de hipocresía y lujuria. A punto estuve de contagiarme de ello, hasta que ayer la tormenta despertó mi mente atormentada. La tormenta perfecta que dirían algunos, y no fue una película precisamente. Recordé que la desesperación hay que dejarla ir para ir aprendiendo de cada fracaso. Churchill, todavía me inspiras. Tanto como Mandela, al que siempre recuerdo con sus maravillosos versos que no me dejan solo ni en la noche oscura que me envuelve y que alumbran los imponentes relámpagos ni ante las puñaladas del azar. Recordé que la felicidad depende de lo que soy y no de lo que tengo, que no merece la pena suspirar por quien no te desea, que es injusto llorar penas ficticias mientras otros sonríen ante problemas reales mientras sufren en su agonía. Y me prometí ser feliz. Por mí, y por aquellos que se fueron sin desearlo. No por amor, sino por orgullo y satisfacción.


Y es que no es más feliz el que bebe para ocultar ser un borracho, o el que sonríe para ocultar sus lágrimas, o el que dice amar para ocultar que siente un vacío terrible en su solitario e indefenso corazón. Nada de hipocresía, nada de mentiras. La felicidad es un polo opuesto al amor. En ella no caben traiciones ni mentiras. En ella no caben miles de "para siempre" o millones de "te quiero". La felicidad es sincera, es no sentirse perdido entre su alma, es un estado de ánimo, una forma de ser. Podemos estar felices, pero podemos serlo, que es totalmente diferente. Y creerme, que no hay nada como tener en la felicidad una forma de vida. Y ver una oportunidad en cada calamidad y no una calamidad en cada oportunidad. Optimismo lo llaman también. En eso no tiene cabida el amor, puesto que solo existe felicidad con cualquier mujer mientras no se ame a la misma. ¿Alguien se atreve a cuestionar a Oscar Wilde, mientras ponemos más empeño en fingir ser felices que en serlo realmente? No estoy dispuesto a ser uno más, no estoy dispuesto a ser uno de ellos. No voy a ser uno de esos hipócritas con pareja, no pienso ver al amor de frente. Me reiré de ti con una sonrisa picaresca y feliz, y te llevará el viento como se llevó las palabras de todas esas chicas que un día me engañaron o me ocultaron su supuesta pasión por mí. Como se llevó la desesperación y tristeza que sentí un día por todo ello. No te olvidaré amor, pero jamás te echaré de menos. Nada es para siempre, y a ti solo puedo decirte que hasta nunca... Mientras sea feliz con lo que soy y no con lo que tengo.  Amor y felicidad, tan opuestos y tan unidos. 


PD: Espero que os haya gustado esta entrada diferente, puesto que se trata de una confesión personal. Inspirada en mí, busco como siempre que os identifique también a vosotros, o a alguna parte de quien me lee. Está claro que todos no vivimos las mismas situaciones pero así como hablamos del amor, podemos contar con cualquier otro problema de ejemplo, y recordad que nada es imposible, y que ningún problema aleja la felicidad. No la dejéis marchar, porque como bien dice uno de los versos de la canción de Passenger Let her go, "solo la quieres cuando la dejas marchar". Con ella os dejo, un saludo y ser felices, merece la pena.




1 comentario:

  1. MAGNIFICA entrada David, un regreso exquisito.
    Te cojo unos párrafos que guardaré como un tesoro en mi mente y en mi corazón.
    Nunca abandones tus sueños ni en el amor ni en la escritura. Tienes un don que no has de desperdiciar.

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