viernes, 2 de agosto de 2013

Orgullo: El triste consuelo del atormentado


Era una mañana de lunes, soleada como cualquier día del tranquilo y apaciguado verano. Marchaba al psicólogo dispuesto a superar el ya conocido miedo a las tormentas que poseo. Inquietud sentía por ser la primera vez que contaba mis problemas a una persona anónima que mis ojos jamás habían visualizado. Quería sentirme preparado para cada una de las cuestiones que pudiese realizarme, pero fue entrar en esa pequeña habitación y quedé descolocado. Nada de tormentas, nada de miedos. "Ese no es tu problema" comentaba aquella sabia persona, cuyos ojos se dilataban de admiración cada vez que le hablaba de mi persona. Los míos, lejos de abrirse, se cerraban buscando evitar los sollozos del hombre que recuerda sus penas. ¿Cómo podía esa persona, que de nada me conocía, expresar en simples palabras lo que yo había sentido durante años? Complejo, timidez, pavor... Finalmente, Isabel (que así se llama la protagonista de esta curiosa anécdota inicial) me propuso una cuestión: ¿qué crees que hay detrás de la tormenta? De repente, toda mi mente se paralizó. Era un reto para mí averiguar el porqué de mis miedos, y todo lo que escondía mi temor hacia ellos. Y así comencé a reflexionar, porque ella supo que escribiría, y aquí estoy, haciéndolo sobre ello. Porque ella supo que lo pensaría, y aquí estoy, pensando en ello. 

Pero sobretodo, ella sabía todo lo que escondía tras de sí esa pregunta. Porque no todo es tan evidente como lo vemos, ni tan complejo como nos lo cuentan. Buen ejemplo son Los Borrachos de Velázquez, porque de borrachos, nada de nada. "Reflexiona por tu cuenta", me decía. ¿Qué es la tormenta sino la similitud de una mente desdichada, frustrada y sin rumbo, caótica como el ruido de los truenos, y oscurecida como el cielo ennegrecido durante los destellos de furia de cada relámpago que desciende del Olimpo de los dioses contra el mundo terrenal? ¿No puede ser la tormenta solo una prolongación de mi mente en la Tierra? Quizá sea casualidad, pero yo no creo en ellas. Puede ser paradójico, pero el destino conspira para hacer miles de ellas por alguna razón desconocida. Sin embargo, nadie necesita echar mano de la Alquimia para saber todo lo que rodea a una mente atormentada: miedo, cobardía, odio, envidia y solo un consuelo, un triste consuelo: el orgullo. "Si no se modera el orgullo, él será tu mayor castigo", afirmó sabiamente el escritor italiano Dante Alighieri. Castigo transformado en tormentas que esconden los complejos de aquel que ve la vida pasar tras la ventana, solitario, simplemente por amar el orgullo. Rayos que iluminan los sollozos y truenos que rompen el silencio de aquella soledad profunda del desconsolado, aquel que decidió ser orgulloso y olvidó que solo el orgullo nos mantiene sumergidos en nuestros problemas.


Y todo viene de muy atrás, cuando el cielo era azul como aquella mañana de lunes y el amor dominaba en el corazón de aquel hombre. La tormenta por entonces estaba tan lejos que ni siquiera las predicciones se atrevían a llevar la contraria la armonía del celeste que decoraba la cima del Olimpo. Tan simple fue el camino de la felicidad, como la llegada de la tristeza. Poco a poco, entre los deslizamientos del viento, van llegando las nubes así como los problemas. Y el cielo se ennegrece y el orgullo nos hace abandonar a quien amamos. Que el alcohol nos consuele las penas y que la desoladora lluvia veraniega sustituya a la fría y enternecedora lluvia de noviembre. Pero ni una gota de whisky puede sustituir el cariño de la mujer que amabas, ni el pasajero granizo tormentoso de agosto puede reemplazar la ternura de la lluvia otoñal, la que decoraba Slash con su guitarra, la que homenajeaba Axl Rose con su voz, la que enamoraba Guns 'n' Roses con su música. Por entonces las nubes desatan su furia, y el orgullo, complemento perfecto de la ignorancia, dejará al hombre visualizando la tormenta en su ventana. Temeroso y acomplejado, como la mujer que olvida lo que realmente le hace especial y deja de comer para buscar una felicidad que jamás existirá. Al igual que el hombre, ningún cuerpo estereotipado podrá cambiarse por el valor y la belleza de la sincera sonrisa de cualquier doncella. Pero es la tormenta, imparable y furiosa, la que divide ambos corazones, deseosos de cariño, pero consolados por el orgullo que les hizo egoístas, atormentados y solitarios. Mal de pocos, consuelo de tontos.


Por tanto, ¿qué crees que hay detrás de la tormenta? Vuelvo a escuchar miles de veces esa pregunta en mi cabeza, la que esa psicóloga disfrazada de mentalista me propuso en aquella soleada mañana de lunes, y encuentro que yo temo al miedo, al orgullo, al odio, a la envidia, a mí mismo, no a las tormentas. Es lo que hay tras bambalinas lo que forma el teatro, es lo invisible lo que hace este mundo observable, es lo utópico lo que hace de los complejos sueños una realidad. Por tanto, es lo que hay detrás de la tormenta lo que hace que las tema. He perdido (y seguiré perdiendo) muchas personas por orgullo. Quizá mío, quizá de ellos, seguramente de todos. Pero lo perdido pocas veces se puede recuperar, y solo añoramos lo que tuvimos cuando se marcha. No quedará otra que dejar pasar la vida tras la ventana, como la tormenta que trae consigo la calma, para volver a rugir cuando nadie menos lo espera. Volverá el ego, volverá el odio, y la tormenta seguirá sembrando el miedo. Por entonces únicamente tendremos el orgullo, el triste consuelo del atormentado. 


PD: Espero que os haya gustado esta entrada bastante personal y basada en esa fobia que he comentado inicialmente. No espero que os sintáis identificados con mi miedo, sí al menos con el tema a tratar, bastante delicado y que todos hemos sufrido en alguna que otra persona alguna vez. Nosotros mismos incluso, aunque no lo veamos. tenemos orgullo, el que nos impide aceptar verdades y nos aísla de una evidente realidad. Intentemos cambiar, ser comprensivos y escuchar a los demás para aprender. Toda persona tratará de ayudarnos, asumamos nuestros errores y consigamos ser mejores personas. No podemos cambiar a nadie, pero al menos sirvamos como ejemplo de como debe ser uno mismo. Finalmente, os quiero dejar la reflexión que me hizo la psicóloga este pasado lunes y podéis responderme en los comentarios. ¿Qué creéis que hay detrás de la tormenta? Un saludo y ser felices. 


2 comentarios:

  1. Detrás de cada tormenta,viene la calma.

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  2. Me he emocionado leyendo la entrada. Sabía de tu grandeza, pero esta entrada contando esto así, para hacernos ver que tu eres así, te hace mucho más grande.
    Todos tenemos algo detrás de esa tormenta, yo tengo mis miedos, pero me acobardo y los callo.
    Entrada perfecta y día a día me pareces más grande, mejor persona y te aprecio más y más.
    PD: Cuando hagas la entrada pendiente que tienes creo que me darán ganas de abrazarte, porque se que escribirás algo delicado y bonito. David eres soberbio.

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