lunes, 19 de agosto de 2013

Hasta pronto, querido blog


Querido blog, querido amigo, es hora de despedirme temporalmente de ti. Como buen amigo tan ficticio como la vida, me has sido fiel, has sido quien ha reflejado todos mis estados de ánimos, todas mis ideas que se convirtieron en hechos que, a pesar de no ser muy exitosos, fueron arriesgados y gratificantes. Todo lo que empieza tiene un final. Quizá ciertos errores me han llevado hasta esto, pero quien sabe, uno toma decisiones equivocadas permanentemente, pero ha de defenderlas sin saber los caprichos que el destino tiene preparado para él. Ciertamente he perdido la magia de las palabras, las que nunca pierden su poder, las que hacen que todo cobre sentido. Siempre hay destellos, arrebatos pasionales y creativos que nos permiten inspirarnos en un visage nocturno conmovedor y penetrante. Pero guiándonos por las generalidades rutinarias de nuestras vidas, he cometido muchos más fallos que aciertos, he vivido momentos más tristes que alegres. Y a toda persona le pasa igual, con 13 años como yo, con 44, con 70... Toda persona encuentra en los momentos de felicidad pequeños destellos de una rutina diaria que nos desgasta, que nos encierra en cuatro paredes de las cuales dependemos y ya no podemos salir. Y cuando tomamos la decisión de desafiar a la distancia, esa que rompe tantos amores, esa que sirve de excusa a cualquier ser querido que no corresponde a su amante, nos topamos con la indiferencia, el desconocimiento de una tierra y la puerta de la casa de la persona por la que tanto has esperado, como Don Quijote y Sancho toparon con la Iglesia. 

A nadie le gusta reconocer los errores, mucho menos rectificarlos, pero peor todavía es no saber en qué has fallado. Querido blog, que tantas historias tan imaginarias como imposibles soñamos e imaginamos en aquellos tiempos donde mi inspiración literaria era similar al crescendo  de los violines que interpretan El Invierno de Antonio Vivaldi. Pura pasión, pura expresión, puro corazón. Como cambian los tiempos, las estaciones, que de toda la expresión tensa y nerviosa, sentimental del invierno, se ha quedado enterrada en esas cenizas del temido olvido que vuelve a llamar a mi puerta. O en la nieve del invierno, o quien sabe si tras las tormentas veraniegas, o bajo los pétalos rosados de las flores de primavera. O peor todavía, en la angustiosa y fría lluvia otoñal que inunda las calles en septiembre, octubre y el frío noviembre. El virtuosismo del violín fue sustituido por un nuevo impostor, desconocido enmascarado que interpreta los graves y monótonos acordes del contrabajo. Así, la expresión de las palabras quedaron en el mismo lugar donde cayó el cadáver de Moisés en Sinai, bajo las arenas del desierto. En un mundo donde la electrónica y las máquinas predominan por encima de la pluma y el papel, donde la justicia reivindica al mentiroso y al estafador antes que al virtuoso y valeroso caballero, prefiero ignorar lo que ocurre a mi alrededor. Prefiero sacarte vivo de las miserias e injusticias de esta maravillosa (pero también injusta) vida.


Siento que estoy recuperando recuerdos del pasado, cuando te expresaba todo sin tapujos y con toda la vitalidad para escribir y maravillar al que me leía. Demasiado tarde, puesto que a los amigos fieles se les ha de defender y proteger. Cuando odio, rencor, envidia, rabia, ira y soledad llaman a mi puerta para que me una a su pandilla de amigos, siempre fieles y que nunca se olvidan de ti, nunca te dejan tirados, están ahí cuando menos los necesitas y cuando más los esperas, siempre te he tenido a ti. Pero ya sabes que en esta vida no importa el camino, sino la meta. Y nadie valora todo lo que hubo detrás para cometer cada una de las locuras que imaginamos. Quién me iba a decir a mí que iba a ir a Ávila solo por amor, quién me iba a decir a mí que iba a decir que iba a estar tan cerca de Londres como la Armada Invencible, pero mientras ellos iban con una flota enorme como arma, yo solo necesitaba un bolígrafo y tres folios para luchar por ese destino. Y un poco de pasión y de corazón. Pero ya sabes amigo mío, querido blog, que el tamaño del motor de nuestros estereotipados cuerpos no tiene ningún valor, puesto que no es más que una mera anécdota de hipocresía para crear el prototipo de una personalidad aparentemente perfecta. ¿O acaso alguien se fija en el corazón y la bondad de las personas? O en el tamaño de la cabeza, tan poco cultivada últimamente como los campos de trigo arrasados por las tenebrosas tormentas. Seguramente el tamaño de ciertas partes sean más gratificantes, tú ya me entiendes. Tanto yo como los hombres de Felipe II sucumbimos ante las puñaladas del azar al rozar las calles británicas que conducen hacia el Parlamento o Trafalgar Square. Ellos lucharon contra el temporal tormentoso que tanto miedo produce en mi cabeza. Yo no peleé con nadie, simplemente fui yo mismo. Y ya sabes querido blog, que en esta vida triunfa más el que se preocupa más por aparentar lo que no es que en ser quien realmente es.


Pero bueno, Londres así como el amor, se quedaron en el camino. Como la Armada que naufragó en el Canal de La Mancha. Yo, perdido por tierras castellanas, rozando la comarca manchega, no tuve más que girar mi mano para ratificar mi despedida. Estar lejos no significa no echar de menos, estar lejos no significa querer menos. Y estar lejos, no significa que los sueños como el amor sean imposibles. Pero bueno, Dios me otorgó salud, sabiduría, humildad, honestidad e inteligencia a cambio de la belleza. Valores que hacen de mí una persona, no un disfraz. No soy yo mucho de Carnavales, pero conozco personas que van disfrazadas los 365 días del año natural, o los 366 del bisiesto, con maquillajes que superan los límites de la normalidad, y el caso es que triunfan, consiguen lo que se proponen. Y tú, querido blog, sufres conmigo, expulsas de tus ojos irreales lágrimas tan bellas como las de San Lorenzo, ante la impotencia de lo inexplicable. ¿Qué más da que me frustre a tu lado, si todos pagan un precio por aquello que posee un valor incalculable: la dignidad? En fin, como buen amigo, no te queda otra que escucharme y aguantarme, lo que pocas personas hacen, o al menos tratan de hacerlo, ocultándote miles de veces una verdad existente y que es bien sabida aun prometiéndote que te contarán todo y que les importarás para siempre. En fin, quería despedirme de ti a lo grande, como bien mereces, porque no importa cuán duro haya sido el camino ni la eternidad de la distancia, porque como humilde inquilino seré habitante en tu ficticia alma. Algún verso bonito tenía que surgir cuando se trata de algo tan especial para mí (tiene tela que lo más abstracto sea lo más sincero). Pero bueno, esto es lo que es y lo que nos toca vivir. Esta es mi vida, feliz a pesar de todo, y no la cambio por nadie en el mundo. Y a ti tampoco, y por eso te dedico esta carta, y te protejo y protegeré. Seguiré leyendo cada línea que se nos ocurrió juntos y que, con éxito o no, me hicieron sentirme una persona feliz y útil, como Kurt Cobain junto a Boddah en su día. Ahora es momento de dejarlo, porque como bien sabrás, no volveré a ser el mismo escritor, quizá porque nunca lo haya sido. Hasta luego querido blog, pero jamás adiós. 


PD: Por ciertas circunstancias que no merece la pena mencionar, creo que es el momento de dejar este blog durante un largo tiempo. Quizá un mes, un año... El tiempo que haga falta. Pero necesito recuperar esa inspiración que tan escasa se me presenta últimamente, necesito buscarme y volver a sentir esa satisfacción que me ha llevado a luchar por conseguir todo. Y en esta vida todo no se puede lograr. Que el tiempo cure todo lo que tenga que curar, que la tormenta pase, y en el remanso de calma y paz del Elisio de la felicidad, todo vuelva a ser como antes. Sin engaños, sin mentiras, sin decepciones. Creí que tener talento servía para escribir, pero ni siquiera consigo inspiración. Es un bloqueo permanente. Creí también que cometer locuras amorosas por alguien, que desafiar la distancia de manera sorpresiva, era necesario para ganarse la estima de una persona, pero tampoco es así. Así que como buena persona, como uno más, he de valorar las pequeñas cosas que hacen de mi sencilla vida una vida feliz y no buscar las grandes gestas que por suerte o por desgracia no están hechas para mí. Solo quiero dar las gracias a todas y cada una de las personas que han leído este blog alguna vez, en parte siempre conseguí inspiración por ellas. Escribir sigue siendo mi pasión, pero todo tiene un final o un punto y aparte, quizá este sea el momento adecuado. El tiempo lo dirá... Hasta pronto.




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