lunes, 11 de febrero de 2013

Música: El bello y difícil arte de emocionar

 
 
Música, esas dulces melodías que retumban en nuestros tímpanos con un aroma de serenidad y sensibilidad. Tan tristes bajo la lluvia del otoño y tan alegres bajo las flores de primavera. Música, esos sonidos ordenados cronológicamente en el tiempo inmortal que nos cambian el estado de ánimo al escucharlos una y otra vez, con la sensación de ser verdad todo lo que esos sonidos reproducen en el aire. La música habla y expresa una pasión, un sentimiento único entre cada uno de los indefensos corazones. En esta extraña mañana grisacea de invierno, calmada tras la lluvia torrencial de anoche, me dispondré a hablar de este peculiar arte, único por su producto y abstracto por su materia. Espero que os guste.
 
 
Música, arte de las musas lo llamaban los antiguos griegos. ¿Hay algo más bello que la mirada penetrante de cualquier musa? ¿Hay algo más memorable que el beso de alguna de estas princesas? Los sabios helenos tenían la respuesta: nada es más bello que una musa. Perfecciones imperfectas creadas por los inmortales dioses del Olimpo en la eternidad. Hay tantas y tantas virtudes que descubrir en una musa, que de ahí tuvo su origen un arte inigualable entre las artes: la música. La madre del mundo artístico, la que más emociones transmite. Ese ámbito de la vida comparable al universo: crees que lo sabes todo sobre ella, pero al día siguiente te das cuenta que lo que sabías era una millonésima parte de todo lo que la música abarca. Fue sentarme en mi piano e imaginar, como Lennon hizo en su día, la cantidad de melodías que podría tocar con este bello instrumento. Fue sentarme en mi piano y recordar, por primera vez en mucho tiempo, cómo podía enamorar a una musa. Porque si la música es el arte de las musas, es porque recordamos a nuestra musa perfecta cada vez que escuchamos una tierna melodía producida por la sabiduría del hombre.
 
 
 
Música y amor, inevitable relacionarlos. Cómo escuchar el segundo movimiento de El Invierno de Antonio Vivaldi y no pensar en las gotas de lluvia golpeando en mi ventana. Bendita ventana la mía, siempre sumergida en un mar de recuerdos e imaginaciones incomprensibles para cualquier mente cuerda y sensata. Imagino ese momento famoso en cualquier gran película, donde un hombre solitario y melancólico ahoga sus penas en el interior de su abrigo empapado por la lluvia torrencial caída por esas calles perdidas que él pisa. Un momento imborrable para mi mente, en el cual solo puedo recordar mis desengaños mientras la música vuelve a mi cabeza. No es una melodía alegre de Mozart la que recuerda mi mente en ese momento, sino una triste composición del melancólico Chopin. Música, siempre música. Obsesiva para todo ser terrenal, que no puede evitar relacionar las armónicas melodías de un artista con su estado emocional.
 
 
 
Música, compañera de tristezas en cualquier ser humano. Encerrarse en uno mismo y poner un disco de vinilo de Eric Clapton en tu solitaria habitación mientras observas como la lluvia que salpicó tu cara minutos antes sigue golpeando con fuerza tu mojada ventana. Inevitable no deslizar alguna lágrima por nuestra mejilla, echando de menos ese "te quiero" de nuestra musa. Son momentos tristes, pero muy emotivos para cualquiera. Aún cuando han pasado esos tiempos de melancolía, uno no puede evitar seguir derramando lágrimas al recordar esos tiempos. Todo por la música, bendita sea su locura. O mejor dicho, bendita sea la locura que nos produce. No todo es hundirse bajo las penas, porque ¿quién no recuerda a Gene Kelly bailando feliz con su paraguas en Cantando bajo la lluvia? Música no es melancolía, música es cambiar el ánimo de alguien o ratificarlo. Música es el bello y difícil arte de emocionar, y sin emociones jamás habrá música. Y sin mortales que la escenifiquen, tampoco. Música es expresión, es algo especial, único y diferente. Va más allá de cuatro pentagramas con veinte notas y ocho compases. Eso no vale nada si un violín o un piano que los interprete no transmite sentimientos.

 
 
He de decir que como experiencia personal, jamás entendí el valor de la música hasta este año. Nunca tuve la oportunidad de disfrutar este bello arte hasta este año, en el que realmente estoy reconociendo la verdadera belleza del arte de las musas. No creo que me acabe dedicando a esto pero animaría a cualquiera a intentar sentir por dentro este abstracto mundillo, admirable en todos sus aspectos, aunque tan difícil de entender como otros tantos ámbitos de la vida. Y es que una vida con respuestas, no tendría preguntas que resolver ni un sentido determinado de las cosas. Así que como reseña final por mi parte, os animo a intentar probar una experiencia en este arte especial llamado música.
 
PD: Como siempre os digo, espero que os hayan gustado estos párrafos a los que he dedicado parte del siempre valioso tiempo. Os agradezco que leais y comenteis mis palabras de la manera que lo haceis. Para mí es siempre un placer escribir siempre que vosotros renoveis mi ilusión de la manera que lo haceis. Muchas gracias y un saludo por mi parte, ser felices.
 
 
 
 
 
 

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