miércoles, 6 de febrero de 2013

El cáncer: la más dolorosa de todas las batallas



El pasado martes fue 4 de febrero de 2013. No era un día cualquiera, era el día en el que se recordaba a los héroes. Sensibilizado por esta enfermedad, se me ocurrieron grandes ideas que escribir en homenaje a aquellas personas que reciben su reconocimiento en el Día Mundial contra el cáncer. Maldita sea esta dichosa enfermedad que no merece ni llevar el nombre de un signo del zodiaco por el enorme daño que causa. No es la más sangrienta, pero si la más dolorosa de todas las batallas: la lucha contra el cáncer. Algún día acabaremos con él, pero por entonces serán muchas las víctimas arrasadas por esta lacra. Por ello, el día de ayer y esta humilde entrada van para esos héroes que miran al Sol cada día sonrientes a pesar de ver el Calvario encima de sus frágiles cuerpos.
 
Conviene que al empezar a escribir estos párrafos olvide todo lo que pueda considerar como un problema para mí. Conviene que reflexione y me avergüence de mí mismo y de todas las veces que habré dicho "no puedo hacer esto, es imposible". Conviene que mire a mi alrededor y piense en todas esas personas que se consideran desdichadas por no tener un chico chulesco y guaperas con quien liarse o una chica esbelta con quien morrearse. En el fondo, ellos también me avergüenzan. Todos somos iguales al fin y al cabo. Somos simples y miramos por nuestros bienes materiales, descuidando a esas personas que merecen ser llamadas héroes (las que luchan contra el cáncer). Son héroes porque a pesar de su negro porvenir deslumbran a la noche con sus sonrisas. Son héroes porque hasta en los últimos alientos de sus desdichadas vidas muestran un atisbo de esperanza por mínimo que sea. Recuerdo que sólo los buenos mueren jóvenes (como bien decía una canción de Queen tras la muerte del legendario vocalista Freddie Mercury) y pienso en los héroes que un día sufrieron el cáncer. Lucharon y lucharon, pero algunos murieron en el intento. Como cualquier guerrero que honró a su patria en cualquiera de los lugares de este mundo.
 
 
 
Sufrimiento, esa sensación que debilita cualquier apariencia física de un mortal. Esa situación de dolor, de impotencia y de rabia. Sentirte inferior a algo que te supera y que te tortura cada vez que tus ojos se abren para contemplar el "regalo" de la vida. Nadie elije el sufrimiento, pero algunos están destinados de por vida a padecerlo. Con o sin ayuda, solos o en conjunto, pero el dolor permanece. Cáncer es sufrimiento. Dichosa tortura que ningún ser terrenal merece padecer en sus carnes. Puro dolor y pura debilidad. Un monstruo sin control y con ánimo de hacer sufrir. Así es esta enfermedad. Pero, curiosamente, Goliat no pudo con todos. Existen muchas personas en este mundo como David, mucha gente que con optimismo, con capacidad de sacrificio y con amor propio han tumbado a la bestia que tenían en medio. Existen muchas leyendas, muchos grandes hitos en la historia de los humanos que pueden ser caracterizados como utopías, pero que en ocasiones merecen catalogarse como realistas. Como en la mitología griega, cuando Edipo derrocó a la temible Esfinge, el secreto del éxito ante esta enfermedad está en la mente.
 
 
 
Bendita sea nuestra mente, tan alocada y tan cuerda, tan beneficiosa como perjudicial, tan sabia como inexperta... Resulta admirable la capacidad que tenemos seres tan indefensos como los humanos para sentir, para reflexionar, para pensar. Somos tan increíbles que ni nos valoramos a nosotros mismos. No somos conscientes del poder que tenemos en nuestras cabezas, tan letal como cualquier picadura de la mamba negra. La fuerza no proviene de la capacidad física, sino de una voluntad indomable, decía un sabio dicho. Nada más lejos de la realidad, nuestra voluntad y fé mueve montañas. Y ningún cáncer llega al cielo, ninguno roza las más altas divinidades. Nuestras mentes sí pueden lograrlo. ¿Es por ello el cáncer mayor que nuestra propia fuerza? La respuesta es jamás. Jamás una mente terrenal será inferior a una enorme lacra por dura que sea. Y jamás lo será porque nuestros subconscientes son tan fuertes que ni la solidez de las pirámides de Egipto podrían superarlos.
 
 
Nadie cree en esta verdad universal, pero la mente lo puede todo. De la mente nace la fé, de la fé el optimismo, y del optimismo nace una sonrisa. Y en una gran sonrisa siempre hay esperanza. Esperanza son sueños, son objetivos que hasta la mitología griega parecerían utopías. Pero ahí está nuestra locura, la base de los sueños y de la vida, que nos dice que lo único imposible es lo que no podemos intentar. Ver en cada calamidad una oportunidad en vez de una calamidad en cada oportunidad solo pueden hacerlo los héroes. Y creerme que quien lucha contra el cáncer solo ve oportunidades entre los mares de lágrimas de la soledad y la debilidad. Al fin y al cabo, la vida es un reto y solo las misiones más difíciles de superar dan una mayor motivación a quien las enfrenta. El cáncer es una misión. Difícil sí, pero nunca será imposible. Tal y como comencé el texto, me reafirmo en lo que afirmé: no hemos vencido al cáncer, pero lo conseguiremos. Entonces y solo entonces, será el momento de recordar a quienes se fueron. Ahora solo toca seguir luchando por ellos (los que se fueron) y los que siguen sufriendo esta enfermedad.
 
 
 
PD: Solo pido, en esta humilde reflexíon final, que no se descuide la lucha contra el cáncer. A pesar de todos los recortes que se hagan, a pesar de todos los problemas económicos que existan, invertir en investigar cómo curar esta enfermedad salva millones de vidas. Y eso no tiene ningún precio ni ningún billete de 500€ que lo pague. Solo me queda recordar y dar ánimos a toda esa gente que sigue padeciendo y enfrentándose a esta lacra enorme de nuestra sociedad. Quiero dedicárselo a ellos y en especial, a la hermana de una amiga de mi madre, que sufrió lo indecible para acabar subiendo a los altares eternos del cielo. Donde quiera que estés, descansa en paz. 
 
 
 
 

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