jueves, 12 de marzo de 2015

Tengo algo para ti

 
 
Tú que me lees, querido padre, estimado amigo, amada doncella, tengo algo para ti. Es el ocaso, lo reconozco, el momento ideal para preparar la mayor obra maestra de cada romántico racional. La luz se apaga, se reflejan las estrellas. El mar transforma su azul turquesa en un anaranjado poderoso y cautivador, ardiente como la mirada de cualquiera que nos enamora con su andar. Tú, que me lees con tu caminar pausado, con tu presencia efímera, tengo algo que decirte. Tú, que contemplas el cielo mientras el Sol decae y tu rostro se paraliza. Tú, que eres el camino que lleva hasta Roma, la montaña más alta del Himalaya, la Diosa más hermosa de todo el Olimpo, tengo un regalo para mostrarte. No, no es nada material. Siento decepcionarte. Si es así, no eres ninguna de las personas que he mencionado. Tú, que eres la musa más inspiradora del universo. Tú, que fuiste el último humano que se levantó por encima del Telón de Acero, o el primer terrenal en elevar su alma hacia la Luna, esto es para ti.
 
Cómo explicarte lo que significas, si quizás no hayamos cruzado ni un solo paso juntos y eres lo más importante para mí. Seguramente, ni nos conozcamos. La distancia no es más que la excusa para poner fin a un sueño imposible, o el aliciente para alimentar la utopía más maravillosa jamás imaginada. Cómo decirte que eres el canal más hondo de Venecia, la amapola más bella de toda Amsterdam. Cómo no compararte con la dama que alza la antorcha de la Libertad que ilumina toda Nueva York, o cómo no hacerte sentir la Octava Maravilla del Mundo. Por qué no ser el oasis del Sahara, o el undécimo mandamiento del Sinaí. Por qué no considerarte la cuarta pirámide de Giza, o el paisaje más bonito de toda Escocia.
 
Tú, que eres el verso más bonito de William Shakespeare, y el soneto más famoso de Garcilaso. Tú, que eres el callejón más inhóspito de París, la obra de arte más hermosa del Prado de Madrid y la elegía más eterna de Homero. Tú, que eres la Julieta más linda que Romeo haya visto nunca. Tú, que eres ese lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme. Tú, que eres la Quinta Estación de Vivaldi, la Décima Sinfonía de Beethoven, todo esto es para ti. Tú eres la persona que necesito en mi vida. Tú eres mi Macondo, la que me hace huír de esos agónicos Cien Años de Soledad. La que evita la Crónica de mi muerte anunciada. Tú, mi Platero, mi Campo de Castilla, mi canción de Sabina. Tú eres tu mejor regalo. Y el mío, qué duda cabe.
 
Por eso tú, que te fuiste pensando que no había manera de recuperar ese tren. Tú, que nunca has podido verme. O tú, que estás ahí siempre a mi lado. Tú eres el mejor regalo. Es paradójico que lo que empezó siendo un canto de sirenas termine por parecer un epitafio a mi ausencia. Aunque no lo niego, ya cayó la noche y es hora de partir. Pero tú no eres mi último testamento, no eres el punto y final. Tú, que me lees con los ojos tan vidriosos como los míos. Tú, que eres el río que desemboca en el mar de Manrique. Tú eres la persona que quiero aquí a mi lado. Tú eres mi osito de peluche, la última persona en la que pienso antes de acostarme y la primera con la que sueño cada mañana. Tú eres la razón de mi existencia, aunque lo que me mantenga con vida en esta realidad sea la pura ficción. Tú, que eres el ojo más grande de Londres, observa con atención estas palabras. Son algo para ti. Son mi mejor regalo. Son las palabras que nos juntarán el resto de nuestra vida, aunque las cenizas hagan añicos el camino que nos una. Tú, anónimo. Tú, futuro amor de mi vida. Tú, amigo mío. Tú, mi más odiado enemigo. Tú, mamá. Tú, hermano. Tú, papá. Tú formas parte de esta poesía en prosa. Tú eres las razones de este corazón indefenso. Tú eres ese algo.
 

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