domingo, 8 de marzo de 2015

¿Sientes el vacío?

 
Si las palabras conservan su poder es porque pueden cambiar el significado de todo con solo ponerlas o quitarlas. Dicen que un silencio vale más que miles de ellas. No es premeditado hacer el vacío, como no es lo mismo sentirte mal que sentir el mal. Algo similar ocurre con el bien... y con el vacío. Con los millones de sentimientos que rodean a nuestro corazón indefenso. Sé que todos nos hemos sentido vacíos alguna vez, en momentos en los que pensamos que todo terminará algún día y que nada de lo que vivimos posee algún sentido existencial. Momentos en los que nos han tirado al precipicio sin arneses para volverlo a escalar. Nos quedamos allí hasta que algún avión nos visualice vagabundeando en el exilio, en el exoticismo de una felicidad prometida y ficticia que se tradució en penuria y miseria. Como si me hubieran asegurado alegría y prosperidad por comprar algo que no podía pagar. Y ahora, mis deudas, son irreparables. Una Gran Depresión, paradójicamente. A veces, don Dinero también se mete donde menos le llaman. Y las consecuencias son devastadoras.
 
Pero no nos desviemos en nuestro mundo de metáforas y paradojas. Sé que es precioso, a mí me encanta, pero una vez una chica con la que comparto ciertas aficiones literarias me definió como un "poeta en prosa". Yo la respondí "romántico racional". Así que toca seguir con nuestra historia, trazar nuestro camino en este mar de palabras. Pero hablamos del vacío. El camino termina de repente, solo se asoma el abismo en él. Encoges el aliento para que ninguna extraña presencia te empuje a él tras la niebla tenebrosa. Tienes miedo de aquello que se encuentra debajo de ti. Porque aunque sientas que has llegado al final, estás por encima del Infierno. No hay caída sin alzamiento, no hay precipicio sin cima, sin acantilado que te lleve a tocas las nubes del cielo. O las estrellas, que son más brillantes y bonitas.
 
Sin embargo, la niebla borró la hermosa curvatura de tu sonrisa. Quién sabe, probablemente se la llevara el viento entre la neblina. No he vuelto a encontrar una desde entonces. Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco que fuera tan complicado. ¿Y si el amor es el vacío? Porque muchas veces justificamos que las relaciones terminan porque a estas alturas nada es para siempre. Pero, ¿qué nos lleva a unir algo que acabará por separarse un día y que nos hará daño? ¿Merece la pena un instante de felicidad ficticia efímera por un dolor miserable y en ocasiones duradero? Ya nadie sabe en qué tenemos que creer, hasta el punto de que la fe está mal vista. La historia, como la vida, es un ciclo constante que se repite sin que nos demos cuenta. Volvemos al pasado aunque sepamos que estuvo mal, que fue error que no deberíamos volver a cometer. Los recuerdos pesan mucho, tanto para sentirnos bien como para sentirnos mal. Tanto para sentir el bien como para sentir el mal.
 
Y me he quedado ahí, detenido en el abismo, como El caminante sobre el mar de nubes de Friedrich. Puro romántico, puro sentimiento, puro exoticismo. Preso de una libertad engalanada y elevada al máximo exponente. La expresión de la grandeza humana ante el universo que lo rodea. Y ante él, el vacío. Tapado por las nubes, pero presente. Evadiéndose de su angustia, en busca del paraíso sentimental que deje de aliviar las penas y las cure para siempre. Gabardina alargada, bastón clavado en la piedra, cuerpo erguido y mirada firme al horizonte. Y allí, la montaña. La colina que inicia el camino de la eternidad. ¿Volarás hacia el cielo, o caerás al abismo? Si sientes el vacío, compártelo conmigo. Porque recuerda, que todo el vacío de mi vida lo puede llenar una sonrisa. La que se esfumó en la neblina. ¿Te suena? Quién sabe si tú eres el reflejo de las estrellas. Porque entonces, no hay vacío en tu tristeza, no hay camino hacia el cielo. Tú, tan terrenal como el mundo entero, eres el espejo de la eternidad.
 
 
 
 

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