miércoles, 2 de julio de 2014

Verano: El contraste del tiempo, la nostalgia de la vida

 
Y llegó verano, con la nostalgia de su recuerdo anhelado y su calor asfixiante. Y llegó verano, con su remanso de paz solitario, con los campos iluminados por el esplendor del Sol más puro, con el reflejo más brillante de sus rayos. Y llegó verano, cuya fugacidad no impide que me siente aquí, ante mi ventana, y observe en cada día, como el ocaso del atardecer tarda en llegar tanto el propio verano. Observo como los días se alargan, como el famoso solsticio hace de rogar la oscuridad de la noche, como las sonrisas se esbozan más que nunca. Y observo, como la tinta que impregna la pluma que se derrama en cada papel, en cada papiro, se derrite ante el achicharramiento del gigante solar. Así que, como toda palabra que se plasma en la vida ha de perdurar en la eternidad, acudo a ti, querido blog, para dedicarte unas hermosas palabras. Tan hermosas como el alba que saluda mi morada, tan hermosas, como esa dulce mirada azulada que intensifica su verde hasta lo más puro de la malaquita.
 
Hermoso y querido verano, que tanta gente te anhela en su soledad. En busca del calor que ningunos brazos otorgan, que el roce de ningún cuerpo les produce. Dichoso el sudor del Sol ardiente, que derrite cada milímetro de los poros de la piel, que desgasta la profundidad de los labios. Dichoso sudor, que discurre por cada centímetro del rostro como todo río que va a desembocar a la mar, y, lejos de congelarse, marca para siempre su cauce, perturbando el de las lágrimas invernales. Metáfora de la vida, tan fugaz y nostálgica como la época estival, pero tan apasionado y carnal como el amor de dos fértiles terrenales. Fertilidad, la de las plantas que decoran los campos previamente coloreados por la primavera. Pasión, la de la Luna en su puro esplendor, reflejando el brillo más grande de la estrella más brillante del firmamento, de nuestro firmamento. Paradojas humanas, aquellas que dicen que añoramos lo que nunca tuvimos, o que vemos lo que nunca se hizo visible ante nuestros ojos.
 
 
Tanto calor, para terminar congelado. Tanto derretirse bajo al Sol, para empaparse bajo la lluvia. Tanto destello de luz, para estremecerse bajo la oscuridad. Tanto remanso de paz, para perecer ante el estruendo de los truenos. Tormentas de verano, que contrastan con el tiempo, que reflejan la existencia del infierno. El silencio, perturbado por el ruido de los truenos; la oscuridad, reflejada en los destellos de las centellas. Y la soledad, detrás de la ventana, observando el cielo ennegrecido, furioso, abochornado, fusionando las gotas de sudor con las lágrimas de la lluvia, ardiente y feroz como el amor carnal veraniego. Puro verano, puro contraste del tiempo. Las agujas del reloj siguen moviéndose, en un constante tic-tac que ni la tormenta perturba, buscando la calma que ni en el amanecer estival se encuentra. La tormenta, fiel reflejo de los miedos, el crescendo de Vivaldi en su obra maestra.
 
 
Y ahí se encuentran las miradas, acompasando la fugacidad de la vida, buscando con sus ojos ese remanso de paz en el infierno venido del cielo, el exilio divinizado. Y llega la calma. No más trombones, no más sonidos graves. La obra maestra ha terminado, querido Antonio. Que llegue la cadencia, que llegue la calma. Y vuelta a empezar, en un proceso tan cíclico como la creación terrenal. Y ahí seguiré yo, solitario, mirando por la ventana como el cielo azul se ennegrece, como el Sol se esconde y aparece, como la luz batalla con la oscuridad, como el sudor sigue su pelea por el cauce de las lágrimas y la lluvia, como el calor busca congelar las almas, como los vecinos de al lado continúan su amor carnal, como los ojos azulados se fusionan con el verde malaquita, como el verano supone el contraste del tiempo y la nostalgia de la vida. Y así será, hasta la tormenta final, cuando el viento se lleve lo que la memoria de los humanos no alcance a recordar. "Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad en la tierra". Suena Claro de Luna al piano, suenan los trombones de El Verano. La habitación se oscurece, todo parece haber terminado. Querido blog, que estas palabras perduren en ti por siempre en la posteridad, y que esta maldita locura que me persigue, estos celos por plasmar lo eterno, sean algún día la mejor forma de cordura. Y hasta la próxima, porque todo es cíclico en el contraste del tiempo. Hasta el último punto y final.
 
 
 
 

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