sábado, 3 de mayo de 2014

Un tren de ida y vuelta


"El secreto de una buena vejez no es otro que un honrado pacto con la soledad". Desde luego, no vengo a escribir un epitafio en mi vida, ni tampoco en este blog, enterrado desmesuradamente en las cenizas de un olvido que ni yo soportaba. Ni siquiera el bueno de Gabo utilizó su famosa cita como una bonita despedida. Donde quiera que estés, tu legado descansará en paz. Quizá han sido demasiados vaivenes en este refugio particular como para recuperar todo lo bueno que en antaño me hicieron sentir estas líneas. Pero, todo lo que se va siempre regresa en esta vida. ¿Por qué no volver a intentarlo? ¿Serás capaz de darme una nueva oportunidad? ¿De hacer mi esquizofrenia una bonita locura? ¿De convertir nuestra prosa en un hermoso cantar? ¿De plasmar nuestras ideas censuradas en un papiro de libertad? La vida es eso, un tren de ida y vuelta. Seguramente lo que un día era innovador pasó a estar oxidado, o lo que en su tiempo era admirado se convirtió en lo más odiado. Nadie comprende estas paradojas. 

Desde luego, las palabras de don Gabriel solo me hacen recordar que la paz consiste en un pacto sosegado con uno mismo, con su nostalgia y su aislamento de lo demás. Ni siquiera los más hermosos romances fueron fructuosos. A mí también me ha disparado Cupido, a mí también me ha hipnotizado Amor. Yo también estoy impregnado de su pócima. Y espero que sea por siempre, hasta la eternidad. Hay cosas que únicamente el destino te puede otorgar, y es el amor una de ellas. Pero, por desgracia, tenemos la tendencia de despreciar aquello que nos hace solitarios. Aquello que nos otorga un amor propio, una capacidad reflexiva que absolutamente nadie nos puede quitar. Y en un mundo donde avaricia, codicia y censura son los grandes ideales de la sociedad, conservar lo único que nos pertenece se me antoja esencial. La crítica a los problemas se ha convertido en una rutina en mi vida. Nunca escucho soluciones, ni siquiera propuestas. Únicamente entro en una espiral de razones y razones negativas que se sueltan y parecen no tener final. Como una lista de deudas. Sí Gabo, ahora se lleva la rutina del desdichado, sin darnos cuenta de los privilegios de la soledad. 


Gabo, ahora mi vida se reduce a conectarme a una espiral virtual de ondas que simplifican mi teléfono móvil. Nadie se da cuenta de que odio esa vida, de que odio combatir la distancia. Sí Gabo, ahora la sabiduría me la dictan unas bonitas notas. Nuestras vidas dependen de máquinas y papeles. Y por culpa de ellas, hay gente comiendo de mi imperio de basura. Y por culpa de ella, el resto de personas no lo vemos. Hemos perdido nuestra capacidad de observar lo que nos rodea, nos limitamos. Por eso me dirijo a ti, querido blog, para recordarte que eres quien plasma la esencia de mi esplendor. No volarán papeles, pero sí palabras. No soplará el viento, pero sí mi alma. Recuerdo mis inicios en la escritura. No soy el mayor de los lectores, simplemente lo hacía por placer. Pero todo tiene sus intereses ocultos. Cuando tienes una virtud, te la explotan hasta la saciedad, o simplemente buscan apropiarse de ellas. Solo que hay cosas que el dinero no puede comprar, tampoco el oportunismo. El éxito, la codicia... Siempre llevan al fracaso. Al igual que el ascenso a un cielo prematuro. Quizá cogí un camino equivocado, y dejé de disfrutar de mis palabras. Saludé a mis miedos, y no encontraba más que impotencia en lo que antes era calma y consuelo.


La pluma de mi tinta se secó, y te abandoné como las almas olvidan los cuerpos que las resguardaron antes de su muerte. Y el ocaso brillaba más que cualquier humilde alba. Las estrellas se hicieron opacas entre la oscuridad, y solo resaltaban las lágrimas de la lluvia. Cualquier metáfora quedaba enterrada. Cogí un billete hacia la nada, en busca de un mundo ficticio que no tenía realidad alguna, en busca de utopías que ni siquiera tenían un argumento escrito para convertirse en sueños alcanzables. Confiaba en amigos que no existían, en una fe que ni ella creía, en una compañía solitaria que ni mis ojos en mí postraba. Solo el tiempo aporta sabiduría, y es la experiencia la que me dice hoy día que viví en un mundo que ni siquiera comprendía. Porque ni siquiera Macondo dejará de ser ficticia en cien años de soledad, porque lo que no somos nunca lo podremos ser. Porque lo que no tuvimos nunca lo podremos añorar. Y ahora miro este papiro rasgado como mis manos, y observo en estas líneas que ese billete a nunca jamás incluía un viaje de vuelta. Y aquí estoy, mi querido blog, dispuesto a firmar contigo mi pacto honrado con la soledad. Hagamos otro trato: dame esa nueva oportunidad, unamos nuestro virtuosismo de nuevo y hagamos de la escritura nuestro camino placentero de la libertad. Sin intereses, sin concursos que nos coaccionen. Tú y yo, solo para disfrutar de nuestro arte. Y que el destino que busqué sin éxito un día, lo forjen nuestras letras en forma de vías, y que el tren que me llevó a la nada un día, sea movido por los aires de la libertad.


PD: Con esta entrada pretendo dar mi homenaje particular a Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura en 1982 fallecido hace unas semanas, además de recuperar un blog que tantas alegrías me ha dado. Mi ausencia se debía a un cansancio producido por el exceso de escritos (mayoritariamente obligados) que me privaron de mi tiempo y mi libertad por expresar la mejor de las artes, que es la escritura. Espero que os haya gustado, miraré y atenderé deseoso vuestros comentarios y críticas, positivas o negativas. He vuelto. Un abrazo a todos los lectores de este humilde blog.




1 comentario:

  1. Muy bonito, y ahora te voy a decir una cosa. Escribe por y cuando quieras, escribe por y para lo que quieras. Pero que nadie te obligue a escribir sin sentirlo. Tu grandeza de escribir consiste en que escribes lo que te dicta tu corazón. Por eso yo, te digo, olvida escribir algo sobre mi como un día hablamos, no te comprometas, si tu corazón crees que un día debes hacerlo, hazlo, mientras no sigas lo que no te dicte el corazón.

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